Los españoles han acudido el domingo día 10 de noviembre de nuevo a las urnas.
Lo habían hecho en abril, pero los resultados y sobre todos los políticos no han ejercido su responsabilidad como hubiera cabido esperar y el presidente en funciones, Pedro Sánchez, animado por sus asesores a repetir porque los sondeos le auguraban mejores resultados, comenzó a trabajar en esa repetición electoral casi desde el primer momento.
A muchos ciudadanos hemos oído decir que ellos ya votaron y ejercieron su derecho, que ahora cumplan con su deber aquellos que se presentan como candidatos y esto sencillamente augura una participación más baja, como ha sucedido, aunque el porcentaje se auguraba aún peor.
Candidatos irresponsables que no trabajan para el futuro de todos y cada uno de los españoles, sino que anteponen sus propios intereses, son los que nos han llevado de nuevo a las urnas este 10 de noviembre. Gobernantes que anteponen intereses particulares y de partido, con miras cortas y sin sentido de Estado.
Los resultados presentan un panorama más desolador aún que el anterior. Un escenario más inestable y fragmentado. Donde un partido como Ciudadanos, que llegó a la escena política con la bandera de la nueva política regeneracionista se ha quedado con una representación de 10 diputados y ha perdido nada menos que 47 escaños desde abril; Unidas Podemos, el otro partido de la nueva política ha perdido 7 diputados con respecto a la anterior convocatoria y el que más crece, el gran ganador en cifras es Vox que se posiciona como tercera fuerza política, detrás del PSOE y el PP. Pedro Sánchez, el convocante, ha perdido 3 diputados, pero más de 750.000 votantes.
Si no se hace una gran coalición, como por ejemplo en Alemania, y se unen PSOE y PP en un proyecto constitucionalista y centrado en los intereses de la mayoría de los españoles, el panorama solo puede derivar en un modelo Frankenstein, como acuñara en su día Alfredo Pérez Rubalcaba, quien fue vicepresidente del gobierno socialista con Zapatero y fallecido recientemente. Llamaba Rubalcaba gobierno Frankenstein al hecho de que el PSOE se uniera a partidos separatistas como ERC (Esquerra Republicana de Cataluña) y otros parecidos, lo que no sería beneficioso para la mayoría de ciudadanos, porque sabemos por experiencia que los separatistas quieren más para ellos y hambre para los demás. Ciertamente Pedro Sánchez tiene que elegir entre una gran coalición por la vía constitucionalista o los amigos Frankenstein que llevarán al desastre a España. El señor Sánchez, que nos ha metido en este berenjenal, debería ser responsable y apartar sus intereses más particulares y pensar en el futuro de España. Hasta ahora no lo ha hecho, pero esperamos una reflexión. España no se merece un gobierno Frankenstein y sus ciudadanos esperan de sus políticos altura de miras.
Incapaz de formar gobierno y de llegar a acuerdos, el señor Sánchez nos ha llevado a un escenario ingobernable o peligrosamente gobernable. Cree que llegar a acuerdos supone que “los otros” le den siempre la razón. Cree que él es más guapo.
Desconoce que los hombres de Estado tienen la mirada larga y espíritu de concordia.
O tal vez quiere que votemos hasta que les gusten o le vengan bien los resultados.
¿Hasta cuando, ¡oh Catilina!, abusarán de nuestra paciencia?
María Palma Peña Jiménez.
Doctora en Comunicación por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (España). Licenciada y Máster por la Universidad de Salamanca. Directora del Máster Universitario en Protocolo, Comunicación Institucional y Organización de eventos y Coordinadora a su vez del Grado en Protocolo, Organización de eventos y Comunicación de la URJC. Autora de numerosos artículos científicos centrados en el análisis pragmático del discurso, sobre todo del discurso político, la comunicación política y la educomunicación.
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