Siempre he sido partidario de la presencialidad porque la considero irremplazable. Por más que la conectividad me permita ver y oír a mis hijos que viven al otro lado del mundo, el estar juntos y compartir experiencias no tiene comparación.
Sin embargo, es indudable que la virtualización nos permite algo que hasta no hace mucho era producto de la ciencia ficción: estar comunicados con cualquier persona en todo momento y acceder a la información del tema que se nos ocurra.
La pandemia obligó a las empresas a transformar sus protocolos de funcionamiento con herramientas digitales y enviar a los colaboradores a sus casas.
Al cambiar sus modos de organización, cambio la vida laboral, familiar y social. Se redujeron desplazamientos, la familia compartió espacios, tiempos y hasta temas, más allá de los domésticos y las empresas encontraron una forma de reducir costos y mantenerse vigentes.
Como consecuencia en la post pandemia, muchas empresas han optado por mantener el trabajo a distancia en todo o en parte de su proceso, poniendo en valor la experiencia adquirida y los beneficios que se recogieron, tanto para el trabajador como para la propia empresa.
La educación no estuvo ajena a las adaptaciones en todos sus niveles, incorporándose, no solamente herramientas sino metodologías a las que profesores y alumnos tuvimos que adaptarnos casi, sin lugar a reclamo: o era eso o nada. Es más, la educación a distancia dio a muchas personas, la oportunidad de actualizar sus conocimientos ingresando a cursos, diplomados e incluso maestrías, que, en tiempos regulares, les hubiese sido imposible llevar por los desplazamientos que ello demandaba.
Dos años han servido para que educadores y educandos, comprendan cuánto se puede hacer, recrear y aprovechar, cuando te enfrentas a una necesidad y conviertes una limitación en una oportunidad.
Mientras el mundo avanza hacia la virtualización de la mayor cantidad de procesos, nuestras autoridades educativas parecen no entender que las tecnologías llegaron para quedarse.
Particularmente en la educación superior, las últimas disposiciones obligan a que todas las modalidades educativas (excepto las licenciadas como virtuales, como es lógico), vuelvan a la presencialidad dejando de lado la oportunidad de aprovechar lo avanzado y aprendido.
Si bien hace falta una mayor accesibilidad y conectividad en grandes sectores de la población, no podemos volver a reducir los procesos de aprendizaje exclusivamente a la presencialidad.
La convivencia del contacto físico con un aprendizaje virtual es una realidad en el mundo entero y viene dando resultados positivos.
Es necesario comprender y aceptar los avances y errores que esta crisis nos trajo y ver con un criterio más amplio que la educación puede tener diversos matices y posibilidades.
Hay que insistir en programas de ampliación de la frontera tecnológica para dar cobertura a quienes aún no tienen acceso o sufren de limitaciones de conectividad. Las escuelas y cada aula deben tener las conexiones apropiadas. No faltará quién diga: no hay aulas y las que hay adolecen de la infraestructura necesaria. Y eso es verdad. Por eso, y con mayor razón hay que hacer énfasis para generar aprendizajes y escuelas virtuales que complementen y en algunos casos substituyan las deficiencias de un Estado que tiene una gran deuda con la educación de su población.
En ese sentido, se debe contemplar que la capacitación y actualización docente es imprescindible para servir de apoyo a sus estudiantes.
La alfabetización digital, de la que hablaremos en otro artículo, es hoy más que nunca la clave medular de una educación que se proyecte hacia el futuro.
¿Cómo queremos ver el vaso, medio lleno o medio vacío? Yo estoy por el vaso medio lleno, tenemos un camino recorrido y hay que terminar de descubrir el potencial de una educación que facilite el conocimiento, promueva valores, pero que esté integrada a la tecnología y al mundo.
Santiago Carpio.
DOCTOR EN COMUNICACIONES de la Universidad Autónoma de Barcelona. Consultor – especialista en estrategias de comunicación, habilidades socioemocionales y producción audiovisual. Expositor y promotor del storytelling para la educación y el marketing. Docente PUCP, CENTRUM. Profesor Referente U. Continental. Docente UPN. Director de Proyectos e Innovación Educativa, Escuela Superior Toulouse Lautrec. Ex Presidente del Comité de Ética de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión. Ex DIRCOM de la Oficina General de Comunicaciones del MINEDU.
Si tuviera un hijo, yo le habría propuesto a que mejor se quede en casa para yo mismo enseñarle todo durante la pandemia. Me consigo lo planes curriculares del minedu y lo pongo a la corriente, a mi manera.
Hemos visto como muchísimos colegios que se jactaban de tener tecnología de avanzada, no sabían ni lo que era zoom.
Yo no habría considerado pérdida de tiempo, al contrario.
Gracias por los comentarios. De hecho, la opción de aprender en casa con la tutela de los padres es una realidad. Voy a indagar al respecto y volveré con este tema pronto. Gracias
Juan Ochoa
Querido Chachi tu artículo es genial. Tienes toda la razón. Tocas una herida abierta de nuestra realidad nacional. Mereces mi reconocimiento por ese valioso aporte.
Me has motivado para compartir una reflexión sobre este tema.
La mayor parte de los más de cincuenta años de ejercicio profesional de la Educación, he desarrollado clases de manera presencial.
Si bien en mis estudios de post grado nos mezclaron la virtualidad con la presencialidad (años antes de la pandemia), no logró cambiar mi posición de ser firme opositor de la virtualidad.
Con la Pandemia, al tener tiempo libre, me puse a estudiar cursos especializados que no había podido estudiar por falta de tiempo. Todos los que me he matriculado desde el 2020, los he recibido en forma virtual.
He observado cómo nos desarrollaban las clases en especial, los que considerábamos como nuestros mejores Maestros, expertos en trabajar en forma virtual sus clases. Me convencí que tenía que aprender como ellos tanto el manejo de la didáctica como los programas virtuales
Comencé a llenar mi vieja mochila con esas nuevas experiencias educativas matriculándome en cursos de entorno virtual para la educación. Me falta aprender mucho más para desarrollar clases virtuales amenas, activas, formativas y lúdicas.
Lo poco que he husmeado en clases de pregrado y escolares, me ha tocado ver algun@s colegas que dominan mejor que yo la virtualidad y la didáctica, desarrollando clases muy buenas e interesantes. Sin embargo, es una tristeza reconocer que la mayoría de docentes continúan dictando sus clases como si estuvieran frente a los estudiantes empleando las viejas pizarras con tizas o plumones frente a la cámara de video, con voz fuerte y gesticulando como si estuviesen grabando una clase en el aula.
Sin duda es toda una aventura trabajar en aulas virtuales. Todos los docentes debemos seguir formándonos para aplicarlas lo mejor posible en nuestras clases. Cumpliremos nuestra función profesional con responsabilidad y responderemos a la necesidad que merecen los estudiantes de lograr un buen aprendizaje con las herramientas que ofrece la tecnología.
Muchas gracias por los comentarios. De nada vale cuestionar sino tratamos de buscar respuestas. Seguiremos por ese camino.