El papa Francisco y la Amazonía
El 15 de octubre de 2017 el papa Francisco convocó a una Asamblea Sinodal Especial sobre la Amazonía para “encontrar nuevos caminos para la evangelización de aquella porción del Pueblo de Dios, sobre todo de los indígenas…” Durante el 2018 el Vaticano organizó y realizó una consulta a la población amazónica. Y el 17 de junio último, la Secretaría General del Sínodo de los Obispos dio a conocer un extenso documento de trabajo titulado La voz de la Amazonía que servirá de base para las sesiones del Sínodo de los Obispos para la Amazonía, que se realizará entre el 6 y el 17 de octubre de este año.
Más allá de la novedad e importancia que implica esta iniciativa del Papa, está el hecho de que en el mencionado documento de trabajo se incluye un tema que durante siglos la Iglesia católica había considerado intocable: el celibato de los sacerdotes. Una sugerencia del capítulo IV, dedicado a la organización de las comunidades, propone lo siguiente:
Afirmando que el celibato es un don para la Iglesia, se pide que, para las zonas más remotas de la región, se estudie la posibilidad de la ordenación sacerdotal para personas ancianas, preferentemente indígenas, respetadas y aceptadas por su comunidad, aunque tengan ya una familia constituida y estable, con la finalidad de asegurar los sacramentos que acompañen y sostengan la vida cristiana.
La pregunta que se deriva de esta sugerencia es si el Papa ha querido aprovechar la oportunidad de la compleja problemática de la Amazonía para poner en debate un tema que ha estado en discusión desde los orígenes del cristianismo. De hecho, en el avión de regreso a Roma de uno de sus viajes respondió así a la pregunta de un periodista: “El celibato no es un dogma de fe; es una regla de vida que yo aprecio mucho, y creo que es un don para la Iglesia. No siendo un dogma de fe, siempre tenemos la puerta abierta para cambiarlo”.
El celibato en la Iglesia católica
Cuando Jesús de Nazaret caminaba junto al mar de Galilea e invitó a algunos varones a seguirlo para convertirse en pescadores de hombres y anunciar el reino de Dios, no les preguntó si eran solteros o casados. Tampoco los apóstoles exigían el celibato a quienes aspiraban a ser “epíscopos” de las comunidades recién creadas. San Pablo, que era célibe, reconoce que “mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo, pero cada cual tiene de Dios su gracia particular, unos de una manera, otros de otra” (I Corintios 7.7); aunque en su Epístola a Tito recomienda que “el candidato debe ser irreprochable, casado una sola vez”.
Con el paso del tiempo, se fue confundiendo la vocación al sacerdocio con la vocación al celibato. A inicios del siglo IV, en el concilio de Elvira (España), el canon 33° ordenaba la continencia total a los obispos, presbíteros y diáconos, tanto si eran casados como solteros. En el concilio de Nicea (actual Turquía) del año 325 se prohibía a todos los miembros del clero vivir con cualquier mujer, excepto la madre, una hermana o una tía.
Pero la práctica estaba lejos de lo ordenado por los cánones. En internet puede encontrarse una lista de papas que fueron casados, además de San Pedro; otra más larga de papas que fueron hijos de otros papas u otros miembros del clero; y otra de papas que tuvieron hijos ilegítimos. Serían interminables unas eventuales listas de reclamos por paternidad a obispos y sacerdotes a lo largo de la historia de la Iglesia.
La exigencia del celibato eclesiástico se consolidó en los concilios I y II de Letrán en la primera mitad del siglo XII, y en el de Trento a mediados del siglo XVI, que oficialmente se ha mantenido hasta el presente. Esto contribuyó al enriquecimiento de la Iglesia, ya que no se sentía obligada oficialmente a compartir sus feudos con los hijos de los sacerdotes u obispos. No ha ocurrido lo mismo en la Iglesia católica ortodoxa, con cerca de 300 millones de fieles en el mundo, en la que no se exige el celibato de sus popes y diáconos.
