Isabel Manrique Opinión

¿Qué mérito tiene Arlette Contreras?

“Estamos contigo, Adriano. ¡No al linchamiento mediático!” se podía leer en una de las pancartas de la vigilia que realizaron familiares y amigos de Adriano Pozo, quien recientemente ha sido sentenciado por el delito de tentativa de feminicidio contra Arlette Contreras.

Conocí a Arlette en una reunión. Nos volvimos amigas fácilmente, yo sin saber lo que ella había pasado, pese a lo mediático de su caso. Una vez que lo supe, además del cariño que ya le tenía, comencé a admirarla. Innumerables veces hemos debatido sobre su caso en el marco de las teorías de género que ella defiende y que yo no comparto, pero en algo siempre hemos coincidido: la lucha por un Perú con justicia efectiva y oportuna para todas las personas. Un Perú que hoy no existe.

Nuestro país ha visto horrorizado el video de julio del 2015, donde Adriano Pozo aparece arrastrando de los cabellos a Arlette Contreras por los pasillos de un hotel. Me pregunto cuántos saben que ella logró huir de la habitación porque, tras ahorcarla, su agresor la dio por muerta y en ese descuido ella pudo correr. Prueba contundente de ello es el certificado médico legal que señala los signos de digitopresión en el cuello, donde adicionalmente se encuentran mencionadas las heridas genitales y extragenitales en sus zonas íntimas tras el intento fallido de violarla; pruebas que posteriormente fueron manipuladas por los peritos durante el proceso judicial. En ese mismo proceso, otra irregularidad que no debe olvidarse, fue la amistad entre la Presidente de la Corte Superior de Justicia de Ayacucho y la familia Pozo Arias, que fuera denunciada oportunamente por Arlette por el presunto favoritismo que recibió su agresor producto de ese vínculo.

Han pasado ya 4 años y en este largo camino judicial se han evidenciado las profundas deficiencias que sufre el sistema de justicia peruano: la manipulación de pruebas, la influencia sobre los magistrados, la re-re-re-re victimización de la agredida, entre otras. Situación que nos lleva a concluir que frente a la vulneración de sus derechos, el ciudadano no tiene acceso a justicia efectiva y oportuna. Es decir, el Estado no está cumpliendo con el primero de los mandatos constitucionales: La defensa de la persona humana y su dignidad; no ha podido proteger los derechos humanos de una ciudadana y tampoco ha podido garantizar su acceso a la justicia. Deficiencias que, desde una perspectiva personal, no se relacionan a un sesgo de género, sino a problemas estructurales de nuestro sistema.

Ahora bien, ¿linchamiento mediático? Sí, el que recibe ella y ese sí es machista. No dejo de sorprenderme día a día con los comentarios vertidos por hombres y mujeres sobre el caso de Arlette. “¿Para qué va a un hotel?”, “seguro siempre le pegaba y ella se dejó”, “chateaba con otro mientras estaba en el cuarto con él”, “él descubrió que lo engañaba”. Prejuicios sin sustento cuyo fondo siempre es justificar al agresor, que no cuestionan el accionar delincuencial de Adriano sino que la cuestionan a ella y que la descalifican como mujer. Ese juicio social al que es sometida todos los días es devastador y agotador para cualquier espíritu humano, ese juzgamiento nos refleja como sociedad.

He visto de cerca los ataques en redes sociales que recibe Arlette, constantemente trucan fotos y hasta audios que pretenden desacreditarla. En búsqueda de justicia pero también de tranquilidad y seguridad, ella tuvo que dejar Ayacucho para mudarse a Lima. Pocos saben que su familia también ha sido objeto de acosos y amenazas. Denuncias varias, han habido, pero por lo general han sido sobreseídas. Los señalamientos públicos que intentan boicotear su lucha no han faltado desde diversas tribunas.

Ambas tenemos la misma edad, compartimos la misma carrera profesional y dejamos a nuestras familias en nuestra ciudad natal para venir a la gran ciudad. Pero, mientras yo lucho por hacerme un lugar profesional y académicamente, ella lucha porque se le reivindiquen los derechos humanos que probadamente le han vulnerado. Qué fuerte es. La más feroz de mis luchas no ha requerido ni la mitad de las fuerzas que ella ha invertido en la suya. Muchos preguntan ¿y cuál es su mérito además de que la conozcan porque le pegaron?, yo les respondo: Posiblemente hay casos de violencia más brutales y con peores consecuencias, y que seguramente también han devenido en impunidad; Arlette Contreras pudo ser uno más de esos, pero ella no lo permitió. No se calló. Y cuando más le negaron justicia, más levantó la voz. Tocó puertas, convocó gente, sumó voluntades. De alguna forma, ella se volvió la voz de muchos otros que por mucho tiempo callaron. Grande, Arlette.

Isabel Manrique.
Abogada. Fundadora del Círculo Académico “Paideia” de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UNASAM. Directora de Formación Juvenil, miembro del Consejo de Redacción de la Revista Testimonio y colaboradora de la Revista Pensamiento Social, del Instituto de Estudios Social Cristianos. Egresada de la Escuela Electoral y de Gobernabilidad del JNE. Becaria del programa Emerging Leadears en Washington DC de la Embajada de E.E.U.U. en Perú; y del programa de Formación Política de la Fundación Konrad Adenauer.

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