Los acontecimientos de los últimos días deberían ser analizados a través de un estudio sociológico, que nos ayude a entender, bajo la perspectiva de los valores, la actitud de un grupo importante de peruanos que indignados se han manifestado contra la vacancia e incluso han salido a las calles a protestar, sin saber que lo hacen, al lado de grupos organizados que aprovechando la emoción social de nuestros jóvenes promueven desmanes y violencia, con el fin de desestabilizar políticamente la democracia en nuestro país.
Los jóvenes tienen todo el derecho a protestar. Su reacción es un válido sentimiento o resentimiento que, manipulado, pone en riesgo la vida de inocentes que se exponen a la represión de la violencia, ante la provocación de agitadores infiltrados que buscan victimizar y santificar el terror.
Los hechos parten de la decisión del Congreso de vacar al presidente Vizcarra que, acorralado por consecutivas denuncias de supuestos actos de corrupción, no pudo convencer a los congresistas, para que “la dictadura de sus votos” no lo sacaran de Palacio de Gobierno.
En este hecho y en otros anteriores, se percibe una crisis de valores que lleva a pensar que, a pesar de los indicios de actos ilícitos, la gente es selectiva en dar el beneficio de la duda según la simpatía o antipatía con el denunciado. Lo que demuestra que a pesar de todo lo visto, leído y escuchado, le siguen creyendo. A tal extremo que es fácil inferir que se ha producido el efecto: “miente, pero le creen”.
El denunciado, ahora vacado e investigado, parece que está cosechando en estas violentas protestas, las horas invertidas hablando en televisión a un auditorio cautivo al que le “machacaba” a diario, todo lo que hacía para cuidar y proteger la vida de millones de peruanos. Al salir a protestar la gente, ha salido a defender al presidente “protector”, pero no toma en cuenta que por su gestión somos el “mejor” país del mundo en muertes por millón de habitantes. Tampoco se molestaron cuando con mentiras los convenció que en la pandemia las pruebas rápidas habían sido la mejor opción disponible en la relación calidad/precio para justificar no haber comprado las “escasas” pero efectivas pruebas moleculares.
Si comparamos la magnitud de los hechos, no entendemos por qué los grupos organizados no se mostraron igual de indignados cuando miles de pacientes morían esperando ocupar una de las cinco mil camas UCI que prometió y que hasta ahora no llegan ni a dos mil. Tampoco los vimos protestar en sus activas redes sociales cuando rechazaron el oxígeno que regalaba la Southern Perú, que hubiese ayudado a oxigenar a miles de peruanos, que murieron sin siquiera intentarlo.
Para la mayoría de nosotros ha sido una sorpresa el resultado de la votación. Pero analizando las causas, creo que el señor presidente estaba buscando que lo vaquen. Sabía que era una mala estrategia retar a los congresistas afirmando que más de la mitad de ellos estaban siendo investigados por la justicia. También sorprendió ver el día anterior al debate a una apresurada fiscal llegar a una clínica en la que estaba internado el presidente de un partido político, para notificarle su detención preliminar. Asimismo, llamó la atención el comunicado de Urresti, que en solitario anunciaba asustado la decisión de votar en contra de la vacancia, que no fue la posición de su partido. Todos estos actos eran señales de advertencia para todos aquellos, que teniendo “chicharrones” con la justicia, se atrevieran a votar a favor de la vacancia. Pero parece que, al enterarse de la orientación final de los votos, terminó siendo parte de un guion adaptado de forma premeditada para irse victimizado, dejando claro que, habiendo tenido la opción de apelar a otras instancias, magnánimamente decidió no hacerlo.
Sin embargo, al día siguiente de la vacancia, apenas juramentado el nuevo presidente, las cámaras captaron una preocupante declaración del vacado presidente, que deslizaba sus dudas sobre la legalidad del mandato del nuevo gobernante, porque aún faltaba se pronuncie el Tribunal Constitucional y dejaba entrever la falta de legitimidad del nuevo gobierno porque no contaba con el apoyo del pueblo.
Preocupa la actitud de Vizcarra que, al victimizarse, estaría buscando la adhesión del “pueblo”, abriendo así la posibilidad que grupos de izquierda, al mismo estilo de Chile, promuevan el caos y la violencia en nuestro país, para utilizar el “descontento” como excusa para pretender cambiar la Constitución. ¡No caigamos en el juego!
Parece también que irresponsablemente, algunos periodistas identificados con su causa, se han convertido en los mejores promotores para incitar a la gente a tomar las calles. Esperemos que se imponga la cordura, reflexionemos valorando en toda su magnitud los hechos, para que el Tribunal Constitucional no ponga en peligro la democracia reponiendo a un presidente vacado.
¡La Constitución y la verdad se tienen que respetar!
Luis Otoya Trelles.
Comunicador con 42 años en la publicidad y el marketing. Columnista de VOX POPULI y DIARIO EXPRESO. He sido: Director de la APAP, Director de United Way International Perú, Presidente del Tribunal de Ética de la SNRTV, Presidente y fundador del Consejo Nacional de Autorregulación Publicitaria (CONAR). Director Divisiones Menores de Alianza Lima. Soy una persona libre que persigo mi sueño de contribuir con mi país, He decidido participar activamente en política asumiendo el riesgo de terminar frustrado y salir chamuscado en el intento.
Muy bueno y verídico tu artículo
Fuerte abrazo