La opinión pública en países donde los receptores de los mensajes no tienen la capacidad de analizar las situaciones que ocurren cada día por su propia inteligencia, se convierte en muy frágil y fácil de ser dirigida hacia conclusiones muchas veces basadas solamente en las informaciones interesadas que reciben de los medios de comunicación tradicionales.
En las redes sociales deben aparecer también los llamados ‘troles’, quienes disfrazados con nombres falsos y utilizando decenas de cuentas, contribuyen con mucha fuerza para redondear lo que buscan obtener de ella.
De esta forma, la cabeza o responsable de dichos mensajes logra que la gran mayoría en dicha nación acepte como verdad lo que recibe a través de los diarios, radios, canales de televisión y las diferentes redes sociales. Una población incapaz de pensar por sí misma es presa del bombardeo constante de lo que escucha, lee o ve.
Los textos, las imágenes y los audios son manejados por expertos en comunicaciones y los receptores, sin un mínimo conocimiento sobre algún hecho histórico, aceptan sin chistar estos dardos lanzados con mala intención y no con imparcialidad periodística y modifican el comportamiento.
Más aún, si los medios y sus periodistas reciben cuantiosas cantidades de dinero del interesado, defenderán sus intereses económicos o de otras índoles que rodean esta relación emisor – mensaje – receptor.
Los tratados internacionales sobre la libertad de expresión y de prensa son claros al respecto. Todos ellos son muy puntuales acerca de este derecho humano, que se ha ganado durante una dura batalla de cientos de años. Somos libres de opinar y expresarnos como mejor nos parezca. Los periodistas nos lo hemos ganado.
Pero, así como esta libertad es sagrada, la labor periodística objetiva, decente, moral e imparcial es la base fundamental para que la opinión pública se forme no sólo con informaciones, sino antes que nada con contenidos educativos, para que, de esta forma, los receptores sean también libres de ser dueños de sus propias posturas.
Es en este momento, en el cual estamos seguros de señalar que los ciudadanos poseen el derecho de hablar o escribir sobre alguna situación que aparece en su entorno. Si ellos han sido manipulados profesionalmente y los medios de comunicación son cómplices, es inaceptable reconocer una opinión pública veraz, ya que fue construida para modificar su conducta.
Ser testigo y ver cómo al unísono un grupo de medios de comunicación, muchos de ellos miembros de la Sociedad Interamericana de Prensa, instigaron con intención e hicieron un llamado a su público a salir a las calles para manifestarse en contra de un gobierno, sin tomar en cuenta la pandemia del coronavirus y violando el Estado de Emergencia que prohíbe las reuniones masivas. Motivar a la población a asistir a estos reclamos callejeros a sabiendas que van a provocar miles de contagios y por ende una indeterminada cantidad de muertos, es una irresponsabilidad absoluta. Todo por defender una posición. Qué importa si mueren.
Existen diversos mecanismos para apoyar una sedición, cuando esta está respaldada por la legalidad y en condiciones sanitarias normales, que hagan posible esta forma de expresarse. Siempre he sostenido que el mejor socio de la verdad es el tiempo. El comportamiento de miembros de la Sociedad Interamericana de Prensa es vergonzoso. No negamos de ninguna manera la libertad de expresión o de prensa. Pero eso no les da derecho a los medios a incitar a los ciudadanos a violar la ley. Sólo les faltó decirles a los receptores que vayan tras las nuevas autoridades y las asesinen.
La libertad de prensa no puede aceptar que un mensaje que diga “asesinen a alguien” sea parte de esa libertad. La libertad de prensa y de expresión nacen en una sociedad bien educada e informada, donde los medios de comunicación no sean jueces, sino testigos de un hecho. La prensa se comporta sin ética. Como periodista sé que debo actuar con independencia, objetividad y dentro de la ley y nunca enviando a mis lectores a ser parte de una guerra. Lamentablemente la ignorancia es fiel amiga de la manipulación.

Hans Firbas.
Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa SIP.
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