Columnas Juan Reyes Opinión

Estado, ¿qué estás haciendo?

En abril de 2007, Nicolás Sarkozy, con ocasión de ganar las presidenciales dijo, respecto del pensamiento único, que es el Pensamiento de quienes lo saben todo, de quienes se creen no solo intelectualmente, si no también, moralmente por encima de los demás. En el fondo, las instituciones o personas que han influenciado una sociedad con este tipo de pensamiento han dejado nefastos resultados. El mal ejemplo viene desde la Antigüedad con la religión única y verdadera, copiado por los defensores de la raza única y superior, y mejor copiado por los partidos políticos de única vía, los partidos comunistas. En todos los casos, el sentido único de su vigencia exigía la invalidez de cualquier propuesta o solución para una sociedad mejor; es decir, se transformaba en una sociedad intolerante: dogmática, religiosamente; discriminatoria, biológicamente; o dictatorial, políticamente. Unos eran los salvos, o puros, o políticamente correctos; los otros, extramuros y sin presencia del Estado, buscaban el reconocimiento de una sociedad cada vez más fanática.

Parecía que habíamos superado este periodo nefasto de la historia que se llevó a la tumba cerca de 200 millones de seres humanos. Sin embargo, para sorpresa de muchos, vimos en las pantallas de nuestros televisores cómo un grupo de ronderos, del distrito de Chilla, Región de La Libertad, hacía justicia por mano propia colgando de un solo pie a una mujer acusada de practicar hechicería.

Vino entonces a mi memoria las persecuciones religiosas en la Edad Media. Recuerdo el caso de Úrsula Amorosa, denunciada por sus vecinos porque al momento de orar hacía giros con la cabeza que no eran propios de la práctica cristiana; porque realizaba labores los domingos guardando los sábados; y, porque leía un salterio. El día de su captura Úrsula trató de zafarse de la muerte negando los cargos, pero su hermana Isabel, al percatarse de los inquisidores, se deshizo de un pequeño libro arrojándolo al corral. Ambas negaron saber leer y ser propietarias del libro que los inquisidores comprobaron se trataba de salmos judaicos. Úrsula pudo salvarse de la hoguera, pero los inquisidores “probaron” que la imputada leía el libro que echaron al patio porque, para su mala suerte, en el allanamiento de su domicilio encontraron unos lentes de lectura que ella reconoció como propios. Úrsula fue quemada viva en la hoguera, el 25 de noviembre de 1500.

Casi lo mismo ocurrió con las mujeres secuestradas y torturadas en Chilla. Cual inquisidores, los ronderos pretendieron arrancar confesiones bajo tortura y amenaza de muerte. Acusadas de algo que sus verdugos no pueden probar, arremetieron contra ellas pese a declararse inocentes. En la escena solo faltó el potro de tortura o la garrucha para retroceder cinco siglos y reconocer que en derechos humanos lo desconocemos todo.

La tortura, la esclavitud, el secuestro están prohibidos, reprobados, abolidos por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, precisamente para impedir las aberraciones del pensamiento único religioso, ocurridos en la Edad Media, los campos de concentración de la Alemania nazi, y los crímenes de las dictaduras. Nuestra Constitución, por su parte, señala que Nadie debe ser víctima de violencia moral, psíquica o física, ni sometido a tortura o a tratos inhumanos o humillantes.

Cuando constatamos que el Estado no ejerce su soberanía sobre los ilícitos cometidos nos encontramos frente a la figura del «Estado ausente», pues, no solo se trata de la presencia física con autoridades u obras, si no, y sobre todo, del imperio de la ley y vigencia de los derechos de las personas. Un Estado ausente, en esta materia, favorece la impunidad pues es incapaz de lograr que los ciudadanos asuman la responsabilidad de sus actos. Lo peor de todo es que va emergiendo una sociedad escindida: con presencia del Estado para el que delinque, y el resto, vulnerados y desprotegidos.

Si no condenamos el secuestro y la tortura, venga de donde venga, estaríamos echando por la borda el progreso de la humanidad en términos de libertades y corremos el riesgo que se instale en nuestra sociedad la ley de la selva, haciendo tabula rasa de los derechos fundamentales, lo que favorece la aparición de grupos de poder que crecerán espoleados por el silencio del Estado. Estado, ¿qué estás haciendo?

Juan Reyes La Rosa.
Administrador de empresas y Contador Público, con estudios de maestría en Administración en la UNMSM y Diplomado internacional en Control de Gestión en la Universidad de Piura en convenio con la Universidad de Chile. En el terreno del ajedrez es XIII Campeón Nacional de ajedrez postal, y Candidato a Maestro por la Federación Internacional de Ajedrez. Ha publicado diversos artículos relacionados a la teoría del juego. En el campo de la investigación ha orientado sus esfuerzos al estudio de Leonardo da Vinci y su famosa pintura La última cena. Su reciente publicación, Reforma del Ajedrez y el Número de Oro, demuestra el origen matemático del ajedrez.

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