‘Todos los rostros a mi alrededor son conocidos.
Lugares gastados, rostros cansados.
Temprano y brillantes hacia la competencia diaria,
Yendo a ningún lado, sin un destino.
Sus lágrimas están llenando sus vasos,
Sin expresión, sin expresión.
Oculto mi cabeza, quiero ahogar mi dolor,
Sin un mañana, sin un futuro’

(Mad World – Tears for Fears)

Los sucesos de las últimas semanas me hacen remitir a esta triste canción del dúo británico de los ochentas.

La guerra. Nadie ni en su más remota alucinación podía pensar que en pleno Siglo XXI pudiésemos ser testigos de un conflicto armado territorial de estas características. Que la insensatez llegue a extremos de no querer encontrar soluciones consensuadas, en las que todos pierdan un poco, pero ganan mucho más de lo que pierden. La razón se ve obnubilada. Los ánimos de mostrarse poderoso, se ponen por encima de la vida misma. La megalomanía y el querer pasar a la historia como un ser ‘heroico’ ciegan. La muerte acaricia la cordura, la seduce, la enamora. La sangre no es más que un trofeo. La destrucción cotidiana nos quita la esperanza. La capacidad del hombre de ponerse de acuerdo claudica frente a la necesidad de imponerse al otro bajo excusas insostenibles. Podemos estar frente al peor escenario bélico de la historia.

La demencia. Ayer en Querétaro, paradójicamente la ciudad más tranquila de México, un encuentro de fútbol entre dos equipos de la liga, se convirtió en un campo de batalla, entre las barras. Y desencadenó en una de las peores tragedias de la historia del deporte rey. No está claro si terminó con 10 o 17 muertos. Con uno bastaba para que ya sea inaceptable. Cada vida perdida ya es un fracaso de la humanidad, pero lo que era más infame era ver las primeras imágenes, el ensañamiento, la violencia, la ira, la locura de seguirle pegando, pateando a alguien que yacía sin vida. Eran animales que seguían matando a su presa, solo que no era para alimentarse, sino para destruirla. Es la peor versión del ser humano, en su estado más salvaje.

La ley de la calle. Circuló por las redes un video con contenido similar de violencia. En alguna ciudad peruana atraparon a un ladrón y como la autoridad suele ser ausente, tomaron la justicia en sus manos… y pies… y con todo lo que pudieran. Al delincuente lo masacraron y todos, los perpetradores y los testigos, se sintieron satisfechos e incluso pedían más castigo para el individuo que finalmente luego de la paliza salió corriendo desnudo.

¿Qué nos está pasando?. En momentos en que la humanidad ha desarrollado lo más avanzado en cuanto a tecnología. En que la ciencia va descubriendo hasta lo que no nos podemos imaginar. En que la información llega en línea en el mismo momento en que está sucediendo.

Hace unos años una persona muy cercana me sustentaba que el hombre nunca había estado mejor que en estos tiempos. Sin embargo, lo paradójico, es que nunca estuvo más cerca de su destrucción total como ahora. La soledad, la desesperanza, la depresión y la ausencia de sentido son enfermedades que se enraízan cada vez más en las personas.

Por un lado pareciera haber un despertar de diferentes búsquedas de respuestas espirituales y religiosas, pero la realidad nos indica que estos intentos no están logrando detener el avance del mal.

Siempre me remito a una frase de Juan Pablo II en su segunda visita al Perú: ‘Venced al mal, con el bien’. Solo el hacer el bien podrá frenar las acechanzas del mal. ‘Si cada uno se propusiera cada día hacer una obra buena… cambiaríamos el mundo’ (Teresa de Calcuta)

Que este mundo desquiciado reencuentre su camino hacia lo esencial y el amor vuelva a resplandecer en lo más profundo de nuestras existencias.

Guillermo Ackermann Menacho
Desde hace 40 años me desempeño como gestor en la industria de las comunicaciones y el marketing, tanto en medios tradicionales, radio y televisión, en la producción de contenidos audiovisuales, documentales, videos institucionales, programas y publicidad, realizados en 24 países. Desde mi juventud he participado en diversas iniciativas sociales, deportivas y religiosas, como gestor y voluntario. Soy un convencido que este mundo se puede cambiar si cada uno pone su granito de arena y, en lo que hago, trato de poner el mío.

0 comments on “Mundo desquiciado

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: