La manera en que el periodismo actual retrata el contenido político nacional puede dividirse en múltiples aspectos. Sin embargo, dicho esboce está siendo desviado debido a la discusión pública, producto del uso de redes y la velocidad de la información, llenándola de distracciones. Es por ello que contendré el tema en dos corrientes. Una, que se ocupa de contenidos de relevancia nacional y el impacto en la población. Y la segunda, en donde resaltan los escándalos políticos; riñas entre congresistas, actos lamentables o ridículos de mandatarios y expresidentes, declaraciones indignantes y una larga e igualmente triste lista de etcéteras.
La cuestión recae en lo siguiente: el segundo apartado cuenta con mayor protagonismo en los medios de comunicación. La exageración en los noticieros, las mofas en las redes sociales y la viralización masiva, solo consiguen que en los programas nocturnos entrevisten a los personajes relacionados, únicamente con la finalidad de recoger más declaraciones del escándalo. Un ejemplo de ello, fueron las tristes declaraciones de la vicepresidenta Mercedes Aráoz, indicando que se debían aumentar los sueldos de los congresistas para que no se vean tentados por la corrupción, pues su remuneración no está acorde al estilo de vida que mantienen. No obstante, pocos recordarán esta otra declaración de la misma congresista:
“Nosotros no somos actores de telenovela, somos gente que tenemos que hacer propuestas para mejorar la calidad de vida de las personas, de nuestra población, tenemos que hacer nuestra labor de representación y fiscalización y creo que el show no nos sirve” – Mercedes Aráoz, vicepresidenta de la república, sobre enfrentamiento entre la congresista Karina Beteta y el presidente del parlamento, Daniel Salaverry.
En primer lugar, la prensa debió aprovechar la coyuntura y abrir un canal para la reflexión, hacer de la noticia suya, analizarla a través del discurso público, para así enriquecerlo, y de este modo, ennoblecer la profesión. Por otro lado, dicho mensaje iba dirigido a los políticos, pero gracias a que ellos cuentan con mayor preferencia en el espacio público, pueden manejarlo a su antojo y distraer.
Es responsabilidad ética de la prensa llevar la discusión pública por el camino de la crítica constructiva. Promover el dinamismo de la información trascendental del país y no detenernos en minucias que poco aportan a lo realmente importante. Es cuestionable el trabajo periodístico, cuando hay más personas enteradas de los “dimes y diretes” parlamentarios, que en la construcción del nuevo Metro de Lima o la oportunidad que generaría el litio para el país. Si lo entendemos a partir del punto de vista de la necesidad, todo obtiene mayor sentido. La velocidad con que se requiere para producir noticias, y sobre todo en las webs, ha llevado a banalizar el trabajo. Prácticamente, el periodista se ha vuelto un reproductor de declaraciones, las cuales mantienen vivas las páginas, llenándolas de clics.
Se podría alegar que parte de la responsabilidad recae en la publicidad y los anunciantes. No obstante, han sido los medios quienes no supieron adecuarse a los cambios de la tecnología, creando páginas web gratuitas que sobreviven a duras penas, con la publicidad de sus anunciantes. Generando el gravísimo error de regalar el trabajo y acostumbrar a los lectores virtuales a información periodística ad honorem.
Es función de todo periodista hacer un análisis ético del discurso en el tratamiento del contenido político. Sobre todo, para quienes quieren honrar esta profesión. Las nuevas tecnologías han cambiado la forma en la que el público consume e interactúa con la noticia. Incluso las plataformas o multiplataformas sociales, son de suma necesidad para quienes quieren llegar a mayor cantidad de consumidores. Sin embargo, nuestra labor es para la gente y hay que ofrecerle lo mejor.
Luis Maraví
Periodista
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