Las comunicaciones, están íntimamente asociadas con las estructuras de poder y su manejo. En las últimas décadas, quien tenía “la sartén por el mango” era el emisor de los mensajes. Hoy, la comunicación tiende a ser “de doble vía” y el receptor es también emisor teniendo opiniones y réplicas. Detrás de ello hay estructuras sociales. Las formas de control institucionales van cambiando, desplazándose y el rol de las redes sociales es protagónico.
La información también es guardada y constituye parte de la historia. Los cambios mediáticos se aceleran y “obligan” a construir nuevas informaciones, por ejemplo, se ha creado la telecomunicación (o comunicación a distancia) y surge el paradigma digital que se encuentra en cualquier parte y que multiplica la información y los grupos que la consumen y comparten.
¿Puede, nos preguntamos, la academia ir al ritmo necesario respecto a la tecnología y la difusión oportuna? ¿Continuar con su rol de veedora o garante del conocimiento? La academia ha estado siempre para generar conocimiento confiable, probado a través de un proceso científico. Y luego verterlo en la educación. Hoy sufre, frente a las nuevas formas así como ha experimentado la prensa cambios dramáticos aunque hasta hace pocas décadas era la gestora de “la noticia única”.
La información está en todas partes; abruma, satura. Se comparte y van naciendo nuevas versiones y distorsiones de la noticia, en la medida que puede interpretarse de distintas maneras. O incluso manipularse desde su origen. Pero, al mismo tiempo se democratiza el opinar, el responder y la misma aprobación no es de unos cuantos sobre pocas versiones, si no de muchos frente a similares o diferentes respuestas.
Se fortalece, felizmente, un periodismo científico. Es decir, comunicadores y periodistas que se especializan en la divulgación de la ciencia a través de los medios de comunicación incluyendo las redes sociales. Tenemos en el caso de peruanos por ejemplo a Tomás Unger quien divulga la ciencia a través de un periodismo serio. Asimismo, podemos citar al Dr. Elmer Huerta quien a través de la radio y la prensa, pero también de las redes sociales, comparte conocimientos y hallazgos recientes científicos de modo amigable.
Este periodismo científico está ganando, en el mundo, un lugar. Citemos a Antonio Martínez Ron, español, en alguna de sus expresiones respecto al mismo: “es más fácil, en la actualidad, interesar a lectores, en los temas científicos pues hay descubrimientos, por ejemplo, en el campo de la medicina que pueden ser asequibles a personas comunes. La tecnología y las redes sociales producen hoy un cambio en la relación entre quienes escriben como profesionales y aquellos que se interesan en la ciencia.
La ética está reñida con la publicación de las “fake news” (noticias falsas), en todos los campos. También en lo que respecta a la ciencia. Por ello, una buena divulgación científica contrarresta la mentira. Decir, por ejemplo, que hay medicinas “milagrosas” que curan cualquier enfermedad, plantear que las vacunas son dañinas o que no existe el cambio climático, requiere el contrapeso de una difusión veraz con evidencias.
Pita, genetista y biólogo de la universidad autónoma de Madrid expresa que las noticias falsas dañan mucho a la ciencia porque esta tarda en generar evidencias, a diferencia de los argumentos políticos que se explicitan con rapidez y en muchos casos sin reflexión suficiente.
Según estudios del instituto de tecnología de Massachusetts las noticias falsas tienen un 70% más de probabilidades de ser retuiteadas.
Es importante, por ello, “vender” bien la ciencia, de manera amigable, que sea sentida útil por el receptor. Asimismo, poner al alcance el conocimiento y los avances tecnológicos, no como un asunto sólo de “ventas” si no como algo que debe ser asumido como herramienta útil en nuestras vidas.
Carmen Masías Claux.
Directora Ejecutiva de Cedro. Ex jefa de Devida. Psicóloga con máster en Terapia de Familia. Estudió administración, desarrollo de proyectos y desarrollo comunitario. Estudió crítica de cine.
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