Comparto plenamente el sentimiento de indignación, decepción y frustración con respecto a la mayor parte de políticos y autoridades peruanas. El tema es qué hacer con él. Como decía Platón: “el precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres” (estoy seguro que Platón diría en nuestros días “(…) por los peores hombres y mujeres”). De esa frase se desprende una gran paradoja que nos podría llegar a definir como personas, sobre todo en la gente joven: si decido hacer algo en el ámbito político/público es muy probable que me estigmaticen como ratero, ladrón o sinvergüenza; si no hago nada es muy probable que los rateros, ladrones y sinvergüenzas ocupen el lugar que podría haber ocupado yo. Tremendo dilema.
La cuestión sigue siendo entonces qué hacer. Y para eso he ido construyendo una opinión desde mi experiencia a partir de algunos años atrás. Me atrevo a afirmar que una mayoría importante de jóvenes en la capital (Lima) vienen con el chip del emprendedor/empresario/sector privado insertado desde pequeños. La política o lo público no les resulta atractiva, no les importa, ya que significa un estorbo para la satisfacción de sus intereses personales en mundo cada vez más individualista (vivimos en la era del selfie y del exitismo extremo). Por supuesto que hay excepciones, y allí radica una parte de mi planteamiento. Y es que no solo hay excepciones a nivel de Lima, sino que he tenido la oportunidad de descubrir el gran interés que sobre estos temas existe fuera de la capital, en muchas ciudades del Perú. Cusco, Trujillo, Arequipa, Piura, por nombrar algunas, no solamente han cultivado un gran interés por la política y lo público, sino que también vienen constituyéndose en cuna de talentos, chicos y chicas con una enorme capacidad y, sobretodo, potencialidad, para convertirse en excelentes políticos y autoridades. El tema es que lo que les ofrecemos como país no es suficiente para su preparación, para su proceso de formación. Necesitan mayor orientación, mejor preparación, mejores referentes, mejores buenos ejemplos; pero, sobre todo, necesitan ver una ruta clara que puedan seguir para construir una carrera política/pública que trascienda y deje huella. En este tipo de personas la frustración y el desencanto es mayor, porque saben que tienen capacidades pero no tienen cómo ni donde desarrollarlas. Cuando quieren ingresar al Estado les resulta muy difícil, o no logran ingresar porque la gestión de talento humano es muy pobre en la mayor parte de instituciones públicas, o dichas instituciones están captadas por mafias que no les interesa contar con ese tipo de perfiles para lograr sus fines; y en el caso que puedan ingresar les toca una coyuntura muy mediocre, incapaz de explotar, potenciar y fortalecer sus capacidades, sino todo lo contrario.
Hablar de juventudes y participación juvenil es muy atractiva para políticos y autoridades demagógicas. Pero en la práctica todo ese discurso queda prácticamente en saco roto, no hay nada, los jóvenes no tienen oportunidades reales, solo promesas y ofrecimientos a cambio de utilizar su imagen. Invito a los lectores a revisar las edades que en el Perú se requieren para ocupar cargos públicos importantes (de 45 años para arriba en una mayoría importante de casos), piensen en Ministros o Ministras menores de 30 años, piensen en algún joven que haya significado un referente en el ámbito público (dije referente, sobre cuya muy buena participación exista prácticamente unanimidad e inspire a otros jóvenes). Alguien me dirá “para ser Congresista se requiere tener 25 años”. Yo pregunto ¿cuántos de esos tenemos? ¿cuántos hemos tenido?, y les contaría la historia referida a que los partidos políticos y movimientos regionales tienen cúpulas, patriarcas históricos, financistas avezados, que hacen casi imposible la llegada de sangre nueva a dichas organizaciones. ¿Les suena conocido?
No vendamos humo, no nos quedemos en palabras, generemos una participación efectiva y real de la juventud peruana, sin miedo, que compitan en igualdad de condiciones con la gente de más experiencia. Generemos islas de excelencia en las instituciones del Estado que permitan su desarrollo y su inspiración para continuar un legado que trascienda el bienestar individual. Aprovechemos la coyuntura de la reforma política, cambiemos las reglas, cambiemos de paradigma. El país lo agradecerá.
José Alfredo Pérez Duharte.
Doctor en Gobierno y Administración Pública por la Universidad Complutense. Institucionalista, académico y experto en temas electorales y de gobernabilidad. Asesor académico de GOBERNA Perú. En la actualidad me desempeño como Director de la Escuela Registral.
Muy cierto. Apostemos por un país mejor que trascienda el individualismo en beneficio del bienestar colectivo.
Felicitaciones excelente articulo ojala se pueda volcar en la realidad actual ,creo que es el momento de que los jóvenes entren a la política , en mi caso ahora quisiera entrar a la política , pero de joven no quería porque como dices no tenia esa preparación que debe de venir
de casa o los colegios , un abrazo