El Concilio Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII y realizado entre 1962 y 1965, significó un intento serio de la Iglesia católica por acomodarse a los cambios de todo tipo que se produjeron después de las dos guerras mundiales. Uno de esos cambios fue el proceso de desclericalización de la Iglesia, dando paso a un mayor protagonismo de los seglares, lo que condujo a que muchos sacerdotes entendieran que podían seguir prestando un gran servicio al mundo y a la Iglesia desde el estado laical. De hecho, durante el pontificado del papa Paulo VI fueron atendidas miles de solicitudes de sacerdotes de todo el mundo. Pero muchos miles más, cansados de esperar respuesta a su solicitud al Vaticano, decidieron abandonar el sacerdocio y casarse. Con ello, en muchas ciudades y, sobre todo, en zonas rurales de la mayoría de los países ha disminuido notablemente la presencia de sacerdotes.
¿Excepción a la regla o estrategia de cambio?
La visita del papa Francisco a Chile y Perú en enero de 2018 debió de ser para él oportunidad de contactar con realidades lacerantes.
En Chile, las denuncias de las víctimas del sacerdote Karadima y la defensa del obispo Barros -de la que después tuvo que retractarse- pusieron ante los ojos del mundo la terrible realidad de la pederastia protagonizada por muchos ministros de la Iglesia católica a lo largo y ancho del planeta.
Y en Perú, el día en que el Papa estuvo en Puerto Maldonado tuvo oportunidad de conocer el deterioro y degradación de sus tierras por la extracción incontrolada del oro de los ríos, la situación miserable en que viven los trabajadores y la condición de semiesclavitud en que viven miles de mujeres sometidas a la prostitución como consecuencia de la trata de personas. También pudo constatar la escasez de sacerdotes en la zona para atender a una población dispersa.
Pero la falta de sacerdotes en algunas zonas rurales alejadas de las ciudades no es una realidad nueva. Y no solo en la Amazonía. Hay pequeñas comunidades de la sierra del Perú en las que el sacerdote se hace presente solo una vez al año para celebrar la fiesta patronal.
Es válido, por lo tanto, preguntarse cuál ha sido la razón por la que un año después de esa visita del Papa a Chile y Perú, en el documento de trabajo para la preparación del Sínodo de los Obispos para la Amazonía se incluya la sugerencia de la ordenación sacerdotal de personas ancianas.
Tal como está redactado el texto citado arriba en letra cursiva, una posibilidad sería que la intención es hacer una primera excepción a la norma vigente, probar y evaluar si con ello se resuelve el problema, y en caso favorable extender después la experiencia a otras situaciones, tipos de población, territorios o países que el Vaticano considere oportuno.
La otra posibilidad la ofreció como en bandeja el papa renunciante Joshep Ratzinger, cuya trayectoria no ha sido precisamente progresista. Ya en 1970, cuando era profesor de Teología en Ratisbona, firmó junto con otros ocho sacerdotes un documento enviado a la Conferencia Episcopal de Alemania pidiendo una urgente revisión de la regla del celibato, teniendo en cuenta la escasez de sacerdotes en su país.
El papa renunciante sigue vivo y comparte la residencia en el Vaticano con el papa Francisco. Es probable que de los frecuentes encuentros entre ambos haya surgido la idea de que ya es el momento de abandonar normas propias de la Edad Media y retornar a los orígenes del cristianismo, cuando la vocación al sacerdocio no estaba amarrada a la opción personal por el celibato. Esto sería lo deseable, en cuyo caso pronto habría en la Iglesia sacerdotes célibes y sacerdotes casados, y quizás también –ojalá– mujeres sacerdotes, célibes o casadas.
Da la impresión de que Francisco ya está dispuesto a abrir la puerta para que lleguen los cambios.
Mariano Martínez Dueñas.
Bachiller en Teología por la Universidad de Salamanca. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Lima. Experto en Comunicación Social, en Capacitación Masiva y en Desarrollo Comunal en varios proyectos de la FAO en Perú, Honduras y Ecuador. Consultorías para capacitación de personal y formulación y evaluación de proyectos de desarrollo en Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México y Perú. Autor del libro “ESTE MUNDO AL REVÉS. Dimensión política de la fe cristiana”
Francisco sabe muy bien cuántos lo estamos esperando. Y creo que no se dejará intimidar por los que se niegan
a la evidencia. ¡Tanto lastre en Nuestra Iglesia, que no la deja ya flotar!
Completamente de acuerdo con que desaparezca el celibato actual y la masculinidad exclusiva.