Darwin Urquizo Opinión

Perú: la necesidad de más ilustración

La ilustración es el periodo de la humanidad en el cual se dejó atrás las tinieblas intelectuales que trajo la edad media, en la que no se podía criticar muchas cosas. Los dogmas y fundamentalismos eran los que regían la vida política y social de la época. La ilustración luchó contra todo ello. Su característica fundamental es que existía un culto a la razón, pero, sobre todo, a la reflexión individual, más allá de lo que la “mayoría” creía como verdad o correcto. Atreverse a pensar uno mismo era la consigna ilustrada. Kant señaló que la ilustración era dejar atrás la “minoría de edad” por parte del ser humano. Los menores de edad para Kant son aquellos que no piensan solos. Su criterio lo define un libro, su conciencia moral la señala alguien. El menor de edad solo repite lo que otros dicen. Una persona es menor de edad por dos razones: La cobardía y la pereza.

Otro rasgo fundamental de la ilustración es la defensa de la tolerancia. Voltaire escribió el “Tratado sobre la Tolerancia” al ver, horrorizado, lo que una mayoría intolerante puede hacer a alguien que piensa o es diferente. El caso Calas y el caso de La Barre fueron los grandes ejemplos de la intolerancia de una mayoría que piensa que solo su posición es la correcta. Jean Calas fue torturado hasta la muerte y el joven del caso La Barre fue torturado y quemado, pues portaba el Diccionario Filosófico de Voltaire, un libro no permitido por la “moral” imperante.

Tres siglos después del surgimiento de la ilustración, podemos observar que los problemas de razonamiento propio y de intolerancia son vigentes en nuestro país. Desde hace algún tiempo está surgiendo una corriente de lo “políticamente correcto”. Un sector político se cree dueño absoluto de la razón y de la moral y pobre aquel que ose criticarlos o pensar un poco diferente. Si cuestionas a sus personajes emblemáticos, a sus héroes judiciales, algún mínimo error, eres inmediatamente insultado y acribillado. Quizá no puedan torturar o quemar como a Calas o al de La Barre, pero te lapidan mediáticamente de tal manera que es casi lo mismo. No tienes derecho a emitir una opinión en contra. Y es mucho peor si asumes una postura políticamente diferente a ellos. Ahí no hay salvación. Te conviertes inmediatamente en lo peor de la sociedad y te hacen ver de esa manera. Eres el joven de la Barre que cargaba un libro no permitido por la moral imperante y mereces ser quemado. Ellos, además, se creen los dueños de los derechos humanos y la democracia, pero quizá no leyeron o creen que solo se aplica para los suyos lo propuesto por Voltaire.

En el Perú, Luis Alberto Sánchez escribió, el siglo pasado, un libro fundamental para entender la peruanidad y su política: “Perú, retrato de un país adolescente”. LAS, como también era conocido, dijo que nuestro país es inmaduro políticamente hablando, producto del desorden, de nuestra desintegración, del poco respeto al otro. Sin duda, LAS leyó a Kant y los ilustrados. Somos un país menor de edad, pues no podemos razonar por nosotros mismos y son otros los que nos dicen que es correcto e incorrecto. La moral son ellos.

Si viviría Sánchez volvería a escribir ese libro. Si Kant y Voltaire vivirían en nuestro tiempo, escribirían lo mismo. Quizá deberíamos empezar a ser críticos, pero, a la vez ser más tolerantes con el diferente. Quizá necesitemos más ilustración y dejar de ser cobardes para expresar la voz en contra y, dejar de ser perezosos para empezar a pensar por nosotros mismos.

Darwin Urquizo Pereira

Abogado

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