Hoy existe una gran polémica en torno al llamado “Enfoque de género” y el reciente fallo judicial que ordena su implementación en el currículo escolar. Es sorprendente la polarización que genera este tema, si estás a favor estás promoviendo la “homosexualización” de los niños y si estás en contra eres un/a machista, cucufato y homofóbico. Es a favor o en contra, blanco o negro.
Esta polarización coloca un velo sobre los ojos del ciudadano que le impide analizar con objetividad las implicancias del enfoque de género. Así, cabe mencionar algunas premisas con las que el común está de acuerdo.
Es claro que existen problemas sociales que se buscan combatir a través de la educación, hay consenso en apuntar a la eliminación del machismo y todo tipo de violencia contra la mujer y a una de sus más graves consecuencias, el feminicidio, del mismo modo contra toda violencia hacia los homosexuales; también en atacar las causas del embarazo precoz en adolescentes y sus secuelas en el desarrollo de la persona. Con igual importancia está la lucha contra la desigualdad y en favor de crear pisos de igualdad de oportunidades.
La discusión no debe confundirse con la negación de lo anterior pues es una situación real y el Estado está en la obligación de generar políticas públicas para atenderla; la discusión debe enmarcarse en el camino elegido para solucionar estos problemas.
Este Gobierno ha anunciado ya su política nacional de igualdad de género y ha sido planteada como la única forma de lograr la solución para todos aquellos problemas ya señalados que desmedran la dignidad e integridad de las personas. Y no es así.
El enfoque de género en el currículo escolar sostiene que para construir una sociedad igualitaria es necesaria una educación con un enfoque integral centrado en el género y los derechos humanos, donde “género” es concebido como el resultado de una construcción social independiente del sexo biológico, y cuya implementación se realiza a través de programas de educación sexual integral destinados a alumnos de 5 a 18 años, conforme a los lineamientos establecidos por ejemplo por la UNESCO (2017).
En el Perú eso significa que niños y adolescentes recibirán esa educación sexual integral, cuya regulación y contenidos serán determinados por el Ministerio de Educación. Frente a ello, ya han comenzado los cuestionamientos por el material que será usado para tal fin. Un claro ejemplo es el ya famoso libro “Desarrollo Personal, Ciudadanía y Cívica 3º Sec.”, donde, señala el diario El Comercio (2019), se podía hallar un link que explica las conductas sexuales con especial detalle en el sexo oral, coito vaginal y coito anal, el cual va dirigido a niños no menores de 11 años; mucha información y libertad sexual pero ¿en qué parte se habla de la sexualidad en valores? Al respecto, el MINEDU se ha pronunciado y ha señalado que se trata de un error y que los textos han sido retirados; un error que ha costado millones de soles a las arcas públicas. Entonces, ¿nuestro sistema educativo está preparado para implementar adecuadamente el enfoque de género en la educación de nuestros menores?
Frente a ello, no falta el que afirma que ya desde temprana edad los niños y adolescentes tienen acceso a material pornográfico y que, qué mejor que la orientación sobre ello provenga de la educación estatal; no obstante, la realidad nos muestra que muchos de estos menores también tienen acceso a bebidas alcohólicas y drogas y eso no significa que deba normalizarse y legalizarse su consumo.
Además, desde un análisis científico, la neurociencia afirma que la madurez cerebral es un proceso que requiere de toda nuestra infancia y adolescencia, unos 20 años aproximadamente. Por ello, se han establecido etapas educativas que contribuyen al neurodesarrollo: de 3 a 6 años, dominio progresivo del lenguaje; de 6 a 10, el desarrollo del pensamiento formal; de 10 a 20 años, se esculpe la personalidad y se madura la constitución corporal, psicológica y las relaciones sociales (Mas, 2015). Entonces, la educación debe sujetarse al neurodesarrollo de las personas. Bajo esta lógica, enseñar a niños cuestiones que requieren un juicio crítico – como son las materias de contenido sexual – cuando su maduración neurológica aún no se lo permite a todas luces no está bien.
El Gobierno debe evaluar otros caminos que permitan lograr igualdad de oportunidades para todos, a través de una propuesta que plantee una formación científica, humanista y con valores, siempre en pro del interés superior del niño y el adolescente. El debate está abierto.
Isabel Manrique
Abogada
En cada etapa del desarrollo se debe trabajar todo tipo de contenidos, incluso el de la educación sexual, siempre y cuando cada explicación sea adaptada a la edad y comprensión del niño o adolescente. Desde luego, siempre en una propuesta de educación en valores. El término que se utilice para esta ” formación/información” es un debate que nace por el placer de la “innovación”. Educación Sexual, pues sexo es lo que somos desde que nacemos, es un término que si bien anticuado para unos, tiene vigencia y aplica perfectamente.