Para ser juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos no se requiere ser abogado. Lo que prima allí es el prestigio, la trayectoria profesional y los méritos que ha ido logrando una persona para asumir dicha posición. El resultado es que, a lo largo de la historia, han asumido el cargo de jueces de la Corte personas con una hoja de vida impecable, de intachable honorabilidad, que gozan de un gran respeto por parte de la ciudadanía. Es muy interesante el esquema de separación de poderes y el de pesos y contrapesos que tienen. Los fundadores de aquel país coincidieron hace ya muchos años en que el ser humano tiene problemas para manejar determinada cuota de poder y la corrupción se convierte en más que una tentación. Por ello, diseñaron un sistema en el que un funcionario no puede concentrar poder e influencia indiscriminada por el puesto que ostenta, por lo que a todo nivel se controlan entre ellos. Es por eso que, por ejemplo, Donald Trump no puede construir el muro que ofreció en su campaña: el Congreso y los Jueces se lo impiden.
Si, los jueces. Allí, aquí y en todo el mundo, los jueces son fundamentales para garantizar el equilibrio y una cultura de paz y respeto entre quienes conviven y forman parte de un colectivo, de una sociedad. Ellos tienen la delicada tarea de decidir sobre múltiples situaciones, y por medio de esa decisión, generar reglas y procedimientos que sean predecibles para todos los ciudadanos.
Si bien el sistema político norteamericano es muy distinto al peruano y por ende poco comparable en varios temas, la manera en la que nombran sus jueces nos puede dar algunas ideas que podríamos aplicar en la coyuntura que vivimos. Por un lado, estoy convencido que en el Perú existe gente honorable, capaz y de prestigio; pero también es muy cierto que no quieren participar en el Estado. El gran reto es cómo atraerlos.
Me refiero aquí a la Junta Nacional de Justicia (JNJ) que se quiere formar, que tendrá la delicadísima misión de elegir a los futuros jueces y fiscales a nivel nacional. Es clave para ello la estrategia que se diseñe para hacer atractivo que postulen los mejores. Un examen escrito con preguntas cerradas no nos dice mucho de una persona. A la larga esto tiene poca relevancia (la situación del ex juez supremo Cesar Hinostroza, que se caracterizaba por obtener excelentes calificaciones en sus evaluaciones dentro de la judicatura, puede confirmarlo). Lo que necesitamos es saber cómo razona un candidato, como construye y aplica sus ideas, qué valores lo movilizan, entre otras cosas. Y para ello, estando definido que los futuros miembros de la JNJ deben rendir una prueba escrita, un examen abierto con un grupo de preguntas para desarrollar o casos para resolver podría captar un mayor interés por parte de abogados de calidad y prestigio, y sería también más útil para los evaluadores y la ciudadanía.
Dentro de mi experiencia profesional he tenido la posibilidad de observar muy de cerca la preparación de quienes desean convertirse en jueces y fiscales, y desde mi punto de vista la cuestión no tiene que ver con su conocimiento (se lee muchísimo sobre diversos temas y uno se encuentra con gente académicamente preparada). El problema es mucho más profundo y complejo, y tiene que ver con la educación que recibieron en casa, con los valores que desarrollaron, con su manera de ver el mundo, con su salud mental, entre otras cosas. Todo ello es muy difícil de evaluar por lo que el reto que tendrá la nueva JNJ será enorme. Si bien es cierto que con esta nueva institución no vamos a resolver el problema de la justicia en el Perú, si podemos sentar bases sólidas sobre las cuales sigamos construyendo. Necesitamos jueces y fiscales decentes, honorables, íntegros, con una mirada amplia de los temas. Para eso quienes los eligen deben ver más allá, además de tener otro tipo de cualidades. Si se trata de un concurso de méritos debe evaluarse justamente eso: los méritos que se han realizado para asumir un puesto tan delicado, su trayectoria de vida y, por qué no, su reconocimiento y prestigio.
José Alfredo Pérez Duharte.
Doctor en Gobierno y Administración Pública por la Universidad Complutense. Institucionalista, académico y experto en temas electorales y de gobernabilidad. Asesor académico de GOBERNA Perú. En la actualidad me desempeño como Director de la Escuela Registral.
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