La política en el Perú es algo tan extraño y complejo, que ni los propios participantes de sus escenas saben descifrarla o definirla en pocas palabras y tampoco, en extensos argumentos: “es la política, es el Perú”.
Les comento esto porque estamos en lo mismo de siempre, como toda la vida, repitiendo que la solución es “A”, que es “B” o mejor “C” y nunca acaba de resolverse nada, sino que el trompo gira y gira sin tener cuando acabar su rotación y por eso, vemos que nada cambia, que las esperanzas son un cuento, que los protagonistas mienten para sobrevivir en sus posiciones y frente a todo eso, los ciudadanos seguimos esperando milagros, caudillos, voces de salvación y hasta un nuevo Cardenal. Los ciudadanos seguimos manteniendo a los sinvergüenzas, seguimos pagando impuestos que financian la planilla de los ladrones. Esa es la política, ese es el Perú politizado.
Este 5 de noviembre vamos a volver a las calles con mucha fuerza y con bastantes ilusiones, sin saber hacia dónde. Vamos a volver a salir los que siempre salimos y damos nuestro tiempo y aliento a los que convocan con honestidad y firmeza que es digna de aplaudir, no como los criticones y dueños de alguna “falsa” verdad, que dicen que todo está mal, que la fecha no debe ser, que la hora es inconveniente, que no debe ir tal o cual, que no debe haber mitin, en fin, que hay que hacer lo que ellos jamás han hecho, porque nunca van y nunca luchan.
Entonces ¿Vamos o no vamos? Claro que sí, todos debemos ir, porque no se trata de un tema electoral o de gustos, sino del país, de nuestro presente, de la hora actual y del juicio final que se arma desde las izquierdas repulsivas para ir minando y acabando con lo poco de democracia que puede subsistir, frente a un gobierno que idolatra el delito, la corrupción y la impunidad. Y ese gobierno mal constituido, lamentablemente cuenta con un aliado también pésimamente constituido, como lo es el congreso de la República, una mezcla de sapos, culebras, bribones y sinvergüenzas de la peor calaña.
¿Pero no hay excepciones? No lo sé ahora, antes lo pensaba. Antes creía que algunos rostros tenían mirada de muchos y palabra de todos, pero ahora creo que solo tienen sus bolsillos y sus alforjas llenas de compromisos con el gobierno y además, juegan a la tinka de ser émulos circunstanciales, casuales, de Paniagua o Sagasti para que los elijan presidentes transitorios en caso de vacancia o renuncia del actual mandatario y por eso, dilatan soluciones, extienden dolores y prologan malestares nacionales. No se la juegan por el Perú.
Por eso el título de esta columna divergente pero consecuente: hay que ir a la marcha del 5 de noviembre y a todas las que sigan, hay que protestar frente a palacio de gobierno, frente al congreso, donde sea necesario. Hay que inundar las redes de opiniones y comentarios que permitan ser entendidos como defensa de la Libertad y una mejor Democracia. Pero también, hay que decir lo que es una gran verdad y una gran exigencia: ¡Que se vayan todos y no regrese nadie!
Ricardo Escudero
Especialista en temas previsionales y recursos humanos, con formación en la UNMSM, Universidad de Lima y ESAN. Becario de las fundaciones Konrad Adenauer y Friedrich Ebert; Jefferson Fellow por The Thomas Jefferson Educational Foundation. Investigador periodístico y columnista de opinión política y análisis social. Autor de «La rebelión de la clase media» y «Desborde del estado y crisis popular».
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