En estos días han comenzado a bajar las revoluciones y emociones en torno a los Panamericanos, que ojalá vuelvan a elevarse cuando se dé inicio a los Parapanamericanos y es pertinente volver sobre un tema crucial, antes que sea demasiado tarde.
Hay un gran legado que están dejando los Juegos Panamericanos. Interés en los jóvenes por una variedad de deportes diferentes a los tradicionales, un mensaje de unidad para sacar las cosas adelante, proponerse grandes retos y alcanzarlos. Entusiasmo, esperanza y muchas enseñanzas más.
Por todo esto, es importante volver sobre la impresionante infraestructura construida y puesta en valor para los juegos. Para evitar que suceda el mal ejemplo brasilero de hace tan pocos años en 2016, o el de Grecia tras los Juegos Olímpicos de 2004. Abandono, destrucción y escenarios sin utilizar.
Para que no se piense que esta es una visión alarmista me permito poner dos ejemplos de los que he sido testigo y protagonista en los últimos años.
Caso 1: El Estadio Nacional del Perú, promovido en su origen por la Beneficencia de Lima, fue inaugurado por el presidente Odría el 27 de octubre de 1952. A lo largo de los años fue varias veces remodelado, incluso para eventos importantes como la Copa América Lima 2004 y el Mundial de Fútbol Sub 17 Perú 2005. La última reinauguración fue el 24 de julio de 2011.
En el pasado proceso clasificatorio para el Mundial de Rusia la selección tenía que jugar un partido crucial contra Bolivia. Si perdía se despedía del sueño y si ganaba seguía en carrera. Todos los partidos de local Perú los había jugado en el Estadio Nacional y venía de 3 resultados favorables. Triunfos, ante Ecuador y Uruguay, y un empate ante Argentina.
Sin embargo, la “casa de la selección”, este escenario en el que parecía que nuestro seleccionado había recuperado la memoria, la esencia de nuestro juego y las ansias de triunfar, estaba alquilado para un concierto. Y nuestra selección tuvo que trasladarse al Estadio Monumental, en condiciones desfavorables, y enfrentar al combinado boliviano en una cancha en la que no estaban acostumbrados. En vano fueron los esfuerzos de la Federación Peruana de Fútbol, incluso ante el presidente de la República, para lograr que se reprograme o se cambie de escenario del concierto. La selección tuvo que cambiar de localía. Felizmente ganamos.
Caso 2: El Coliseo Eduardo Dibós Dammert, construido en 1989, meses antes de la realización del Campeonato Mundial de Voleibol Femenino Sub-20, en la época dorada de este emblemático deporte en el Perú.
Solo 22 años después pudo ser utilizado para otro mundial de vóley. Casi todo el año se encuentra alquilado para circos, conferencias o cualquier otra actividad no relacionada con el deporte.
Recuerdo que Frecuencia Latina, principal sponsor de la Federación Peruana de Voleibol, en el periodo comprendido entre 2009 y 2016, debía organizar 6 torneos internacionales al año y el Coliseo Dibós Dammert solo se podía utilizar para uno de ellos, y en temporada baja.
¿Cuál fue el común denominador en ambos casos de estos escenarios de propiedad y administración del Instituto Peruano del Deporte (IPD)?
Es muy evidente. La falta de recursos para el sostenimiento de los mismos, que ha obligado a la institución rectora del deporte en el Perú a alquilar sus diferentes escenarios para cualquier actividad, con el fin de obtener recursos para su sostenimiento, en desmedro del propio deporte.
Y el panorama en el interior del país es peor aún. Polladas, fiestas chicha, eventos religiosos y todo tipo de actividad extradeportiva en las instalaciones deportivas, son el día a día.
Falta de planificación sí, pero principalmente la ausencia de una política de promoción al deporte, de una intensa actividad deportiva en los colegios, que incluya la obligatoriedad de la educación física en la currícula escolar , ha complotado para que la demanda de estos escenarios a nivel competitivo, no permita que se auto sostengan.
Se necesita imperativamente generar alianzas público – privadas. Encontrar modelos de gestión que permitan que las empresas tengan la posibilidad de participar en la administración. Generar incentivos para el mundo privado que fomenten la inversión en el deporte. Si no se hace hoy ¿cuándo?
Sería lamentable que el titánico esfuerzo de los organizadores y la inversión de casi 1,400 millones de dólares, de los impuestos de todos los peruanos, se desperdicie por falta de previsión y acción. Es hora de actuar. El deporte solo genera valor y nos ayudará a levantar a nuestro querido país.
Guillermo Ackermann Menacho.
Desde hace más de 38 años me desempeño en la industria de las comunicaciones y el marketing, ejerciendo tanto en medios tradicionales, como radio y televisión, así como en la producción independiente de contenidos audiovisuales, documentales, videos institucionales, programas televisivos y radiales y publicidad. He sido productor ejecutivo de material realizado en 24 países. Desde mi juventud he estado involucrado en diversas iniciativas sociales, deportivas y religiosas, como gestor y voluntario. Soy un convencido que este mundo se puede cambiar y quiero ser protagonista.
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