Guillermo Ackermann Opinión

Las combis del siglo XXI

Recuerdo de pequeño cuando uno transitaba por la avenida Arequipa, en los antiguos “bussings” (amarillos) o en algún transporte particular había que cuidarse de los colectivos, que eran unos imprudentes al manejar.

Los colectivos eran generalmente unos vehículos enormes que parecían tener la fortaleza de un tractor y que podían albergar hasta 6 pasajeros, más el conductor. En términos criollos actuales uno tenía que “apearse” y estar bien pegadito al acompañante de turno.

El trayecto era único. Empezaba en la Av. Armendáriz en Miraflores, doblaba en Larco, toda la Arequipa y terminaba en la Av. Tacna en Lima.

El manejo era muy respetado por los otros conductores, ya que al chocarse con uno de estos “tanques” del transporte público, uno podía tener todas las de perder.

A fines de los setentas, inicios de los ochentas, la proliferación de los Microbuses, que ya tenían décadas circulando, y eran conocidos como “Micros”, como complemento a los Omnibuses, que eran del estado, los convirtió en los nuevos peligros del volante.

La 10 (el moradito), la 73 (con su color verde limón), el Covida (anaranjado), el Cocharcas – José Leal (azul con rojo), entre muchos otros, eran distinguidos por sus colores, e identificados por las rutas que seguían.

Pero eran despiadados en el manejo, se cruzaban de izquierda a derecha, se pasaban las luces rojas, con tal que ganar pasajeros, a los cuales acomodaban cual “sardinas” en sus deteriorados vehículos. Era raro encontrar un micro moderno, pareciera que se compraban viejos desde el primer día. Cuidado con que te cruces con uno de ellos, pues también llevabas las de perder.

Una década después se multiplicaron los taxis. Todos los desempleados, jubilados, universitarios con necesidad de hacer caja para seguirse pagando su carrera, rompían el chanchito, rascaban el “concolón” y se compraban su carrito para “taxear”. Y así apareció una nueva casta de “ases del volante”. Ofertando cincuenta centavos menos que su competidor, eran capaces de treparse en una vereda, atravesar el carro diagonalmente y quedarse parado con el semáforo en verde esperando un pasajero.

Esta etapa tuvo su culmen cuando aparecieron los tristemente célebres “Ticos”, que eran tan pequeños que con solo darles un toquecito podían darse vueltas de campana, cobrando muchas vidas.

Y llegaron plenos los noventa. Con la lacra del terrorismo instalada en la ciudad, el Perú pasando probablemente la peor crisis económica en su historia y siendo unos parias en el contexto internacional. Con muchísimo desempleo se da inicio a los procesos de privatización, que incluyeron incentivos para que los trabajadores dejen el aparato estatal y se las busquen por su cuenta.

Esa fue la partida de nacimiento de las combis, camionetas rurales, que tomaron el nombre del modelo de furgoneta de la Volkswagen de fines de los años 40 del siglo pasado.

Muy rápidamente este nuevo medio de transporte llegó a tener casi el 50% del transporte urbano de distancias cortas en la ciudad.

Pero con la enorme oferta llegó nuevamente la desesperación de ganar pasajeros y así en poco tiempo se convirtieron en las “combis asesinas”. Las combis tiñeron de sangre las pistas de la capital. Regularmente conducidas por un inexperto chofer y con un cobrador que hasta podía ser menor de edad, destrozaban todo el reglamento de tránsito. Choques, infracciones, caos, demoras, suciedad, malos olores, papeletas como cancha.

Las combis se convirtieron en el nuevo peligro de Lima. El impacto fue tan grande que hasta se creó un “meta lenguaje” y una manera de definir a la Lima del final del siglo como la Lima de la “Cultura Combi”. De la cual nos ocuparemos en otra ocasión.

He escrito esta larga introducción para llegar a la que considero la nueva amenaza de las calles de este siglo XXI: las motocicletas.

Vehículo ligero que ha invadido las calles como una marabunta. Si bien no son propiamente trasporte público, se usan mayoritariamente para servicio de “delivery”. Y podrían rápidamente convertirse en la mayor causa de accidentes en el día a día. No respetan las reglas. Se meten entre carro y carro. Se pasan las luces rojas. Compiten entre ellas. Cierran el paso. Se vuelan los espejos retrovisores. Permanente son atropellados o atropellan a los transeúntes. Hacen lo que sea para llegar a su destino, como si el mundo se estuviera acabando. La mayoría de choferes no tienen brevete especializado. Y son muy difíciles de interceptar. Un peligro latente. Estresante. Preocupante.

Gran reto de las autoridades de reglamentar el uso de este medio de transporte y de hacer respetar estas normas. Si no esta situación se puede convertir, una vez más en algo inmanejable.

Ojalá este artículo sea bien recibido y no “me manden la moto”.

Guillermo Ackermann Menacho.
Desde hace más de 38 años me desempeño en la industria de las comunicaciones y el marketing, ejerciendo tanto en medios tradicionales, como radio y televisión, así como en la producción independiente de contenidos audiovisuales, documentales, videos institucionales, programas televisivos y radiales y publicidad. He sido productor ejecutivo de material realizado en 24 países. Desde mi juventud he estado involucrado en diversas iniciativas sociales, deportivas y religiosas, como gestor y voluntario. Soy un convencido que este mundo se puede cambiar y quiero ser protagonista.

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