Nada más devastador que las llamas, se lleva todo con ellas, sabemos dónde comienzan, no sabemos dónde terminan, dejan negrura, hollín, tizne. El color desaparece, los cimientos se funden, las edificaciones se pierden y, en esta evanescencia, se va todo su contenido.
La casa de mis abuelos se quemó hasta sus cimientos. Sus consecuencias nos acompañaron el resto de la vida. Los recuerdos, las fotos, las cosas heredadas, las obras de arte atesoradas, pasaron a ser objetos que, aun cuando se tenga dinero, ya no se pueden recobrar.
Hemos visto dos edificios emblemáticos en Lima esfumarse en las llamas, la Casona Larco en la Plaza 2 de Mayo y el edificio Giacoletti en la Plaza San Martín, ambos destruidos por la negligencia de sus ocupantes pero compartida con propietarios y autoridades. ¡Cómo si nos sobraran la plata y los edificios! ¿Qué nos cuesta cuidar?
En este descuido estamos acompañados, en 2018 se quemó el Museo Nacional de Río de Janeiro, uno de los más antiguos de Brasil, contaba con colecciones importantes que no recuperaremos, una tragedia que nos quita la posibilidad de que las generaciones futuras se beneficien de su conocimiento y aprendizaje.
Esta semana hemos visto cómo el fuego abatió la Catedral de Notre Dame en París, vimos caer la torre de la aguja y, por momentos, temimos que todo estaba perdido. La suerte, el buen trabajo de los bomberos y la previsión de sus autoridades nos devolvió una buena noticia, las obras de arte estaban protegidas y la estructura del edificio quedó a salvo.
En todos los casos debemos saber que los incendios ocurren y que sus consecuencias son impredecibles, pero que la previsión y cuidado que demos a nuestro patrimonio son esenciales para aminorar la fatalidad.
En cada caso hay diferencias, en el Perú, el Edificio Larco ha sido adquirido por Art Express, una empresa propiedad de un ciudadano español y será restaurada y puesta en valor. El destino del Edificio Giacoletti no correrá con la misma suerte, no cuenta todavía con una propuesta para recuperarlo.
En Brasil, tomará diez años reconstruirlo, se hará con dinero del Gobierno brasileño, también contará con un fondo de la UNESCO y recursos de otros países.
En Francia, el Presidente anunció una gran colecta nacional, es decir, todos los franceses colaborarán con la recuperación de Notre Dame y ya hay dos empresarios que anunciaron una donación de 300 millones de euros. Uno se pregunta ¿por qué? La respuesta es contundente y de gran profundidad: la Catedral de Notre Dame es un edificio que simboliza la cultura francesa y lo ha sido por cientos de años, cada francés se reconoce en ella, reúne para todos una idea que parece simple, es la Identidad Nacional de Francia.
Ojalá logremos darnos cuenta los peruanos que cada edificio de nuestro patrimonio representa nuestra historia, aquello de lo que estamos hechos y que esa identidad que construyamos, a partir del respeto de nuestros monumentos, es lo que dejaremos como legado a nuestros hijos.
Diana Álvarez-Calderón
Abogada y ex ministra de Cultura
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