Soy hija de un Coronel del Ejército Peruano. Sí, efectivamente, quiero empezar por ese punto. Conozco del enorme sacrificio que – un militar honorable como mi padre –tuvo que pasar en zonas de emergencia, en zonas de convulsión social, de guerra externa, sé el significado de sobrevivir con un sueldo mísero y viajando como gitanos por todo el país. Sé del prestigio de mi padre, de su entereza y su calidad humana. Durante mi vida social y política he recibido siempre halagos hacia él, eso hace que me llene de orgullo. No es para menos.
Sé también de la construcción social sobre el género masculino y más aún del militar, que ha venido asociado durante años con el erróneo pero añejo significado de “hombre rudo y violento”. Recuerdo siempre, que a los amiguitos del barrio que me “gileaban”, temían ir a buscarme a la casa, porque mi papá “es militar”. Bromas van y bromas vienen, lo cierto es que ese pensamiento tiene arraigo aún en la sociedad, eso sigue pasándoles a muchas (por no decir a la mayoría) de hijas de militares.
Estereotipos retrógrados, como el de pensar que un mandil rosado te pueda generar homosexualidad, o como pensar que cuidar a tus hijos es de un “saco largo” son cosas de cada día. Ya ven que no dije el “género” en esta última frase pero sé que muchos de ustedes asociaron “saco largo” con un hombre y no precisamente con una mujer. Pero ¿por qué la confusión de la palabra igualdad de género con ideología de género?, ¿cuál es el tema de fondo que debe importarnos?
Para empezar, biológicamente ambos géneros (femenino y masculino) son distintos, entonces no se hablaría de igualdad de género, sino de una equidad de género. Segundo, cuando nos referimos a la “igualdad de género” hablamos de la igualdad de oportunidades que debe existir entre hombres y mujeres. La ideología de género como ya muchos sabemos, es una corriente que no nace en Perú, y que entre sus líneas está la de instaurar un tercer “género”. Asimismo cuando vemos las categorizaciones de “género” en las comunidades LGTBYZA, notamos que ellos establecen hasta 26, otros hasta 100 “géneros” distintos. Y lo pongo entre comillas, porque no vendrían a ser géneros, sino más bien orientaciones o etiquetas sexuales, que es muy distinto.
Vincular o tratar de relacionar un mandil rosado con la homosexualidad es un despropósito. Esa actitud no sólo demuestra el grado de intolerancia, machismo e incoherencia, sino una absoluta falta de entendimiento de un humano y noble intención que nos debe importar. Pero no los juzgo, este es un proceso largo y es un primer peldaño en la escalera del debate hacia la igualdad que aún nos falta por subir.
No tengo nada que criticarle al color, si hubiese sido azul no hubiese generado el mismo impacto. Tal vez muchos me dirán “es por la investidura que representan los militares”, probablemente, pero no creo que sea para exagerar y decir que eso los desprestigie. Lo único que podría criticar, referente al contenido, es la frase “fuerza sin violencia”, porque equivocadamente se vincula, se relaciona: militar = violencia, lo que se puede entender que el soldado o militar “pueda utilizar su fuerza para violentar a alguien”, o de pronto, haciendo una falsa inferencia: “si el militar usa armas, entonces es violento”.
Primero, ellos están instruidos para aniquilar a los enemigos del Estado, así de simple, acá nada tiene que ver con los derechos humanos; segundo, entiendo el estereotipo y las falsas asociaciones que disparan quienes no conocen a los militares, pero debo dejar constancia, porque soy hija de militar y he vivido todos estos años entre la familia militar, que el militar no es, por la simple razón de su profesión, violento con nadie, menos con su esposa o sus hijos.
Y ojo el Ejército chileno no se ríe de nosotros por un mandil, se estará mofando de la risa porque nuestra Fuerzas Armadas siguen en las condiciones que están: paupérrimas, donde los actos de corrupción de malos oficiales siguen manchando la Institución y la falta de respeto a la autoridad persiste. Si bien es cierto, nuestros oficiales tomaron la decisión de ponerse el mandil para expresar su apoyo a la causa de la igualdad y respeto entre hombres y mujeres, pero debemos ver más allá: ¿cuántos centros de emergencia hay?, ¿se está trabajando de manera articulada para combatir este flagelo de la violencia intrafamiliar?, ¿es suficiente que sólo el Ministerio de la Mujer se involucre?, ¿dónde está la sociedad civil, los gobiernos locales?, ¿es suficiente el presupuesto?, y nosotros ¿qué estamos haciendo como sociedad para cambiar esa realidad?
Quienes no lo entiendan de esa forma, deben revisar un poco en sí mismos, sus creencias y prioridades. Los invito a enfocarse en una sociedad más justa y con respeto, donde un mandil de color rosado no evidencie más prejuicios sexistas y homofóbicos en nuestra sociedad. Veamos más allá de la envoltura.
Susana Gutiérrez.
Comunicadora política con experiencia en gestión pública. Licenciada en Ciencias de la Comunicación Social por la Universidad Nacional de Piura, con Maestría en Estudios Políticos Aplicados y Gestión Electoral por el Jurado Nacional de Elecciones en conjunto con el Instituto Ortega y Gasset de España y la Universidad de Piura. Trabaja en el empoderamiento de jóvenes y nuevos líderes, así como en proyectos que fomentan la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Ha sido reconocida como «Mujer Líder & Emprendedora Internacional», por el Congreso de la República.
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