El nevado Ausangate, a 6.385 metros sobre el nivel del mar, en Ocongate, Cusco, se convierte, en junio, en el lugar de peregrinación de unos 70 mil campesinos, pastores de llamas y comuneros quechua hablantes, que buscan llegar hasta la cima, para celebrar al Qoylluriti (en quechua “Estrella de la nieve”). Fiesta religiosa, que en nuestros días recobra un enorme valor, en el contexto del cambio climático, y la reivindicación de las identidades indígenas.
En una historia que viene desde hace dos siglos, Qoylluriti reúne ceremonias preincaicas y coloniales dedicadas, con ritos propiciatorios, al culto al agua, los ancestros, el progreso, la vida del pueblo y la fe cristiana. En la fiesta se habla principalmente quechua. Para llegar al lugar, desde Ocongate, hay que viajar en microbuses o camiones hasta el poblado de Mahuayani, y de allí caminar o ir a caballo hasta el nevado.
Los peregrinos quechuas, cruzan por grupos, las montañas y zonas agrestes, en medio de cantos, danzas y procesiones que duran días por las punas. Allí como asistente al Qoylluriti, hace algunos años, he presenciado “el alma vital” del poblador andino, por su cercanía a la tierra y al pueblo, mientras escalan los glaciares con velas encendidas, cruces cristianas y hojas de coca. Suben la cima disfrazados como osos de los andes (tal vez inspirados en el casi extinto oso andino de anteojos). Se hacen llamar “ukukus” o “pabluchas”, van vestidos con pieles de alpaca, máscaras de lana; y calzados con zapatillas de fútbol.
Los ritos propiciatorios, para tener éxito y prosperidad, son los juegos de los sueños o “alacitas”, que se realizan en mercados improvisados donde se venden y compran casas en miniatura, vehículos, certificados matrimoniales, contratos laborales, títulos universitarios, papel moneda en soles, dólares y euros. En el santuario católico, se venera la imagen de Cristo crucificado, que según la tradición apareció en una roca de la misma montaña nevada.
Conforme avanza la fiesta que dura una semana, los pabluchas bajan (siempre danzando, felices) desde los glaciares azulados luminosos, llevando a cuestas trozos de hielo del Ausangate, para compartir con sus familias y pueblos, en los días de cosecha y las fiestas del sol, cercanas al solsticio de invierno.
En la ruta del peregrino, con temperaturas cordilleranas que oscilan entre los doce grados en el día y diez grados bajo cero en las noches, se encuentran pequeños montículos de piedras, conocidos como “apachetas”, que representan puntos de fuerza o promesas que se ofrecen a los apus, al sol y al Dios cristiano, en los puntos difíciles del camino.
El Qoylluriti es un fenómeno de masas del mundo andino moderno, allí el hombre y la mujer campesinos, arrieros y pastores, las comunidades quechuas más antiguas del sur, entran y salen simbólicamente de la fiesta como danzantes, viajeros o peregrinos; en una representación social, que recupera la tierra, el agua, la energía vital y espiritual para la cultura de los pueblos andinos del Perú.
Franklin Cornejo.
Periodista y comunicador
Great blog you have heree