El 5 junio es el Día Mundial del Ambiente en homenaje al inicio de la histórica Conferencia de Estocolmo celebrada por Naciones Unidas en 1972. La trascendencia de la cumbre es que pone el problema del medio ambiente en la agenda mundial, funda el PNUMA e impulsa con su declaración las bases del derecho internacional ambiental. Forja el día, la organización y la norma base mundial, pero también el sueño de alcanzar el bienestar económico y social con el cuidado a la vez del medio ambiente, concepto que hoy denominamos desarrollo sostenible.
Motivados por los gobiernos de Europa y la ONU, que respondieron a la presión de la opinión pública internacional, este sueño y las decisiones para la gobernanza ambiental se van extendiendo en la comunidad global, cada vez con mayores compromisos y responsabilidades para los Estados. La Asamblea General de Naciones Unidas en 1982 aprueba la Carta Mundial de la Naturaleza e insta a que los principios del documento sean incorporados en la legislación y práctica de los Estados miembros y en el ámbito internacional.
Naciones Unidas, tras la Carta, impulsa acuerdos vinculantes mundiales. La Convención de Viena, aprobada en 1985, y su Protocolo de Montreal (1987), retos para la preservación de la capa de ozono, se convierten en ejemplos de consenso, compromiso y acción mundial. Son considerados desde el 2009 los primeros tratados de la historia de la ONU en lograr la ratificación universal de los Estados miembros. Por su nivel de avance, el ex secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, calificó el 2003 al Protocolo de Montreal como “el acuerdo internacional más exitoso hasta la fecha”.
La Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, o Comisión Brundtland, constituida en 1983 por la ONU para analizar el tema ambiental y formular las propuestas del caso, emite en 1987 su respectivo informe. El conocido Informe Brundtland, denominado así por haber estado presidida la Comisión por la ex primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland, resalta el problema del cambio climático como preocupación global, introduce el concepto de desarrollo sostenible como un paradigma para enfrentar la crisis del clima, y recomienda la realización de otra conferencia mundial para establecer acuerdos sobre el tema.
La propuesta lleva a Naciones Unidas a realizar en 1992 la Conferencia de Río. La Cumbre de la Tierra se enaltece en la historia porque reafirma la Declaración de Estocolmo y la prolonga en sus principios. La Declaración de Río de Janeiro revive el sueño de Estocolmo y gesta el sustento del desarrollo sostenible. Se convierte en la segunda base de principios del derecho internacional ambiental. Impulsa con mayor fuerza la legislación ambiental en los Estados miembros.
La conferencia, además, genera acuerdos vinculantes pero estos no logran el consenso esperado, son rechazados por las administraciones de George Bush (1989-1993) y de su hijo, George W. Bush (2001-2009), quienes ya hacen visible en las últimas décadas el negacionismo climático entre los presidentes republicanos de Estados Unidos y que hoy encarna con mayor radicalismo el mandatario Donald Trump. George Bush rechaza firmar la Convención de Diversidad Biológica. George W. Bush, en tanto, retira en el 2001 a Estados Unidos del Protocolo de Kioto, firmado en 1998 por el presidente demócrata Bill Clinton, acuerdo que nace en 1997 como parte de la Convención Marco sobre Cambio Climático suscrita en la Cumbre de Río. A George W. Bush también se le cuestiona por el intento de frustrar la Conferencia de Bali en el 2007 (COP13), reunión que fija la hoja de ruta para el acuerdo pos-Kioto y que estuvo a punto de fracasar por la amenaza de retiro de la delegación estadounidense. Y es que los acuerdos con fuerza vinculante siempre han asustado a las administraciones republicanas.
Donald Trump, en esencia, es la continuación del negacionismo climático republicano, pero con nuevo estilo. Privilegia los intereses de las empresas como medio para la hegemonía económica. Niega o rechaza la gravedad del cambio climático. No cree en los acuerdos vinculantes ambientales ni en los pactos flexibles, ni en la declaración de derechos ecológicos, menos en el desarrollo sostenible. No cree en las conferencias de Estocolmo, Río, Johannesburgo, Río+20, en el Protocolo de Kioto, pos-Kioto, en las COP, en los Objetivos del Desarrollo Sostenible. No cree en la valiosa política ambiental dejada por su antecesor Barack Obama, de ahí la desactivación. No cree en el Acuerdo de París, por ello el retiro se convierte en promesa de campaña electoral y a pocos meses de asumir el cargo anuncia la salida, la que podrá concretarse solo a partir del 4 de noviembre del 2020, un día después de las elecciones presidenciales. Sin duda, será tema de la agenda electoral.
Lo más irónico es que Trump tampoco cree en los resultados del riguroso estudio científico publicado recientemente por su propio gobierno y que explica las dramáticas consecuencias del cambio climático en la economía, la salud y el medio ambiente. El informe ha salido de la propia Casa Blanca, fue elaborado por ley, cuenta con 1656 páginas, tiene el respaldo de 300 científicos de 13 agencias federales, y él simplemente ha dicho: “No me lo creo”. Negacionista único. Pero felizmente el histórico Acuerdo de París lo ha dejado solo. Los sueños de Estocolmo y Río, pese a todo, aún están vigentes.
Víctor Campos Urbano.
Periodista y docente universitario. Cuenta con estudios de maestría en Ciencias Políticas y doctorado en Humanidades. Ha laborado en diversos medios de comunicación. Es asesor y consultor en comunicación, investigación y publicaciones científicas indexadas. Editor asociado de la revista científica de la Universidad Continental, Apuntes de Ciencia & Sociedad, indexada en Latindex, Dialnet y otras importantes bases de datos internacionales. Autor del libro Teoría y géneros del periodismo (Fondo Editorial de Universidad Jaime Bausate y Meza).
Felicitaciones al Dr. Victor Campos por el articulo. Tema de vital importancia. El calentamiento global. Todos estamos involucrados. Mas aún los paises industrializados como EE.UU. que diempre se ha negado a enfrentar con responsabilidad el cañentamiento global.