Son las 08:30 de una mañana algo gris. Se produce el asalto al Morro de Arica. Es muerto Zavala al tratar de recuperar Cerro Gordo. Le sucede en el mando Benigno Cornejo, quien fallece en el intento. Blondet, muere el pie del asta. More, y Sáenz Peña, que viene desde Cerro del Norte, con los restos del “Iquique” y “Tarapacá”, los artilleros de la baterías y algunos marinos de la “Independencia, rodean a su comandante, con decisión espartana. Bolognesi es derribado de un balazo y un combatiente enemigo lo última de un culatazo en la cabeza. No ha habido bandera banca de rendición nunca. Todos, incluido Varela, La Torre, O’ Dónovan, el cabo Alfredo Maldonado, cumplieron con su juramento de “luchar hasta quemar el último cartucho”.
Bolognesi ordena, y sus hombres conscientemente acatan sus órdenes. Lentamente, van entrando en el camino de la Gloria, dejándonos sus actos como mensaje de esperanza ¡Tengo deberes sagrados que cumplir! ¡Arica, no se rinde! ¡Viva el Perú! Sus oficiales y soldados van enfrentando a cañones y fusiles con el pecho descubierto, con arengas como la de Arias Aragüés y el arrojo de Alfonso Ugarte, como lecciones de que la sociedad no puede supervivir si no es, aprovechando la lecciones de la historia, evitando que el juego de poder y de ambiciones políticas desmedidas y de factores negativos de estabilidad social, sigan generando los factores que vuelvan a sumir al Perú en el fracaso de hace 142 años.
Escribiría Bolognesi, en algún descanso que le diera sus múltiples tareas en la defensa de Arica, lo siguiente: “No me asusta la muerte y menos cuando la Patria me lo impone, pero observo que en estos casos de acuerdan de mi”…“Aquí estoy bien de salud, esperando que solo venga el enemigo para recibirlo, sin que me importe su número”.
Refriéndonos a la respuesta de Bolognesi, ha alcanzado difusión universal aquella en la que Soessel, uno de los generales del Zar Nicolás III, en la guerra ruso – japonesa de 1904, lamenta la derrota de sus compatriotas en Puerto Arturo, expresando que “hizo falta un Bolognesi”, dando a entender así que el coronel peruano, era la reencarnación del patriotismo y del sacrificio, que allí hizo falta.
Aquella respuesta que el venerable coronel Jefe de la Plaza de Arica diera el 5 de junio de 1880, al emisario chileno, no fue un alarde verbal ni un audaz recurso de oratoria, sino que revelo que la misión del soldado, además de conseguir la victoria en los campos de batalla, es saber cumplir con su deber en las circunstancia más adversas. La defensa de Arica tuvo ese último significado.
El 30 de junio, llegaron a Lima sus restos mortales. Ya estaba de vuelta al terruño quien diera la vida por ella. Ya estaba en la gloria aquel soldado sin ideología, sin partidarismo, sin egoísmo, sin clientelaje, sin mancha.
Como lo expresara Javier Prado en la velada literaria del 30 de julio de 1899, en la cual se entregó la medalla de oro y diploma al poeta José Santos Chocano, por haber ganado el primer premio en el concurso literario convocado por El Ateneo, con el poema titulado “La Epopeya del Morro”, “Bolognesi, había resuelto eliminar las sombras que oscurecían el cielo de su Patria, como las llamaradas gigantescas de un holocausto inverosímil”.
En recuerdo de su héroe inmortal y Patrono, el Ejercito del Perú, desde hace varios años, en la fecha de su natalicio ocurrido el 4 de noviembre, lo ha instituido como Día del Soldado.
Seguir el ejemplo del ínclito coronel Francisco Bolognesi, y su promesa de cumplir con el deber, debe ser el paradigma de todo soldado.
Victor Velasquez Perez Salmon. Coronel del Ejército del Perú en Situación de Retiro. Se ha desempeñado como Catedrático de Historia Militar en la Escuela Superior de Guerra, Director de la Comisión Permanente de Historia, y miembro del Proyecto Ejercito 2001. Es autor de varias publicaciones de historia, ensayos, poesía y cuento.
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