¿Qué hacer con nuestro país, de qué manera mirarlo hoy en día y cómo sentirlo? ¿Hacemos una autocrítica sobre lo que ocurre con la gobernabilidad, reaccionamos despreciando a la actual clase política, nos echamos la culpa, nos involucramos en el problema, o nos desentendemos y simplemente asumimos que esto es y seguirá siendo así porque así es el Perú?
Hablar de estos temas y de otros relacionados equivale también a preguntarnos si a estas alturas el problema es simplemente de representación política y/o de administración pública, o si tiene que ver con la perdida de objetivos ciudadanos más profundos, y si esto llega incluso a tener matices culturales y/ o patológicos. Algo así como una cultura de la corrupción que se estaría instalando entre muchos peruanos que crecen predispuestos a hacer plata de cualquier manera, impulsados entre otras cosas, por su frágil e incierta economía. ¿Estamos, pues, ante una notoria incapacidad para gobernarnos o hay un elemento tanático que, de manera repetitiva, aparece una y otra vez, haciendo que el Perú se auto boicotee en vez de buscar ser un mejor país?
Lo cierto es que algo de alcance sistémico no está funcionando. Y no sólo no funciona, sino que además coexiste con una especie de patología del mal gobierno, muy conectada con las propias carencias formativas del país, y que se traduce en una falta de respeto a las expectativas ciudadanas y en una corrupción muy arraigada.
La regionalización nos llevó a abrir el manejo participativo de la tarea de gobierno, pero fue implantada de manera demagógica y apresurada. Lejos de hacerse de una manera gradual y prudente (y acompañada de una formación política para preparar a los nuevos gobernantes regionales), terminó convirtiéndose en una oportunidad para la creación de botines aparcelados y autónomos, ramificando y potenciando así, la corrupción. ¿Qué pasó ahí? ¿Estuvo mal hecha, no era viable o faltó sentido común para prevenir lo que vendría?
Y ese proceso, mal encaminado, nos llevó a un asalto generalizado de la administración pública, y a más corrupción. ¿Estaba esto cantado? En mi opinión sí. En un país que no tiene una Escuela de Gobernabilidad y Administración Pública, y que no le da importancia a la educación cívica en sus colegios, esto era lo que iba a ocurrir. Sin preparación, nada eficiente podrá llegar después.
Por lo mismo, hoy en día mucha gente llega a gobernar, literalmente, sin saber cómo hacerlo y ni bajo qué premisas. Hay pues una especie de anomia política institucional, acompañada de una asentada incapacidad para ejercer el gobierno, y en muchos casos un oportunismo político desesperado. Lo vemos en el día a día de la política, en el abigeato público en dinero en efectivo, en la organización de bandas criminales que se crean y se asocian entre sí para llegar a las diferentes formas de gobierno. No solo para llegar al Municipio o a la Región; también ahora para ocupar el Ejecutivo y con desparpajo y cinismo.
Las consecuencias son obviamente la decepción, la frustración social, la indignación generalizada y una rabia que no termina de salir en la ciudadanía. Se nota también en la falta de visión para gobernar, en el nombramiento de funcionarios sin formación ni ética, en la falta de rumbo, de lógica y de planificación.
Ante esta realidad, la indiferencia de mucha gente honesta es hoy en día casi un mecanismo de defensa, una forma de tomar distancia, una manera de mantenerse alejada de todo esto.
De estos y muchos otros temas, tendré la oportunidad de escribir en el 2023, a partir de la invitación que me ha hecho Vox Populi para formar parte desde hoy de su plataforma mediática como comentarista. La situación política es crítica, pero no debemos perder la fe. Toda esta realidad impactará en las nuevas generaciones y por lo mismo tenemos que afrontarla.
Manuel Escorza Hoyle
Abogado y psicoterapeuta
Muy acertado doctor, el Peru está a la espera de nuevos vientos y nuevos gobernantes.
Se aplica en Cuba hace 63 años, la gente se abstrae en su cotidianidad y se envuelve en su propio mundo y van viviendo el día a día como se pueda. No se busca solución hasta que ya no hay remedio que resignarse o escapar
Es real, lamentable pero cierto, entonces queda la interrogante que hacer?