Columnas Luis Sujatovich

El futuro del trabajo y la robotización

La robotización parece prodigarnos un futuro sin trabajo. Aunque aún no está claro si seremos desocupados u ociosos, como los aristócratas de antaño. La tensión entre celebrar la expansión de la tecnología que nos librará de realizar tareas arriesgadas, fatigosas y rutinarias y las sobradas preocupaciones acerca del destino de toda la mano de obra que quedará sin actividad, conforma un debate que, lamentablemente, no parece ocupar más que a los especialistas y, por supuesto, a las empresas. La posibilidad de bajar costos y de librarse de los repetitivos reclamos de mejoras salariales y de condiciones laborales, conforma un aliciente para continuar indagando en las posibilidades que ofrecen los robots y los algoritmos.

Si nos apoyamos en los antecedentes, es posible suponer que desaparecerán muchos trabajos (como sucedió con los sombrereros y las telefonistas, por ejemplo) pero surgirán nuevos que estarán ligados a las necesidades que todavía no podemos imaginar. Convengamos que un equipo de desarrolladores de aplicaciones no había sido concebible hace apenas tres décadas.  Los tecno optimistas suelen apelar a estos argumentos para no empañar su esperanza.

La excepcionalidad de esta época resulta insoslayable, por lo tanto, responden los tecno pesimistas, cualquier comparación es fatua. La magnitud del impacto que ocasionará la mundialización del desempleo conformará una crisis para la cual no nos estamos preparando. ¿Los Estados podían financiar a generaciones sin trabajo y – lo que es aún peor – sin posibilidades de que lo obtengan?

En el libro “¡Sálvese quien pueda!” de Andrés Oppenheimer, se cita un estudio de la Universidad de Oxford que pronostica que “el 47% de los empleos corren el riesgo de ser reemplazados por robots y computadoras con inteligencia artificial en Estados Unidos durante los próximos 15 0 20 años”.  También destaca que “la probabilidad de automatización del trabajo está muy estrechamente relacionada con el nivel de habilidades o estudios. La gente con altos niveles de habilidades o estudios estará bien equipada para moverse hacia los nuevos trabajos que surjan en los próximos años, mientras que los que estén menos capacitados serán los que corren más riesgo de ser reemplazados por completo”.

Hay una cuestión que atraviesa los presagios felices y apocalípticos y que también debería interesarnos: ¿qué clase de sociedad se gestaría? El compromiso, la perseverancia, el compañerismo, ¿tendrían lugar? Sea que los robots abracen la servidumbre o que nos sumerjan en la indigencia, resulta complejo proyectar donde quedarían esos valores.  Tal vez cabría preguntarse cuánto afectaría a la condición humana el mejor de los escenarios, dado que el peor no sería muy diferente al actual, excepto por la familiaridad que se establecería con los robots, ¿no es cierto?

Desentenderse del trabajo ¿no nos haría más crueles? La antigua Grecia, el imperio romano y casi todas las monarquías no nos brindan referencias auspiciosas.  No se trata, por supuesto, de abolir la evolución digital ni de romantizar las tareas duras y arriesgadas que aún consumen vidas alrededor del mundo. La cuestión es dilucidar cuáles serán las actividades en las que hallemos sentido para nuestras vidas, sin que tengan por objetivo dañar a los demás.

Luis Sujatovich.
Profesor, Doctor en Comunicación Social. Se desempeña como docente investigador de la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina). Fue becario posdoctoral en CONICET y realizó una estancia de investigación posdoctoral en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Castilla – La Mancha (España). Es autor del libro Prensa y Liberalismo publicado en 2019.

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