Con una frase no se gana un pueblo,
ni con un disfrazarse de poeta.
A un pueblo hay que ganarlo con respeto.
Un pueblo es algo más que una maleta
perdida en la estación del tiempo,
esperando sin dueño a que amanezca.
Con una frase no se gana un pueblo,
ni con una palmada en su paisaje,
ni con un aprender de su lenguaje,
ni con una canción que impregne el odio
y que llene tu negocio, y que llene tu negocio.
Un pueblo es, un pueblo es, un pueblo es;
abrir una ventana en la mañana y respirar,
la sonrisa del aire en cada esquina
y trabajar y trabajar
uniendo a vida, vida…
El ladrillo en la esperanza
¡Mirando al frente y sin volver la espalda!
Esta es la letra de una hermosa canción compuesta hace ya mas de 40 años por la cantautora española María Ostíz, que lleva por título justamente el mismo que tiene este artículo. Una canción que no obstante puede ser calificada como “de protesta” nos describe y elogia no solo al pueblo como un lugar donde convergen los esfuerzos de toda una comunidad en pro del bienestar común, sino también nos hace reflexionar en la responsabilidad de los líderes políticos en no incitar al odio en sus discursos (error en el que caen muchos ante su poca capacidad de gestión y convocatoria, con tal de ganar algo de legitimidad política ante los electores), sino también en cómo éstos discursos no deben estar plagados de frases huecas y poemas vacuos, como suelen hacerlo los discursos de corte populista.
Es así que esta canción nos puede llevar a la reflexión sobre los discursos políticos actuales que se desarrollan en nuestro país y que tienen por característica común el pretender despertar odios y polarizaciones en nuestra sociedad, cuando requerimos en realidad de líderes que unan, lo cual es imposible si es que no dejamos de destacar en los discursos políticos aquello que nos separa antes que aquello que nos une como peruanos.
En su desesperación por conservarse a flote en las aguas de la política y el poder, cada vez vemos con mayor frecuencia que en las pocas apariciones públicas que tiene el presidente Castillo, recurre cada vez mas al discurso de frases efectistas, huecas o que incitan al odio, lo cual es muy común en personas que – de casualidad – llegaron a posiciones de poder y simplemente no cuentan con capacidad de gestión y liderazgo. El problema es que estos discursos – que son resultado justamente de su desesperación – no hacen más que ahondar la polarización en nuestro país y desnudar su absoluta incapacidad para dirigir una nación que necesita a gritos de líderes que unan y aglutinen.
Parte de este discurso populista va justamente en la descripción de “pueblo” que hace el presidente, palabra que suele acomodarse a lo que él desea calificar como tal, violentando el término y generando polarizaciones en una clasificación que incita a la polarización (es decir recurrir al discurso de odio en el cual se divide a la comunidad en unos y otros).
Nos faltan líderes en el país que comiencen a resaltar aquellas características que nos unen como nación, que nos ofrezcan un objetivo común y tengan a la fortaleza para luchar por dicha unidad. Ningún país se ha podido desarrollar promoviendo la polarización y anulando la empatía. De momento en nuestro país no se vislumbra un discurso político que vaya en esa dirección, lo cual nos puede condenar a perder el tren de la historia.
Necesitamos entonces lideres unificadores que – parafraseando a Ostíz – unan vida a vida ladrillos de esperanza entre la población y nos ayuden a vislumbrar un futuro común de prosperidad donde ningún peruano sea excluido. Puede que esto que desarrollo ahora no sea muy coyuntural, pero es necesario que en algunos momentos nos detengamos a realizar estas reflexiones para tratar de reencausar el ya muy desbocado rumbo que nuestra patria está tomando.
Josef Zielinski Flores.
Abogado por la Universidad de Lima y Máster en Acción Política por la Universidad Rey Juan Carlos I de España. Miembro del Instituto de Estudios Social Cristianos (IESC) y profesor de ciencia política y problemática nacional en la facultad de derecho de la Universidad de Lima. Anteriormente se ha desempeñado como editor de la Revista Testimonio y como director ejecutivo del Instituto Peruano de Economía Social de Mercado – IPESM. Asimismo, ha sido colaborador de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales – FAES, con sede en Madrid y la Sociedad Internacional por los DD.HH. con sede en Frankfurt. Actualmente colabora activamente con la Fundación Konrad Adenauer de Alemania.
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