Cuando el abogado Jorge Muñoz Wells fue elegido alcalde de Lima en las elecciones municipales del año pasado, muchos lo celebramos pensando que era la persona adecuada para afrontar y resolver los graves problemas que afectan la vida diaria de la mayoría de los que sobrevivimos en esta ciudad. Y utilizo el verbo “sobrevivir” porque cada día, si llegamos vivos y sanos a nuestra vivienda, hemos tenido que sufrir varias horas de interminables atascos de vehículos de todo tipo, amargados mientras contemplamos los rostros sombríos o iracundos de otros sufridos conciudadanos.
El señor Muñoz logró esa elección por la buena fama que se había ganado por méritos propios en su gestión municipal durante dos periodos sucesivos en el distrito de Miraflores. Pero me pregunto si él era consciente de que ser alcalde de Lima implica afrontar la gestión de una ciudad que, en la práctica, es casi ingobernable.
En cincuenta años, Lima ha pasado de ser una ciudad con menos de un millón de habitantes a la de más de 9 millones y medio en la actualidad. Sólo el distrito de San Juan de Lurigancho tiene actualmente más habitantes que los tradicionales distritos de Lima en los años 60. De una ciudad casi “provinciana” se ha convertido en una megalópolis.
Recientemente el alcalde de La Molina, Álvaro Paz de la Barra, -correligionario en Acción Popular de Jorge Muñoz- ha declarado que está pensando prohibir durante su gestión la construcción de nuevas viviendas multifamiliares en su distrito. ¿Por qué razón? Porque así se lo han planteado representantes de varias zonas para evitar que siga en aumento la densidad del tráfico en La Molina. Con ello ha dado a entender que su distrito ha sido ampliamente desbordado por el exceso de vehículos.
El alcalde Paz de la Barra está planteando soluciones para aliviar la congestión vehicular que sufre el distrito desde hace años. Y ha propuesto a la Municipalidad Metropolitana de Lima la construcción de tres vías que facilitarían la comunicación vial con otros distritos de la capital.
Uno de esos proyectos consistiría en unir la Avda. Raúl Ferrero con la Avda. Angamos de Surco cruzando el cerro Centinela a través de un túnel. A partir de ahí se haría una remodelación de la Avda. Angamos, que contaría con:
- una vía doble en subnivel para los vehículos procedentes de la Molina con una longitud de 12 kilómetros, cuyo trayecto más largo podría hacerse sin paradas en 20 minutos mediante el pago de 10 Soles de peaje;
- y desde el inicio de la actual Avda. Angamos, con dos vías laterales a nivel para el resto de vehículos, con sus correspondientes semáforos para los cruces con otras avenidas y calles.
Se da por supuesto que así quedarían mejor comunicados los distritos de La Molina, Surco, San Borja, Surquillo y Miraflores. Se trata de un viejo proyecto planteado en 2012 con una inversión entonces prevista de 500 millones de dólares, cuyos trabajos demorarían unos 3 años y cuya concesión se adjudicaría a la empresa promotora por un plazo de 30 años. El proyecto no se ha podido concretar ni firmar hasta ahora por “conflictos legales” pendientes.
Esa propuesta quizás podría resolver en parte y durante un tiempo el problema, pero sería a costa de los vecinos de los otros distritos supuestamente beneficiados por la obra. Si ya ahora los distritos mencionados están en caos vehicular casi permanente durante todo el día, imaginemos cómo sería con obras en superficie a lo largo de 12 kilómetros durante tres o cuatro años. Seamos realistas: no existen vías alternas que puedan absorber el flujo de vehículos que circulan actualmente por la Avda. Primavera-Angamos. Y aunque se concretara la obra, no resolvería el problema en el mediano y largo plazo. En pocos años, el crecimiento vehicular superaría la capacidad de la nueva infraestructura, como ha venido sucediendo en casi toda la ciudad.
Debemos agradecer que el alcalde de Lima no haya dado pase a ese proyecto. Él, que ha viajado fuera del país, que ha estudiado en Tokyo y Barcelona, y que habrá conocido varias otras grandes ciudades del mundo, sabe muy bien que la red de líneas férreas de “Metro” (ya sean de superficie, elevadas o subterráneas) son las que mejor han resuelto el transporte masivo de las grandes urbes. En Tokyo, por ejemplo, más de 8 millones de personas usan el “Metro” diariamente. En 2018 el “Metro” de Barcelona tenía 120 kilómetros de vías con 150 trenes circulando en horas punta. Eso permite que muchos millones de personas de las grandes ciudades prefieran dejar su vehículo en la cochera y hacerse llevar a su destino en menor tiempo, a bajo costo y con mínimos riesgos.
La primera etapa del llamado “Zanjón”, Paseo de la República, y ahora rebautizado como Vía Expresa Luis Bedoya Reyes, fue inaugurada el 1 de julio de 1967. Por indicaciones del alcalde impulsor de la obra, se reservó una berma central de 15.40 metros de ancho, previendo que en el futuro -“cuando Lima tuviera nueve millones de habitantes”- sirviera para que un tren subterráneo uniera Lima con los balnearios del Sur. Efectivamente, el espacio de esa avenida tenía condiciones favorables para convertirse en la primera línea de “Metro” subterráneo de Lima, dedicando la superficie a la circulación vehicular. Probablemente en ese momento no se logró hacer confluir los recursos económicos y técnicos para convertir el deseo en realidad.
Actualmente, después de más de 50 años, existen los recursos y la tecnología que permiten diseñar y ejecutar las obras con una visión de largo plazo hacia un Sistema Integrado de Transporte Urbano para Lima y Callao. Pero eso nunca será posible si no se inicia pronto una red subterránea integrada a la de superficie y a la línea elevada existente. En el caso de la alternativa planteada, la línea subterránea de la Avda. Angamos podría conectarse fácilmente a la del Tren Eléctrico de Lima y Callao en su estación de la Avda. Aviación.
Los recursos existen. La acertada gestión en Miraflores y ahora en Lima del alcalde Jorge Muñoz es una buena carta de presentación para conseguirlos ante los entes financieros públicos y privados. Y desde hace muchos años existe la tecnología diseñada precisamente para este tipo de obras: las máquinas tuneladoras, que permiten el avance en la construcción de túneles con una mínima interferencia en la superficie.
Una dificultad importante que podría y debería superarse es llegar a un acuerdo entre los alcaldes distritales por los que cruzaría la obra, pero parece razonable esperar que perteneciendo varios de ellos al mismo partido político, resultará más fácil marcar la ruta y hacer camino al andar. Ojalá que pongan en juego la imaginación, fuerza y coraje necesarios para hacer de Lima una mejor ciudad para vivir.
Mariano Martínez Dueñas.
Bachiller en Teología por la Universidad de Salamanca. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Lima. Experto en Comunicación Social, en Capacitación Masiva y en Desarrollo Comunal en varios proyectos de la FAO en Perú, Honduras y Ecuador. Consultorías para capacitación de personal y formulación y evaluación de proyectos de desarrollo en Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México y Perú. Autor del libro “ESTE MUNDO AL REVÉS. Dimensión política de la fe cristiana”
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