La empresa “Mars” conocida por sus barras de chocolate y otros productos incluyendo té, café, comida para mascotas, emplea 80,000 personas, tiene 160 fábricas y un capital de 35,000 millones de dólares.
Hace más de una década “Mars” inició una “revolución” con consultores, en su mayoría, franceses para conciliar sociedad, medio ambiente y economía teniendo ganancias y dando bienestar a sus empleados y familias.
“Mars” recortó sus beneficios entrando a un enfoque al que llamó “economía de la mutualidad”, significando que los beneficios serían más compartidos entre los trabajadores, los inversionistas y el medio ambiente.
Podríamos decir que el desarrollo sostenible lo percibe “Mars” como: cuidar los recursos naturales, mejorar la eficiencia en la innovación continuando con capital suficiente que pueda repartirse más equitativamente y tomando en cuenta la naturaleza.
Este caso se relaciona con lo que Jeremy Rifkin en “la tercera revolución industrial” expresa; “….solamente cuando comencemos a pensar en una familia extendida y mundial que no comprenda sólo a nuestra propia especie sino también a todos los compañeros de viaje en este hábitat evolucionista que es la tierra, seremos capaces de salvar a nuestra comunidad biosfera y de regenerar el planeta para nuestros descendientes”.
Es evidente las bondades de la ética y la responsabilidad global. El caso “Mars” así lo contempla cuando centra su visión en cuidar el planeta, haciendo transformaciones desde la naturaleza hasta el producto a través de cadenas respetuosas.
Recordemos, por contraste el calentamiento global, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación de la tierra, del agua, el deshielo de los glaciares… pensemos que todos los comportamientos nocivos contra el medio ambiente atentan contra la salud, producen pobreza y van en contra de los derechos humanos. Y ello implica preocupación y accionar mundial.
Reflexionemos sobre la tala de bosques, el narcotráfico, la minería ilegal, el contrabando de armas, la trata de personas y por supuesto la corrupción. Todos “escalan” y atentan contra tres indicadores básicos: prosperidad, alegría de vivir y calidad del medio ambiente.
El reino de Bután, en los himalayas, en extensión similar a suiza y con 700,000 habitantes inventó el enfoque de la “felicidad nacional bruta” (fnb= “sentirse feliz”) refiriéndose a indicadores de riqueza social, muy ligada está a las horas de voluntariado que alguien ejerce y que al ser intangible debe permanecer como esencial. Bután en los últimos años ha aumentado su superficie de bosques y camina hacia volverse emisión “0” de carbono en veinte años. La venta de tabaco está prohibida y la salud y la educación son gratuitas. Se enfatiza en la meditación y en la paz. “la felicidad forma parte de un enfoque holístico de desarrollo”.
¿Podríamos imaginar un Perú, una región, un distrito, un territorio o comunidad, el Callao por ejemplo, o La Victoria, u Orongoy caminar a un cambio como el de Bután? ¿Existen ya en el Perú empresas similares a “Mars”?
¿Qué impediría que deje de ser una utopía?: la corrupción, los conflictos del ego (luchas por el poder) y la falta de preparación para gestionar y trabajar en equipos interdisciplinarios y articulados llevando a escala lo que funciona.
¿Qué ayuda a la transformación? : Sistemas transparentes, trabajo en equipo desde la valorización de los aportes del otro, acceso a información veraz, aprendizaje continuo y humildad.
Remontémonos a séneca (siglo 4 a.c.) “no es que no nos atrevamos a hacer las cosas porque son difíciles. Son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”.
Carmen Masías Claux.
Directora Ejecutiva de Cedro. Ex jefa de Devida. Psicóloga con máster en Terapia de Familia. Estudió administración, desarrollo de proyectos y desarrollo comunitario. Estudió crítica de cine.
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