Una de las preguntas a hacernos en el año que viene es si habrá una gobernabilidad más tranquila o estaremos ante más de lo mismo. Ya bastante hemos tenido este año como para seguir con más de lo mismo. Tuvimos en el poder a una banda de delincuentes hoy en día detenidos, investigados, escondidos, fugados o tratando de pasar caleta.
En Palacio estuvo un presidente sin carácter, sin visión e sin inteligencia política, un hombre absolutamente carente de lo mínimo indispensable para hacerse cargo de un gobierno.
Tenemos además un Congreso que no ha logrado un esfuerzo común consensuado, que tiene entre sus miembros a parlamentarios que se vendieron y que llegaron a sus cargos habiendo claudicado a la moral pública, incluso por adelantado. Todo ello a cambio de supuestas obras, de favores diversos y quien sabe si también a cambio de dinero en efectivo.
¿Algo indica que en el 2023 las cosas puedan ser diferentes? Dina Boluarte comienza su presidencia con un discurso equivocado. Anunció que se quedaría hasta el 2026, y declara que una vez nombrado su gabinete visitará a Castillo. Comienza así yendo contra lo que la gente esperaba, desafiando la rabia y la decepción, haciendo quizás lo contrario de lo que debía hacer. Pero rápidamente enmendó su plana y presentó un proyecto de adelanto de elecciones.
La presidenta además destituye a cientos de prefectos nombrados por el gobierno anterior que eran algo así como operadores políticos, y quita un slogan administrativo utilizado demagógicamente por Castillo. Toma decisiones en relación al embajador de México por el asilo que se otorgó a la esposa del ex presidente, a quien además le envía el expediente fiscal de la ex primera dama, y comienza luego una ronda de presentaciones en los medios de comunicación.
Logra desde esas entrevistas comunicarse con sencillez y humildad, de una manera amable y compartiendo su sentir y también su dificultad, aspectos todos ellos que Lourdes Flores, Nadine Heredia y Keiko Fujimori jamás lograron. Ellas buscaban más bien destacar por sus posiciones políticas confrontadoras, por mostrar una fortaleza hasta envalentonada, desafiante y sin capacidad de contención y comprensión ajena.
Boluarte, en cambio, se muestra sola, sin bancada, sin adeptos, y habla con sencillez, tratando de explicar cómo fueron las cosas. Nombra además una comisión que se encargará de reorganizar Palacio de Gobierno, cuando lo acostumbrado es que el Jefe de Estado lo organice como quiera. Así, con esas decisiones y gestos, logra legitimarse como jefa de la transición.
Lo que se viene ahora será un conjunto de negociaciones que ya empezaron bajo la mesa. Y la pregunta es cómo se harán las reformas y cómo confluirán en ellas las necesidades políticas del Perú. ¿Se facilitará, por ejemplo, el acceso de los 14 partidos en proceso de inscripción o reinscripción, o se les cerrará el paso? ¿Podrán participar en las próximas elecciones el APRA, Perú Nación, el PPC, el partido Morado y otras tantas agrupaciones que por una u otra razón perdieron su inscripción? ¿Se impedirá que Antauro Humala pueda presentarse por sus antecedentes penales o se le permitirá liderar el caudal que viene acumulando?
Ya el presidente del JNE declaró que sin elecciones primarias las elecciones podrían ser en diciembre del 2023. Lo que no dijo es que eso implicaría que los 14 partidos en proceso de inscripción no puedan participar. ¿Qué tipo de elecciones entonces está buscando?
César Acuña mantiene un doble discurso: por un lado, dice que apoyará la transición democrática, pero por otro lado está permitiendo que desde el interior de su partido su hijo Richard sea el candidato. No es que no pueda ser candidato. Tiene derecho. Al parecer le gusta la política. Pero no se trata de que el derecho a postular se herede como un trono, como ocurrió con Luis Castañeda Lossio y su hijo, que terminó siendo candidato a la alcaldía como lo había sido el padre.
Habría además un pequeño grupo que busca repetir la candidatura de Georges Forsyth, para lo cual buscarán un cuarto o quinto partido al que se adscribiría. La idea sería lograr que se enfrente a Antauro Humala en segunda vuelta. De esa forma el grupo llegaría al poder, es decir si en ese supuesto escenario no gana Humala. Riesgosa apuesta que además buscaría que Antauro pase a segunda vuelta.
Así no cambiará nada. El país necesita destrabar los nudos que el propio sistema político creó, para dar paso a una participación política con más tradición, profesionalismo y trayectoria instruida, más allá de cualquier interés personal.
Si todos estos temas no se resuelven adecuadamente, tendremos más de lo mismo.
Las reformas políticas, lejos de facilitar el acceso a la democracia, generaron en la práctica dificultades administrativas, cuyos resultados estamos viendo. Lo que se ha logrado es una democracia empantanada, dependiente de intereses particulares, y entrampada en una legislación que ha asfixiado la política nacional.
Hoy en día hay miles de personas (repito, miles de personas) con procesos y juicios abiertos por haber pretendido postular en procesos electorales anteriores, y que al inscribirse cometieron omisiones diversas u errores administrativos, están siendo procesadas. ¿Esas personas con procesos abiertos por razones administrativas podrán participar o seguirán siendo parte de los excluidos?
Si vamos a unas elecciones sin adecuados niveles de participación, o con candidatos que van de partido en partido, y con partidos tipo trenes cuyos candidatos son escogidos para jalar a los demás, la transición no cumplirá con su verdadera función.
El éxito de esta transición no recaerá en la estabilidad, sino en la capacidad de impulsar en forma real un proceso de reformas destinadas a destrabar la participación democrática y a mejorar el funcionamiento de la política en general.
Si el país avanza hacia más de lo mismo, la transición habrá fracasado. Y ese el reto de la actual administración de gobierno. Difícil tarea la de Dina Boluarte.
Manuel Escorza Hoyle
Abogado y psicoterapeuta
Como siempre tan acertado, doctor.
Saludos desde Trujillo!