El mes de septiembre, en España, es el mes de los inicios: comienza el curso académico para todos los alumnos, desde la etapa infantil hasta la universidad. Comienza también el curso político y de nuevo se abren las puertas del Congreso de los diputados para iniciar la actividad política. Así sucede un año tras otro.
Ahora bien, en ocasiones las cosas no acontecen como se esperaba. Los españoles hemos celebrado unas elecciones hace cuatro meses y todavía, aunque están constituidas las Cortes, no hay gobierno, ni investidura del presidente. El presidente en funciones, Pedro Sánchez, no ha conseguido los apoyos suficientes tras la votación del mes de julio. Y lo peor de todo, parece que no ha trabajado lo suficiente para aunar los apoyos necesarios. El presidente en funciones, que llegó al palacio presidencial tras una moción de censura, no se ha empeñado suficientemente en la tarea que corresponde al candidato encargado de alcanzar la suma necesaria. La mayoría de los medios y sus comentaristas afirman que no lo ha hecho, porque lo que quiere Sánchez es repetir elecciones con la esperanza de mejores resultados para su partido, tal y como apuntan las encuestas. Sus intereses particulares se anteponen a los intereses del país, paralizados los presupuestos y tantas otras cuestiones.
Atrás quedaron los tiempos en los que los políticos eran hombres de Estado, cuando el interés general y los ciudadanos eran lo importante. Hoy, “la política de la nada” está centrada en el interés particular, en el corto plazo, en la encuesta del mes que viene y, lo peor, en la falta de proyecto de futuro para el país.
Mientras tanto, nuestro presidente de gobierno en funciones, se entretiene presentando un documento con 300 propuestas. Un documento que más bien parece una idea para la campaña electoral, más que un acuerdo de gobierno, que es lo que debería corresponder dadas las circunstancias. Un papel más para plantear propuestas que se escriben no precisamente para cumplirlas, propuestas entretenidas para controlar los tiempos de la política de la nada.
Este tipo de actos se programan el mismo día en el que conocemos la peor cifra de empleo en un mes de agosto desde hace más de 10 año. Cuando España ha registrado la mayor caída de empleo en un mes de agosto y los indicadores reflejan una incertidumbre económica, la tramoya del palacio de la Moncloa monta una puesta en escena para desviar la atención y para abrir, por la puerta de atrás, la campaña del presidente en funciones, para centrar la atención en el pan y circo (panem et circenses que decía Juvenal) para controlar los medios, los calendario y a la opinión pública y publicada.
La falta de proyecto de país debe siempre enmascararse con fuegos artificiales que hoy suelen ser eventos que facilitan la visibilidad, el foco, a falta de ideas y proyectos que consensuar seriamente con los adversarios políticos. Enmascarar y maquillar son los verbos que mejor conjuga Pedro Sánchez. Para decir que hace lo que no hace, ni pretende hacer.
Algunos añoran aquellos políticos de altura, que con diferentes puntos de vista se sentaban juntos en la misma mesa —como sucedió en los años 70 de la transición española— y que fueron capaces de dialogar y consensuar pensando en el futuro de España. Venían de diferentes sitios, tenías ideologías muy distintas, profesiones dispares, pero una altura de miras de la que hoy carecemos. Hombres de Estado que anteponen el interés general, el futuro real del país y sus ciudadanos por encima de los torticeros intereses individuales.
Pero ahora estamos en la era de la política de la nada: marear la perdiz; hacer que voy y vengo; decir que quiero dialogar pero no sentarme a hacerlo; controlar el calendario desde una posición ventajista y, lo más grave, utilizar la presidencia en funciones para mi propio interés personal. El presidente se olvida de que los ciudadanos le votaron para justamente lo contrario: olvidarse de sí mismo en pro del interés del país.
Pero me temo que así los tiempos en la política de la nada y no es exclusivo de España.
María Palma Peña Jiménez.
Doctora en Comunicación por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (España). Licenciada y Máster por la Universidad de Salamanca. Directora del Máster Universitario en Protocolo, Comunicación Institucional y Organización de eventos y Coordinadora a su vez del Grado en Protocolo, Organización de eventos y Comunicación de la URJC. Autora de numerosos artículos científicos centrados en el análisis pragmático del discurso, sobre todo del discurso político, la comunicación política y la educomunicación.
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