Opinión Yang Chang

La cultura del descarte

Nuestra sociedad ha ido evolucionando en el tiempo, y ha traído nuevos patrones de consumo conforme las necesidades humanas han ido cambiando, y cosas de valor inconmensurables en su época como las especias hoy tienen un valor nimio. Esto es razonable en la medida que aquello de mayor disponibilidad tiene menor valor que aquello que es más escaso.

Otro componente importante de esa evolución son los atributos que buscamos en los productos que consumimos. Hemos pasado de comprar productos de necesidad básica y sobrevivencia a productos de ostentación y de diferenciación social, incluyendo compras por moda e imitación. Estamos en un punto donde las percepciones son más importantes que las realidades.

Con el paso del tiempo, estos patrones de consumo y de cambio se han ido acelerando. De tal manera que se llegan a comprar cosas que realmente no son necesarias, o descartando otras que todavía están en su ciclo de vida útil, consumiendo recursos de manera banal y superficial, y peor aún, generando en muy poco tiempo un enorme mercado de productos obsoletos y desechados, los cuales se convierten en un serio problema ambiental.

Esta cultura del descarte abarca todos los ámbitos de la producción y oferta de productos y servicios, generando altos grados de ineficiencia en la función de producción, y acompañado, por otro lado, por la incorrecta aplicación de las externalidades que se genera en los precios que se transfieren a los consumidores y apuntala el circulo vicioso de la inadecuada toma de decisión en el consumo de los productos.

Pensemos en los celulares que sacan un modelo nuevo cada 6 meses, lo que acelera más el uso de estos equipos, si a ello sumamos que las personas ya no tienen un sólo aparato, sino 2 o 3 o más equipo. Observaremos como se van acumulando equipos sin uso y de alto impacto contaminante. La regulación debería obligar al productor a asegurarse el retorno de los equipos que produjo (por ejemplo: recibir esos equipos viejos como parte de pago) y darles el tratamiento adecuado a estos equipos obsoletos.

En el otro extremo pensemos, en los empaques de los productos que consumimos. Los mismos se convierten en una pesadilla ambiental que termina destruyendo el hábitat de muchas especies, sino los tratamos adecuadamente. Los productores de los mismos deberían hacerse responsables de los productos que producen y su disposición final. En ese sentido, se debe incentivar la producción de empaques biodegradables y penalizar a los productores por mantener empaques eternos, que terminan acumulándose en los mares y ríos.

Tenemos que educar adecuadamente al consumidor para que sepa tomar las mejores decisiones posibles, para ello es importante que tenga conocimiento amplio de lo que implica el producto que está comprando y sus impactos medio ambientales y sociales cuando un producto se deshecha. Es responsabilidad de cada persona asumir las consecuencias de sus decisiones en la sociedad y el hábitat.

Mientras que, por el lado de la regulación, se debe tomar acciones sobre esos productos que se dejan de usar, y cuyo manejo adecuado debería estar en manos de quienes los producen; generando incentivos a los productos amigables con el medio ambiente y penalizando a lo de mayor impacto negativo. Con estos señalizadores se puede ser más eficiente en la producción y en la asignación de precios a los productos que se venden.

Yang Chang.
Mba por incae con especialización en finanzas y licenciado en economía por la universidad de lima. actualmente se desempeña como gerente general y director en globokas perú; director en agencias de cobros kasnet; vicepresidente del comité de administración de coopera (cooperativa de ahorro y crédito); catedrático en udep (universidad de piura) en temas financieros; y consultor de empresas.

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