Mi padre tenía 6 años cuando llegó junto con mis abuelos al Perú desde Alemania (específicamente la antigua República Democrática Alemana o Alemania Oriental. Estado creado bajo la opresión de la Unión Soviética) huyendo del comunismo y de los escombros en los que había quedado su patria luego de 10 años de nazismo. Esta destrucción continuó por 45 años más en la RDA al encontrarse estos sometidos al yugo soviético. Ellos llegaron al Perú en la más absoluta miseria y sobre la base de su trabajo, disciplina, honradez y dedicación lograron mejorar drásticamente su calidad de vida en este país que los acogió y amaron como si fuera el suyo.
Ellos jamás hubieran pisado esta tierra si no fuera por Adolf Hitler y el nazismo, siendo él y su ideología responsables de la peor guerra de la que se tenga conocimiento en la historia, en la que los muertos se contaron por millones, redujo a escombros gran parte de Europa, casi elimina del planeta a etnias como los judíos o gitanos, entre muchas otras barbaridades más, que incluyeron la expulsión masiva de alemanes de territorios que fueron ocupador por la Unión Soviética, lo cual estuvo acompañado de violaciones masivas a mujeres y niñas y asesinatos selectivos de personas que no se sometieran a dicho yugo (como sucedió con mi bisabuelo).
No obstante, lo contundente que es la historia sobre las atrocidades del nazismo (ideología proscrita por cierto en Alemania) nuestro primer ministro – usando además datos completamente inexactos – toma a Adolf Hitler como ejemplo de gestión y eficiencia al momento de administrar el Estado, dándole el título de creador de las Autobahnen (autopistas) alemanas, como alguna leyenda urbana alguna vez lo señaló. No puedo entender como alguien puede mostrar admiración por un ser que es considerado como uno de los mayores genocidas de la historia, que hundió a su país en una miseria espantosa (que si no fuera por el plan Marshall y el empuje de su gente hubiese sido muy difícil recuperarse de una catástrofe tan grande) y que hizo de la intolerancia, el odio y la exclusión su bandera.
En realidad, los desvaríos del primer ministro Torres ya no nos deberían llamar la atención. El problema es que este último desvarío ha supuesto la protesta de las diplomacias alemana e israelí, generando absurda tensión con dos naciones que son muy activas en nuestro país con fondos de cooperación para el desarrollo. Y no menos grave es que el premier realice declaraciones sin documentarse mínimamente sobre lo que la historia realmente señala sobre hechos históricos, siendo su fuente probablemente una conversación de sobremesa.
Ya demás está el hablar sobre la incapacidad de este gobierno para conducir el país (si Castillo tuviese un poco de vergüenza y sangre en la cara, hace rato que hubiese renunciado) y de los desvaríos en las declaraciones de la mayoría de los miembros del gobierno. Lo preocupante es que realmente la idiotez de este gobierno parece no tener límites y otra cosa preocupante es que las muestras de admiración por regímenes autocráticos de muchos de los miembros del gobierno ya llegaron al extremo con estas últimas declaraciones. El país no puede soportar más tiempo siendo conducido por lunáticos de este nivel. Caso contrario mi hijo y yo – al igual que muchos otros peruanos – nos tendremos que ver obligados a seguir el camino de regreso que mis abuelos hicieron para llegar a esta tierra. Espero que nuestro amor por el Perú sea mucho más grande que la estupidez de la clase que actualmente nos gobierna. Esto por el bien de nuestra patria y las futuras generaciones.
Josef Zielinski Flores.
Abogado por la Universidad de Lima y Máster en Acción Política por la Universidad Rey Juan Carlos I de España. Miembro del Instituto de Estudios Social Cristianos (IESC) y profesor de ciencia política y problemática nacional en la facultad de derecho de la Universidad de Lima. Anteriormente se ha desempeñado como editor de la Revista Testimonio y como director ejecutivo del Instituto Peruano de Economía Social de Mercado – IPESM. Asimismo, ha sido colaborador de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales – FAES, con sede en Madrid y la Sociedad Internacional por los DD.HH. con sede en Frankfurt. Actualmente colabora activamente con la Fundación Konrad Adenauer de Alemania.
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