“Qué miserable debió ser esta persona que no me acuerdo ni de su nombre”. Esta sentencia del Presidente de Consejo de Ministros, Aníbal Torres, lo resume todo. Si bien es cierto se trata de un dicho popular, no se pronuncia respecto de nadie que uno/a aprecie. Desde el momento en que Torres no se acuerda de su nombre y lo califica de “miserable” revela que no existe ninguna estima por el respetable prelado.
Cualquier ciudadano de a pie que recurra a esta frase se está refiriendo a alguien al cual precisamente no se valora. Puede o no apreciarlo, pero el solo hecho de usar el vocablo lo delata. Además, el citado Premier ha manifestado que el Cardenal, blanco a quien iba dirigido el misil, no había reconocido los logros del presidente Pedro Castillo. ¿Qué lógica es esa? Muy sospechoso. La Conferencia Episcopal Peruana llamó inmediatamente la atención a Torres por las palabras vertidas y lo invitó a que ofreciese unas disculpas; esto, ya sabemos, nunca ocurrió. Torres continúa empecinado en sostener que se trataba de un “dicho popular muy conocido” y que no tenía el propósito de insultar al Cardenal de cuyo nombre no se acordaba.
Es posible que su memoria tenga lagunas, pero lo está calificando de miserable: se supone que no lo recuerda porque debió ser un miserable, y esto porque Barreto no se inclina ante Castillo y su incompetencia. No hay vuelta que darle. Se dirigió en vivo y en directo a él. En este caso, sí cabían unas disculpas. Es muy sencillo analizar esto, ya que si pienso que una persona debió ser un miserable -pues no recuerdo su nombre-, esto se asumirá en sentido peyorativo. Definitivamente, hubo una falta de respeto del Presidente de Consejo de Ministros hacia el Arzobispo de Huancayo. Esas palabras no se dicen ni por jugar, ya que implican una ofensa grave al otro. Torres se niega a reconocer su conducta una y otra vez; alude a que él no dijo nada hiriente. Trataba de recordar su nombre y era incapaz de hacerlo. Habiendo otros comentarios que él podría formular, eligió el más grotesco. La verdad es que Torres también pecó de miserable. La investidura de ambos personajes no corresponde a semejante frase, que solo se usa cuando queremos rebajar a alguien.
Para hablar y comer pescado hay que tener mucho cuidado, enuncia otro refrán. Y esto se aplica con claridad meridiana al contexto. Torres, aunque no quiera, debe brindar las excusas del caso.
Ante la tremenda crisis política, social y económica, es natural que el Cardenal haya mostrado preocupación; no obstante, nada ni nadie le otorgan derecho a Torres -sesgado por su obsecuencia- para denominarlo con membretes vergonzosos e indignos. Por supuesto que hubo una intención de ofender. El Premier se refería a un prelado: el adjetivo estaba de más. En todo caso, podríamos llamarlo “miserable” a él por expresarse así. Se trata del Arzobispo de Huancayo y del Presidente del Consejo de Ministros, dos personajes de alta investidura. No deben involucrarse en estos dimes y diretes. El belicoso y agresivo Aníbal Torres cometió un grave error al recurrir a dichos populares impertinentes en tal contexto.
Ahora, y por otros motivos también, es posible que Torres se presente ante el Congreso para una interpelación cuyo objetivo es censurarlo por otras metidas de pata, ya no con dichos, sino también con hechos. El Premier debe conducirse de otra manera. Si por algún motivo se comporta con talante de patán, es menester que sepa asumirlo. El incidente que a más de uno ha dejado con la boca abierta es un despropósito. No, Aníbal. Has caído bajo, ya no das risa y no sé si te levantarás de esta. Esto no es más que una muestra de la catadura moral que te hace incapaz. Mírate al espejo: quizá veas a otro “miserable”.
Miryam Patricia Falla Guirao
Licenciada en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Doctora en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA). Exbecaria de Investigación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de la República Argentina en el área de Ética y Bioética. Docente Universitaria en pre y post-grado. Conferencista en universidades, colegios profesionales e instituciones jurídicas y de salud.
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