¿Qué sorprendió más, que Castillo anunciara un golpe de Estado o que diera un golpe tonto, mal pensado y tan omnipotente como ineficiente? ¿Fue una acción consensuada con el pleno de sus ministros o se trató más bien de un impulso activado por la desesperación y el miedo, un mensaje casi en solitario, en el fondo la penosa metáfora de su incapacidad de gestión, improvisación y desconocimiento?
Lo cierto es que se trató de un harakiri político, un harakiri que fue precedido por una larga auto emboscada que él mismo se tendió. Su pésima gestión, los escándalos de corrupción, las fugas de su entorno personal, sus mentiras, los cambios de ministros por doquier, las acusaciones sobre su familia y la utilización de un discurso social que no supo representar, lo cercaron a tal punto que el ex presidente vivía en una realidad paralela, manejando datos irreales e inverosímiles, creyendo que tenía una fuerza y una capacidad de convocatoria que no tenía. Así es el Poder. Obnubila y ciega, se apropia en la mayoría de los casos del ego de los gobernantes, y hace que en muchos casos los protagonistas pierdan el sentido de la realidad.
Si a esto le aumentamos su inexperiencia, su nula preparación para ser gobernante y muy probablemente la desinformación que manejaba, el cuadro quedó casi completo, y pasó lo que pasó. Fue un suicidio político, un acto de torpeza, la ingenuidad convertida en omnipotencia, un hazme reír despreciable, un capítulo de vergüenza y subdesarrollo.
Llama además la atención su mensaje a la Nación. Dio 72 horas para que la gente que tuviera ilegalmente las armas, las entregara a las autoridades, como si la gente con tenencia ilícita de armas lo fuera a hacer. ¿Qué tenía en la cabeza para disponer eso? Muy probablemente, en su mente estaba la idea de usar ese argumento como pretexto para iniciar una persecución política contra la oposición amparado en las normas de excepción. . Dispuso el toque de queda desde las 10 de la noche, lo que le daba a la gente muchas horas por delante para salir a las calles y organizar su protesta. Anunció además que intervenía el Poder Judicial, el Ministerio Público y el Tribunal Constitucional, lo que motivó que estas instituciones reaccionaran de inmediato con sendos comunicados. Y anunció una convocatoria a elecciones para un nuevo Congreso con facultades constituyentes, a sabiendas que los partidos políticos serios iban a anunciar rápidamente que no participarían. ¿Tanta torpeza junta? ¿Tan poco sentido de la realidad? El ex presidente estaba en otro planeta. Y su torpeza la lució en el Maracaná y con todos los reflectores encendidos.
La ciudadanía, al circular la noticia de que iba a asilarse, salió a las calles a cerrarle el paso hacia la embajada de México, y ya se organizaban marchas de protesta contra la decisión golpista del ex presidente. Pero fue detenido en la calle, al parecer en complicidad con personal de su propia guardia y movilidad.
Llama la atención la manera tan pronta y organizada como esto último ocurrió. Casi al minuto de que fue vacado, prácticamente en la esquina de la propia prefectura, y en una acción policial conducida por elementos especializados que no se hace sin previa planificación.
Le queda ahora a Pedro Castillo la cárcel como destino, varias y/o muchas investigaciones por corrupción personal y familiar, una acusación por subvertir el orden constitucional y la personalización de una historia que da vergüenza. Y es que es una pena que el Perú tenga que protagonizar espectáculos políticos de este tipo.
Se fue finalmente Castillo, se hizo el harakiri, se suicidó solo. Seguramente también lo engañaron y lo traicionaron. Pero se fue, y se fue (o fue sacado) un hombre que fue capaz de dar un golpe de Estado para iniciar un régimen al estilo de Venezuela y/o Cuba.
Viene ahora el segundo capítulo de este periodo presidencial y un conjunto de investigaciones y acusaciones por parte de la Fiscalía, el esclarecimiento de cómo acontecieron los hechos y quienes participaron, y seguramente la desactivación de una probable red de agentes extranjeros que actuaba en el Perú al servicio de la futura dictadura.
Tal vez el nuevo gobierno sea también vacado; tal vez termine su periodo asignado. Tal vez negocie unas nuevas elecciones. Lo que viene desde esa perspectiva es todavía de pronóstico reservado.
Hay gente que, al triunfar, fracasa, que al obtener un logro se auto boicotea a sí misma y finalmente pierde; gente que en vez de consolidar sus éxitos, paradójicamente se hunde. Castillo fue uno de ellos. Veremos qué pasa en las próximas semanas con el nuevo gobierno, qué se decide hacer o negociar, y cómo llega políticamente el Perú a las fiestas navideñas y de fin de año. Todo indica que esta historia no ha terminado y que por lo mismo debemos mantener en alto la guardia en defensa de la democracia y de una idónea gobernabilidad.
Manuel Escorza Hoyle
Abogado y psicoterapeuta
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