La pandemia nos legó un resquebrajamiento de la salud mental.  La primera ola, en la que no existían las vacunas, se llevó a mucha gente y quienes sobrevivieron no quedaron libres de entrar a una fuerte crisis de ansiedad.  Esta supera al mero instinto de supervivencia ante una amenaza real o imaginaria. La amígdala cerebral es un órgano que regula el miedo y pone en marcha el mecanismo de huida ante un peligro.

Durante la primera ola, las farmacias vendieron una gran cantidad de ansiolíticos y antidepresivos para afrontar el momento de encierro, dolor y pérdida.  Pero esto generó también un abuso en la población respecto de su consumo.  Existen personas que se automedican  sin recurrir al especialista, y esto no significa un buen augurio.  El acto en sí mismo es una forma de drogadicción y provoca múltiples consecuencias en el organismo. Evidentemente no estamos viviendo una situación normal y nos desesperamos ante lo que nos aqueja.

La gente hoy sufre de ansiedad, depresión e insomnio. Muchos llevan un ansiolítico en la cartera o billetera para afrontar algún momento específico. Enfrentamos lo incierto con respecto del futuro de la pandemia y basta con eso para que el instinto de supervivencia se active y transforme en ansiedad.  Y no solo es la pandemia, sino todo lo que ella trajo consigo: problemas financieros, pérdidas del empleo, reducción de ingresos, aumento de la canasta familiar, etc.  Por eso  la gente se infesta de fármacos, buscando así encontrar un alivio al agobio de la vida cotidiana. 

Ahora, las farmacias venden este tipo de medicamento solo con receta médica; no obstante, hay quienes se las ingenian para conseguirla sin escrúpulos.  Generalmente las usufructúan de otros pacientes.  Esto suele ser muy peligroso, ya que cada persona es distinta y no todos los medicamentos funcionan igual.  Algunos fármacos inducen a efectos muy severos como la pancreatitis, que se genera por cálculos biliares, cálculos en la vesícula o abuso de drogas psicotrópicas.  Algunos suelen ser adictivos, como el clonazepam y podría generar una dependencia incontrolable. La visita al médico en este contexto es fundamental. Quien no puede o desee pagar una consulta debe acudir a un hospital público o de la Seguridad Social, donde los costos suelen ser bajos.

La automedicación es peligrosa;  sin embargo, legiones enteras la practican.  A efectos de ello, la DIGEMID ha dispuesto la venta con receta archivada para la mayoría de psicotrópicos.  La depresión es una enfermedad terrible: ha sido considerada por la OMS como la patología número uno en el mundo.  Existen diversos cuadros, como el trastorno límite de la personalidad, el trastorno bipolar, la distimia, entre otras, que son incapacitantes en alto grado.  Por eso, para quienes las padecen, es menester acudir al especialista. No deben practicar la automedicación sin un diagnóstico previo. 

Lo mismo ocurre con otras especialidades médicas; pero en el caso de la salud mental, la realidad es escandalosa. Todos ansiamos que la pandemia termine, volver a la normalidad, pero esta no va a ser igual que la de antes.  El virus llegó para quedarse y debemos aprender a convivir con él.  No practiquemos la medicación motu proprio: hagámoslo responsablemente. Los antidepresivos y los ansiolíticos responden a cuadros clínicos diferentes y tranquilamente su ingesta nos colocaría rumbo al camino equivocado y nocivo. 

Los productos naturales ayudan mucho y no hay que descartarlos.  Una actitud seria y responsable es acudir a los psicotrópicos solo si los necesitamos.  Suponen una trampa: las ansias de bienestar, pero relativo, pues no lo acompañamos de psicoterapia. No nos automediquemos por gusto o a cuenta y riesgo.  Los buenos especialistas están ahí: nos esperan.

Miryam Patricia Falla Guirao
Licenciada en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Doctora en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA). Exbecaria de Investigación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de la República Argentina en el área de Ética y Bioética. Docente Universitaria en pre y post-grado. Conferencista en universidades, colegios profesionales e instituciones jurídicas y de salud.

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