Columnas Martín Belaunde

Cuba 1962, Ucrania 2022

En este mes de octubre han pasado 60 años después de la crisis de los misiles de Cuba y en las redes sociales algunas personas realizan comparaciones entre ambas, propiciando algún acuerdo salomónico entre los Estados Unidos y Rusia. Tienen sin duda algunas semejanzas pero su naturaleza fue bastante distinta. Comencemos por las semejanzas. Sus actores centrales fueron y son las mismas potencias pero con algunas diferencias. Obviamente la gran potencia norteamericana es la misma, mas no así su enemigo que en  ese momento fue la Unión Soviética, versión comunista del antiguo imperio ruso de los zares. Ese inmenso Estado dejó de existir en 1991 para dividirse en 15 repúblicas, pero quedó la principal que asumió la mayor parte de su territorio y la mitad de la población. El ente sucesor fue la Federación Rusa o simplemente Rusia, que reemplazó a la Unión Soviética en las Naciones Unidas y en su principal organismo, el Consejo de Seguridad, con el poder de vetar cualquier decisión que le fuere negativa. Sin embargo, ahí terminan las semejanzas para entrar en un terreno totalmente distinto.

La crisis de los misiles fue un duelo entre los Estados Unidos liderado por John F. Kennedy y la Unión Soviética por Nikita Kruschev, en el cual el segundo con la aceptación y el incentivo de Fidel Castro, trató de instalar misiles atómicos en Cuba dirigidos a las principales ciudades de los Estados Unidos. Lógicamente la potencia norteamericana se opuso con todos los medios a su alcance, organizando un bloqueo naval en el Caribe para impedir que las naves soviéticas dirigidas a Cuba, cargadas con tales misiles, llegaran a su destino. Al bloqueo se le puso el nombre de “cuarentena” para no humillar a Kruschev quien terminó cediendo y abandonó su plan original ante la inmensa cólera de Fidel Castro. No llegó a producirse un conflicto armado que en esas circunstancias hubiera tenido un desenlace nuclear, pero  el mundo estuvo expuesto al peligro inminente de un holocausto atómico. Fue un triunfo diplomático de los Estados Unidos bajo ciertas condiciones, el compromiso de no invadir Cuba y el retiro de misiles norteamericanos instalados en Turquía que apuntaban a Moscú.

La agresión de Rusia a Ucrania es algo totalmente distinto. Se trata de una invasión pura y dura destinada a conquistar o cercenar un país  independiente desde hace 30 años, con el objeto de anexarlo en el mejor de los casos o aplastarlo en la hipótesis menos favorable para el invasor. Ucrania y Rusia tienen un origen común pero a lo largo de los siglos se han  ido diferenciando, comenzando por el idioma y la mayor vocación occidental de la primera frente a la insaciable ambición  imperial de la segunda, sea cual fuere el régimen económico y social que impere en uno u otro país. El daño material y humano sufrido por Ucrania es incalculable y no tiene cuando acabar pues la guerra puede prolongarse indefinidamente. Hasta el momento la resistencia de Ucrania, gracias a la ayuda militar de los Estados Unidos ha sido muy eficaz y ha resistido con éxito las diversas ofensivas rusas, pero no sabemos cuál será el punto de inflexión de Rusia o de Ucrania, con el riesgo inminente que algunos asesores de Putin lo convenzan para utilizar armas nucleares tácticas. Si eso ocurre la actual invasión de Ucrania podría transformarse en un conflicto atómico mundial con impredecibles consecuencias para la especie humana. ¡¡¡Qué Dios no lo permita!!!

Martín Belaunde Moreyra
Bachiller en Derecho y Abogado por la PUCP y Magíster en Derecho Civil y Comercial por la USMP. Abogado en ejercicio especializado en Derecho Minero e Hidrocarburos.  Autor del libro “Derecho Minero y Concesión”. Ha sido Vice Decano, y Decano del Colegio de Abogados de Lima, y Presidente de la Junta de Decanos de los Colegios de Abogados del Perú y en el ámbito público: Embajador del Perú en Argentina y Congresista de la República del Perú en el período 2011-2016.

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