Eduardo Bruce Opinión

Nueva constitución o reforma de la actual: Dilema bizantino

En lo que tengo de vida he visto refundar la República cuatro veces: con el gobierno militar del Velasco Alvarado en 1968, el retorno a la democracia el 79, con Fujimori el 93 y con Toledo el 2000. El 79 y el 93 fue con nueva Constitución. Así llegamos hoy, donde parece que hubiéramos hecho nada. Nuevamente hay quienes reclaman una nueva constitución. A la luz de lo recorrido no parece ser una buena idea.

Dejando de lado la legitimidad de los regímenes que nos llevaron por la senda del cambio en esas cinco oportunidades, se dieron cambios positivos, pero su efecto fue efímero, y en todos los casos al pasar pocos años volvimos a caer en el foso profundo de la ingobernabilidad.

La diferencia de hoy es que los jóvenes, bien apodados como la Generación del Bicentenario (GB), ¡salieron a decir basta! Reclaman su sitio, y en buena hora hay que dárselo, pues el futuro es de ellos. El pedido de una nueva constitución sin embargo proviene de las organizaciones de izquierda solamente, pero toda la GB desea al menos cambios esenciales en la Carta Magna. Veamos las opciones.

Las constituciones del 79 y el 93 fueron redactadas por un cuerpo constituyente producto de elección popular, donde participaron casi todos los grupos políticos de ese entonces. Pero hoy día me pregunto: ¿que partidos nos pueden presentar candidatos a la constituyente, si ni siquiera han sido capaces de presentarnos congresistas idóneos? ¿O tendríamos que darles a nuevas organizaciones civiles un reconocimiento “fast track” pare que nos pongan candidatos cuya idoneidad desconocemos? ¿Como podrá ese cuerpo colectivo armar una constitución libremente, si tenemos una tremenda polarización entre izquierdas y derechas?

A juicio de los entendidos los momentos constitucionales son aquellos en que la sociedad en su conjunto reconoce la necesidad de un cambio total, sin posiciones extremas que perturben el trabajo sereno de una Asamblea Constituyente inclusiva. Ese momento ciertamente no es del Perú de hoy. No puede haber nueva constitución si el país está dividido en dos grupos casi irreconciliables.

No hay que dejarse encandilar por creer que una nueva constitución resolverá todos nuestros problemas. No es así. Los problemas los resolveremos todos los peruanos en su conjunto. Si serenamente decidimos todos que una nueva carta magna ayuda, en buena hora. Pero ese parece no ser el caso.

Nos ponen como ejemplo a Chile, que como producto de masivos desbordes sociales en el 2019 recurrió a la Refundación de la República. En octubre por votación universal acordaron convocar un congreso constituyente, en abril del 2021 elegirán los representantes, entre enero y abril del 2022 los constituyentes deberán tener listo el nuevo texto; finalmente a mediados del 2022 por votación los ciudadanos aprobarán o no la nueva constitución. Si consideramos que las protestas se dieron a fines del 2019, son casi tres años que durará todo el proceso. ¿Podemos esperar tanto tiempo en el Perú para modificar los temas apremiantes en la constitución que han sido la vía de la gran crisis que estamos hoy? Rotundamente no.

Mas bien hacer ya los cambios evidentes donde no existe mayor oposición. Veamos:

  • Cambio de la nefasta cláusula que habilita al congreso a vacar al presidente sin debido proceso. La frase “incapacidad moral permanente” cambiarla a “incapacidad mental permanente”.
  • Introducir la causal “delitos graves” para la pérdida de inmunidad del presidente.
  •  Asegurarse que siempre existan vicepresidentes habilitados para asumir la presidencia. No es razonable estar en la situación en que la ausencia del presidente cause que el congreso tome control del ejecutivo.
  • La cuestión de confianza y el cierre del congreso no puede estar sujeta a interpretaciones; debe tener pasos previos obligatorios que creen espacios para solucionar la crisis por medio del diálogo, y de llegarse al cierre, sea por no haber logrado consensuar otra salida.
  •  Restringir la censura de ministros a casos en los que objetivamente existan hechos y conductas impropias, no por el mero hecho de la voluntad de una mayoría opositora.
  • Contar con una cámara de senadores, a elegirse el 2022, para tener un congreso mas deliberante y reflexivo.
  • Otros cambios inmediatos conducentes a un mejor balance de poderes, y modernizar la constitución acorde con los tiempos actuales.

¿Habrá un momento constituyente en el futuro? Posiblemente, mas ahora, lo que es recomendable es terminar el bizantino debate sobre si hacemos nueva constitución o no, y concentrarnos en los cambios urgentes que se deben efectuar por la vía legislativa.

Eduardo Bruce Montes de Oca.
Consultor en Política y Estrategia Comunicacional. Ha laborado en Medios de Comunicación en diversos cargos ejecutivos y periodísticos. Ha asesorado a la Presidencia de la República, Oficina del presidente del Consejo de Ministros y a la Alta dirección de poderes autónomos como El Poder Judicial y el Jurado Nacional de Elecciones. Especialista en la Estrategia Comunicacional de la agenda política de entidades públicas y privadas, con énfasis en las modernas herramientas de comunicación social.    

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