Opinión

Políticos mutantes

En la historia de la literatura hay ejemplos famosos de metamorfosis, la Metamorfosis de Ovidio, por ejemplo. La voz griega “Metamorfosis” significa transformación y Ovidio nos va describiendo los cambios que sufren las diferentes divinidades para conseguir sus objetivos. Esta obra ha inspirado a diferentes artes, desde la pintura como vemos en Rubens o Velázquez, hasta la música de Benjamin Britten quien escribiera “Seis metamorfosis de Ovidio” para oboe.

Otra famosa metamorfosis es la de Kafka. Gregorio Samsa, su protagonista, se despierta convertido en una especie de escarabajo y a partir de ahí su vida de bicho le aísla del mundo encerrado entre las cuatro paredes de su cuarto. A partir de ese momento, su familia anhela su muerte como solución del cambio. El título en alemán es “Die Verwandlung”, ya que verwandlung significa cambio, trasformación, conversión, mutación, en definitiva. En la literatura infantil las calabazas o los sapos se convierten en príncipes. El cambio es una figura interesante en el terreno literario, donde la creatividad y la imaginación justifican casi todo.

Ahora bien, el mundo literario o artístico juega bien en ese terreno, donde los cambios o mutaciones son posibles o incluso recomendables para fomentar la imaginación. La política debería ser otra cosa y no moverse en el mundo de la ficción, pero observamos continuamente mutaciones obscenas. Ya se sabe, donde dije “digo” digo “ahora, Diego” porque sencillamente no tengo pudor alguno en afirmar justamente lo contrario de lo dicho. Todo sea para ganar votos. Y aquí es donde podemos encuadrar “La mutación de Sánchez”, que no es el título de una novela o de una obra de teatro, sino el cambio de discursos de nuestro actual presidente en funciones, que casi de la noche a la mañana ha cambiado su discurso de manera radical y nos dice: “Ahora, España” el que llegó al poder apoyándose en independentistas y otros aliados. El adverbio era necesario para centrar el cambio de discurso, ya que nunca había defendido el conjunto, a todos los ciudadanos por igual, a España.

Entonces ¿a qué este cambio brusco al modo de Gregorio Samsa?, ¿por qué defiende lo que ha negado de manera continua y contundente?, ¿de dónde esta conversión, esta mutación?, ¿acaso piensa alguien que se despeinan al afirmar lo contrario de ayer?, ¿acaso creen que sienten vergüenza por negarse a sí mismos? Esto sería suponer que tienen coherencia, programa, ideas claras o responsabilidad…

El discurso político, claro está, no es el discurso de la verdad, sino más bien el de la posibilidad. No es el discurso de la coherencia, sino el de la oportunidad. No es el discurso de la credibilidad, sino más bien el de la conveniencia. Se llaman elecciones y hay que conseguir votos, pescando en todas las aguas y ahora, eso ahora, que no antes ni lo será después, ahora mientras necesito los votos me transformo en escarabajo o en narciso, en lo que haga falta.

Al más puro estilo del Humpty Dumpty que apuntó Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas…
Cuando yo uso una palabra —insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso— quiere decir lo que yo quiero que diga, ni más ni menos.
La cuestión —insistió Alicia— es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
La cuestión —zanjó Humpty Dumpty— es saber quién es el que manda…, eso es todo.

MaríaPalma Peña Jiménez.
Doctora en Comunicación por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (España). Licenciada y Máster por la Universidad de Salamanca. Directora del Máster Universitario en Protocolo, Comunicación Institucional y Organización de eventos y Coordinadora a su vez del Grado en Protocolo, Organización de eventos y Comunicación de la URJC. Autora de numerosos artículos científicos centrados en el análisis pragmático del discurso, sobre todo del discurso político, la comunicación política y la educomunicación.   

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