Nuestro país es rico en disponibilidad de agua – tenemos la mayor disponibilidad de agua per cápita de América Latina – pero muchos peruanos no tienen acceso a ella. Entonces, más que un problema de escasez, estamos ante una problemática de mala gestión del recurso.
Por otro lado, nuestra naturaleza es excepcional. Tenemos una cordillera colosal que divide a nuestro país en dos grandes vertientes: la vertiente sub tropical del Atlántico con mucha agua, y la vertiente desértica del Pacífico con poca agua. Entonces, la pregunta es ¿por qué no compartir las aguas sobrantes del Atlántico, con los desiertos y cuencas áridas del Pacífico? Inclusive, dentro de la misma vertiente del Pacífico ¿acaso no tenemos ríos costeros que podrían compartir sus aguas sobrantes con los desiertos vecinos?
La respuesta a todas estas interrogantes es que sí podemos trasvasar las aguas sobrantes de las cuencas superavitarias hacia las cuencas deficitarias. Tenemos cerros de papeles y planos que dan cuenta del enorme esfuerzo realizado por los más calificados ingenieros y financistas del mundo, que sustentan la viabilidad técnica y financiera de estos proyectos.
Ejemplos tenemos de sobra. Las aguas sobrantes del río Huancabamba en Cajamarca se trasvasaron para irrigar el desierto de Olmos en Lambayeque. Las aguas sobrantes del río Santa en Ancash se trasvasaron a los desiertos contiguos y así nacieron CHAVIMOCHIC y CHINECAS. De la misma manera, las aguas sobrantes del río Apurímac en Espinar – Cusco se pueden trasvasar para irrigar las áridas pampas de Majes Siguas. Las aguas sobrantes del río Pampas en Huancavelica se pueden trasvasar para irrigar Huaytará, Castrovirreyna, Pisco e Ica. Y así por el estilo, podría mencionar decenas de trasvases similares que podrían generar un extraordinario impulso económico y social en nuestro país.
Sin embargo, los trasvases que en el papel resultan obvios y convenientes, en la práctica suelen ser difíciles y – sobre todo – conflictivos. Efectivamente, los conflictos por el agua en nuestro país han merecido muchos titulares periodísticos, y – lo que es peor – han generado muchas pérdidas humanas y materiales.
Es verdad que detrás de dichos conflictos hubo agitadores y extorsionadores especializados en la materia, y que la politiquería jugó un papel preponderante en distorsionar la realidad e inventar supuestos efectos apocalípticos detrás de cada trasvase. Pero – valgan verdades – hubo algo más que dificultó la “licencia social”, y ese algo más – en mi opinión – fue la falta de compensación económica a las comunidades ubicadas en los espacios circundantes a las captaciones de agua. En lenguaje corriente y sencillo, se trata de algo así como “tú no tienes agua; yo te puedo dar mis aguas sobrantes; además yo soy pobre y tú no; entonces ¿qué me das a cambio de mi agua?”
Es precisamente ese “¿qué me das a cambio de mi agua sobrante?” lo que ha devenido en una iniciativa de “Canon de Agua o Pago por Servicios Ecosistémicos” – o como quiera llamársele – que algunos Gobernadores Regionales estamos proponiendo para que la riqueza generada a partir de las aguas trasvasadas sea compartida con las comunidades alto-andinas, ubicadas en las cercanías de las obras de captación.
A ese respecto, el Ministerio del Ambiente está considerando un pago por el uso del agua en la Costa – ya sea agrícola, urbano, industrial, etc. – el cual beneficiará a las comunidades antes mencionadas. Dicho monto será administrado por un fideicomiso – concretamente PROFONANPE – para ser utilizado exclusivamente para lo que se denomina siembra y cosecha de agua. Es decir, para construir reservorios, canales, sistemas de riego, etc. y para desarrollar la forestería, agricultura y ganadería alto-andinas.
Hermanar a la Costa con la Sierra a través del agua. Ese es el objetivo de esta contribución económica. Un instrumento justo e integrador que hará realidad el anhelo de “Agua para todos… todo el año… todos los años”.
Fernando Cillóniz
Ex gobernador de Ica
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