Los peruanos estamos enfrentando un artero y descarado plan de desprestigio del sistema empresarial del país. La influencia pública del gobierno, algunos medios de comunicación; incluso, algunas universidades, se han puesto en juego para estimular el repudio colectivo generalizado en detrimento de un vasto sector del empresariado nacional.
En efecto, para muchas autoridades, periodistas, académicos, y demás, las empresas mineras, petroleras, bancarias, AFP´s, de salud, de educación, de transporte, de telefonía, de energía, constructoras, comerciales, y – por supuesto – agroexportadoras… todas son abusivas, explotadoras, corruptas, y evasoras de impuestos. Ninguna se salva. Así se expresa la gente que está detrás de este siniestro plan de desprestigio empresarial.
¡Ojo! No me estoy refiriendo a las empresas mercantilistas que lucran indebidamente obteniendo privilegios del Estado. Léanse las empresas del Club de la Construcción y sus hijas putativas, las empresas del Club Chino de la Construcción. Agréguense las numerosas empresas mercantilistas proveedoras de Petro Perú, EsSalud, Fuerzas Armadas y Policiales, Gobiernos Regionales y Municipales, y demás instituciones del Estado. Eso es corrupción… y punto.
Pero como he dicho tantas veces, las empresas no son corruptas. Corruptas son las personas que dirigen dichas empresas mercantilistas. Por ello, deben ser sancionados drásticamente. A ese respecto, la pregunta es ¿cuántas décadas de pena privativa de la libertad merecen esos delincuentes de cuello y corbata? ¡Esa debería ser la interrogante!
Pero no nos desviemos del tema. El descrédito de nuestras empresas – me refiero a las empresas correctas – ha llegado a tales extremos, que lo moral y lo legal han quedado relegados a los últimos planos. Con tal de desprestigiar a las empresas, el Gobierno permite bloqueos de carreteras y se rinde ante cobardes e incendiarios vandalismos terroristas. Se apedrean vehículos, se incendian ambulancias, se destruyen instalaciones empresariales… y no pasa nada. Incluso, el gobierno ordena a la Policía no hacer nada, exponiéndola a los más viles y humillantes ataques con piedras, palos, bombardas, pintura… ¡Infame!
En este estado de caos social, el Estado de Derecho pierde valor. Millones de peruanos – y extranjeros – vemos violentados nuestros derechos constitucionales al libre tránsito, al trabajo, a la propiedad privada, a la integridad física… y hasta nuestro derecho a la libertad de expresión y opinión.
El problema es que todo este desprestigio empresarial, deviene en la destrucción de la economía nacional. Millones de empresas, sobre todo micro y pequeñas empresas, cierran y despiden a sus trabajadores. Y con el desempleo vienen la pobreza y el hambre.
He ahí la causa principal de la crisis alimentaria de la cual se habla cada vez más en estos días. Y claro, el gobierno mediocre se escuda detrás de la pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania. Pero no. Por el gobierno corrupto e inoperante que tenemos, hay cada vez más ollas comunes en todo el país. Por ello hay cada vez más mendigos en las calles. Por ello la inseguridad y la violencia callejera están fuera de control. Porque la gente está sin trabajo… porque muchas empresas han cerrado.
¿Tan difícil resulta ver que las empresas – y no el Estado – son las grandes generadoras de empleo para los peruanos? ¿Acaso no ven la relación de interdependencia que existe entre las grandes y medianas empresas, con las micro y pequeñas? ¿No son capaces de entender que, si caen las grandes empresas, caen también las pequeñas? ¿Acaso no ven que las empresas son las proveedoras de esa inmensa y variada gama de bienes y servicios que requiere la ciudadanía – y el Estado – para subsistir? ¿Acaso el Estado no vive de los tributos que pagan las empresas y sus trabajadores?
Frente a tales interrogantes cabe preguntarnos ¿quiénes están detrás del desprestigio empresarial en nuestro país? Pues bien, aunque parezca mentira, hay personas que ganan con la pobreza y el hambre de la gente. El narcotráfico y su aliado el terrorismo… por ejemplo. Efectivamente, tanto el narcotráfico como el terrorismo – ambos – se nutren de la pobreza y el hambre de la gente.
Por otro lado, la política corrupta y populista también gana con la pobreza de la gente. Eso de ofrecer el oro y el moro a los electores pobres – desesperados – suele favorecer a los políticos corruptos en su afán por conseguir votos en las elecciones políticas. Por eso, este gobierno populista, estatista y corrupto está metido en la colada del desprestigio empresarial en el país. Porque le conviene.
La pregunta entonces es: ¿estamos dispuestos a caer en la trampa? La respuesta – obviamente – debe ser un NO rotundo. TODOS los peruanos debemos rechazar el artero y descarado plan del Estado de desprestigiar al sector empresarial. Más aún, si son las empresas más desprestigiadas por el presidente Castillo y su pandilla, las que están apoyando a las ollas comunes en todo el país.
Fernando Cillóniz.
Culminó sus estudios de Ingeniería Económica en la Universidad Nacional de Ingeniería (Perú). Estudió un MBA en Escuela de negocios Wharton de la Universidad de Pennsylvania. Ha sido director del Banco Internacional y miembro del Consejo Consultivo del Diario El Comercio. Fue ex regidor de Ica.
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