El pasado 22 de enero, cerrando la semana conmemorativa del 486º Aniversario de su fundación, la Ciudad de Lima, representada por su Alcalde Jorge Muñoz Wells, le daba un mensaje de esperanza a los ciudadanos: Todos y cada uno de ustedes son importantes, incluidos los más invisibles.
Y es que, estando aún en medio de esta terrible pandemia, se llevó a cabo la apertura de puertas de la nueva “Casa de Todos” el albergue, ahora permanente, para personas en condición de calle y desde esa noche decenas de albergados disfrutan de este nuevo espacio edificado en pocos meses.
Esta iniciativa desarrollada entre la Beneficencia de Lima, la institución social más antigua y relevante de la Ciudad y la Municipalidad Metropolitana de Lima, se convierte, una vez más, en una de las mejores noticias y en un modelo a seguir.
Para conocer el auténtico sentido de esta obra tenemos que profundizar en el significado de ser una persona en situación de calle y la mejor manera de entenderla es a través de las historias de estos seres humanos.
Me permito tomar unos extractos del hermoso libro “Casa de Todos” publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) que recoge el testimonio de algunos de ellos:
“Sea lo que tú seas, sé bueno en lo que haces”, le decía su padre y seguía con un ejemplo: “Si tú quieres ser electricista, sé el mejor electricista. Pero ser electricista no es que tú agarras un enchufe y arreglas un foquito. Ser electricista es que hagas una instalación eléctrica en todo un edificio. Lo que hagas es importante, pero hazlo a lo grande y hazlo bien” Julio (50).
“Está ocurriendo algo diferente en mí. He vivido más de cuatro, tres años, consecutivos en la calle, sin amigos, sin amigas. Me volví una persona muy dura, muy dura de corazón. Ni amigos, ni amigas. La calle me enseñó de esta manera para poder sobrevivir y estar solo es lo mejor par cuidarte. Salir un día más adelante y estar solo. Ser fuerte, desconfiado y atento a cada paso que daba en la calle. Todo eso me llevó a poner una coraza de hierro, y mis sentimientos se congelaron. O, quizás, los congelé. Me cubrí con el frío y el hielo de la calle. Mi vida se encaminó en una calle oscura, de silencios, de soledad, estando a punto de perder la fe en Dios” Manuel (62).
“Esta es la vida que he vivido. Y aún sabiendo que no debía hacerlo, lo hacía. Mi carne siempre me jalaba”. Lleva mucho tiempo en esta lucha: contra la mala vida, contra los vicios, contra el alcohol. “El mal no es solo un virus que ronda en el ambiente; es una presencia que está por todas partes: en sus enemigos, en sus amigos y hasta en su propio cuerpo”. En ‘Casa de Todos’, ha aprendido a tocar guitarra para alabar al Señor y alejar la oscuridad. Mario (50)
Tres testimonios, tres historias, tres personas diferentes. ¿Alguna de ellas nos suena conocida? ¿Algún consejo similar al de nuestros padres? ¿Hemos quizá experimentado la soledad de una manera desgarradora? ¿Nos cuesta combatir contra nuestros vicios o salir del camino equivocado y aunque sabíamos que teníamos que dejarlo, no podíamos?
La realidad nos dice que cuando caminamos por la calle, o paramos en un semáforo y se aproxima hacia nosotros una persona de la calle, es muy probable que nos pongamos a la defensiva, crucemos la pista, lo evitemos de alguna forma o subamos la ventana.
Pero peor aún es cuando recurrentemente andamos por un camino y los dejamos de ver, se vuelven invisibles, y de un momento a otro son parte de nuestro paisaje visual, sin causarnos ninguna impacto.
Pero no nos confundamos, y pongámonos la mano en el corazón, después de leer esos testimonios queda claro que una persona de calle podrías ser tú o yo. Un error, una falta grave, un vicio que se apodera de nosotros y sin darnos cuenta perdemos todo: familia, amigos, posesiones. Un parque nos comienza a cobijar, una banca nos ofrece una superficie para echarnos, un cartón, una silla, un chifa que nos regala sus sobras y, de un momento, a otro transcurrieron 10 años.
Esta historia comienza a cambiar cuando nos vemos reflejados en alguno de ellos, cuando encontramos las similitudes con nuestras vidas. Y eso nos mueve a la acción.
Ahí radica la magia de “Casa de Todos”, un espacio que se convierte en su hogar, donde reciben una buena alimentación, cuidados de salud permanentes, unos servicios higiénicos dignos, unas buenas bancas para descansar, donde recuperan la posibilidad de leer tranquilos, hacer ejercicios, entretenerse, culturizarse y volver a tener una familia.
La nueva “Casa de Todos” en Palomino, servirá además para incorporar un programa de reinserción social, que les ayude a redescubrir sus talentos y habilidades y que puedan volver a ser útiles para la sociedad, reencontrarse con ellos mismos y saberse personas valiosas.
Esta linda cadena de solidaridad debiese además seguirse replicando y ojalá en pocos años podamos decir que en nuestra Ciudad de Lima, nadie vive en la calle.
Descubramos en el servicio una de las maneras mas amorosas y generosas de acercarse a las personas y así entenderemos la frase penetrante de la Santa Madre Teresa de Calcuta: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”.
Guillermo Ackermann Menacho.
Desde hace 40 años me desempeño como gestor en la industria de las comunicaciones y el marketing, tanto en medios tradicionales, radio y televisión, en la producción de contenidos audiovisuales, documentales, videos institucionales, programas y publicidad, realizados en 24 países. Desde mi juventud he participado en diversas iniciativas sociales, deportivas y religiosas, como gestor y voluntario. Soy un convencido que este mundo se puede cambiar si cada uno pone su granito de arena y, en lo que hago, trato de poner el mío.
Extraordinario artículo que me ha hecho llorar y reconocer que este Señor, en verdad tiene ojos para ver….