Para el tema que nos ocupa, permitirme hacer una breve referencia a la etimología de las palabras que son título del artículo, a fin de contextualizarlo. La palabra optimismo viene del adjetivo latino optimuus, que significa muy bueno o buenísimo. El término inteligencia proviene del latín intelligentia, que a su vez deriva de inteligere, en su etimología: intus (“entre”) y legere (“escoger”) hace referencia a quien sabe elegir, es decir, la inteligencia permite elegir las alternativas más convenientes para la resolución de un problema.
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, el optimismo se define como la “predisposición a entender y analizar la realidad desde su aspecto más positivo”. Por ende, podemos decir que la persona optimista es alguien que, usualmente, tiene buen humor, es perseverante, se siente motivada y que además tiene buena salud.
Pero, el optimismo, se aprende o se nace con él?. Como observadores del comportamiento humano, encontramos dos grupos de personas: por un lado, aquellas personas que desde la niñez han mostrado tendencia a mirar su entorno con una sonrisa y a relacionarse de esa manera, proyectando ánimo y entusiasmo, independientemente de las condiciones que las rodean, siempre desde una perspectiva positiva.
Por otro lado, están las personas que, a pesar de los obstáculos surgidos en sus vidas, han desarrollado estilos de afrontamiento positivos, saliendo fortalecidas de las situaciones al asumirlas como una ocasión de aprendizaje.
El término Optimismo Inteligente viene enmarcado en la Psicología Positiva del Dr. Martin Seligman (Universidad de Pensilvania). En consecuencia, el optimista inteligente valora y agradece lo que tiene y ha logrado; posee la capacidad para ver las situaciones difíciles de manera realista y positiva, identificando y eligiendo los recursos internos y externos adecuados para su solución, en la medida de sus posibilidades.
En consecuencia, el optimismo es una actitud que podemos elegir, adquirir, aprender y mejorar, y puede convertirse en un hábito de pensamiento positivo. Las dificultades y problemas no van a desaparecer, pero nuestra manera de actuar será la que señalará la diferencia entre quedarnos paralizados o continuar, aprender y adaptarnos a las circunstancias que nos toquen vivir.
Así es, se trata de mantener la mente abierta al aprendizaje continuo y permanente:
“Los errores no son fracasos, son experiencias que nos van enseñando a vivir” (J.D.D.)
Coincidiendo con el escritor y comunicador Colombo, acá os dejo unos consejos que resultan útiles para mantener un optimismo inteligente:
- Tener siempre proyectos y metas, mantenerse activos
- Utilizar frases positivas y asertivas: “voy a hacerlo”; “hoy será un gran día”; “aunque no resulte como deseo, aprenderé de la experiencia”.
- Pensar en soluciones .
- Escuchar música alegre y motivadora.
- Ser agradecido con lo que tienes.
- Evitar ambientes tóxicos, reconociendo el daño que la negatividad te hace.
- Ser capaz de sacar un aprendizaje de cada situación que toque vivir
Por complicado que veas tu entorno, atrévete y asume una perspectiva optimista inteligente, recuerda que el optimismo es contagioso, por ello, promueve actitudes positivas, contagia y déjate contagiar.
“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento” (V. Frankl)
“Elige cuál será tu actitud cada día,
eres el dueño de tus acciones y éstas definirán tu vida” (J.D.D.)
Jacqueline Alejandra Dolores Dagnino.
Licenciada en Psicología, Universidad Femenina del “Sagrado Corazón”. Directora de la Escuela Profesional de Psicología de la Universidad Femenina del Sagrado Corazón (2016 -Febrero 2018)
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