Una práctica muy común en el ser humano es tirar la piedra y esconder la mano, o mirar la paja en el ojo ajeno y no mirar la viga que uno tiene en el propio.
Hoy en día vivimos en una época de los eternos indignados. De los que viven rasgándose las vestiduras cada día. De aquellos que utilizan las redes sociales, las infalibles redes sociales, para expresarse y mostrarse con una integridad monolítica capaz de juzgar y condenar lo que le venga en gana.
No importa la legalidad de las cosas. No hace falta que se siga y respete un proceso. Mi juicio es el que vale. No tengo que investigar, informarme, ni buscar pruebas. Hoy te declaro culpable. Pero curiosamente con los mismos criterios también te puedo declarar inocente, o hacerme el de la vista gorda, si me conviene o no.
Hemos pasado de ser voz escondida, oculta, a tener una plataforma masiva, expuesta, en la que, además, nos creemos, que ya al emitir nuestro veredicto, toda la ciudad, el país y el mundo, están al tanto de lo que hemos dictaminado. Las redes sociales nos han convertido en sanguinarios justicieros… en nuestros entornos.
Me parece importante destacar dos aspectos.
En primer lugar, es completamente válido que cada uno tenga su propia opinión y que muchas veces signifique que ella difiera de la que pudiese tener el de mi costado. Pero existe la visión totalitaria de imponer la misma, a como dé lugar. Con agresividad, violencia y a cualquier costo. Aplastando al que discrepe de lo que yo pienso. Y atacando, muchas veces, no a la idea diferente, sino a quien la emite. Descalificando a la otra persona por lo que piensa y no por lo que es, o hace.
Desde mi punto de vista, eso reafirma otra falsa idea: Yo tengo una superioridad sobre el resto. Mis ideas son las correctas y todo aquel que no las comparte está equivocado. Tengo el derecho real a expresarme, así sea a costo del mismo derecho real de expresarse del otro.
Estamos cerrados a escuchar, reflexionar, confrontar y por tanto a la posibilidad de construir ideas mejoradas y consensuadas a partir de ello.
Ni siquiera tenemos la capacidad de preguntarnos si esta “idea” que exponemos, está de acuerdo a lo que vivo. Si realmente soy coherente con lo que digo o escribo, o vivo una dicotomía, en la que soy tajante, radical para expresarme, pero muy pusilánime para mi vida cotidiana. Es buen castellano, ¿me pregunto si yo manejo un doble discurso?
Un segundo aspecto que quisiera resaltar es sobre las plataformas que utilizamos, que hoy básicamente son digitales. Y con esto corro el riesgo de convertirme en “pinchaglobos”.
Seamos claros a nosotros nos leen, las personas que tenemos como “amigos”, “seguidores”, “followers” o como les llamemos. El común de los mortales No somos “influencers”, ni líderes de opinión. Es decir, cada vez que publicamos un post en el facebook, un tweet en el twitter, o una historia en Instagram, el alcance que tenemos es nuestro entorno, y con suerte alguna publicación será compartida por un tercero que a su vez llegará a su propio círculo.
Realmente nos hemos interiorizado la idea que la extralimitación de las redes permite que cada mensaje nuestro llegue al mundo entero. Nos hemos creído que nuestras ideas recorren y se debaten en diversos foros. Y nos sentimos completamente empoderados.
Pero lamento decir que No. No es así. Ojalá si quiera nuestros amigos o seguidores nos lean. Y quizá alguno de ellos comparta nuestro escrito, después de haberlo leído.
Coherencia y “ubicaína”. Una dosis de realidad nos viene bien para entender que un buen camino para la vida es intentar vivir lo que pregonamos de una manera sincera y abrirnos a convivir con nuestro prójimo, con la mente y el corazón abiertos para construir un mundo y un país mejor.
Dejemos de juzgar y prejuzgar y seamos mejores personas, situadasen nuestro propio contexto.
Guillermo Ackermann Menacho.
Desde hace más de 38 años me desempeño en la industria de las comunicaciones y el marketing, ejerciendo tanto en medios tradicionales, como radio y televisión, así como en la producción independiente de contenidos audiovisuales, documentales, videos institucionales, programas televisivos y radiales y publicidad. He sido productor ejecutivo de material realizado en 24 países. Desde mi juventud he estado involucrado en diversas iniciativas sociales, deportivas y religiosas, como gestor y voluntario. Soy un convencido que este mundo se puede cambiar y quiero ser protagonista.
Considero correcto y acertado lo que dice. En las redes sociales existe una enorme intolerancia y brutalidad al expresarse, no en todos, pero en un porcentaje muy apreciable.