Siempre me he preguntado si es necesario que existan tantos distritos en Lima, si eso en vez de simplificar la gestión municipal, en realidad la complica y fragmenta, y genera notorias diferencias entre un distrito y otro.
Antiguamente existían en la capital sólo 6 distritos. Correspondían a poblados post coloniales, y estaban separados por enormes distancias de tierra. Los distritos eran Surco, Ate, Magdalena, Carabayllo, San Juan de Lurigancho y Miraflores. Tenían hasta micro climas diferentes.
La gente participaba de la gestión de su distrito con vocación de servicio vecinal. Existían los famosos cabildos abiertos, las personas opinaban y los hombres iban con sombrero, saco y corbata.
Los vecindarios eran básicamente seguros. Se caminaba con tranquilidad, las personas se enamoraban en los parques y paseaban con relativa seguridad. Con la llegada del tranvía estos distritos quedaron más conectados. Y con la aparición del fútbol los jóvenes tomaron las pistas y los parques para practicar ese deporte.
Así era Lima, una ciudad calmada y de vida tranquila. Chicos y chicas se juntaban en torno a unas bancas blancas que había en las esquinas con los nombres de las calles. Era el barrio, ese barrio que le dio calle a muchos limeños.
Las construcciones públicas tenían grandes dimensiones. Todavía las vemos en los hospitales e instituciones como el Puericultorio o el hospital Larco Herrera. Si algo había, era espacio.
Hoy en día Lima, a diferencia de esas épocas, es una ciudad atiborrada y desordenada. Tiene problemas de agua, falta de electricidad y limpieza. No es una ciudad, es una mega ciudad seca e insegura hasta cuando uno va a la bodega.
Salir a la calle puede ser un peligro. Uno tiene que caminar atento para no ser asaltado. Si se acerca una moto, inmediatamente uno se pone en estado de alerta. Los delincuentes no sólo roban, también golpean a sus víctimas. La ciudad es peligrosa a cualquier hora, muchas personas piden limosna en los semáforos o de pronto irrumpen a limpiar las lunas de los carros sin preguntar si lo pueden hacer. Hay lugares de paqueteo, ómnibus repletos de pasajeros, tráfico excesivo, problemas de estacionamiento, mal recojo de basura, y muchos otros etc.
Llama la atención que, habiendo tantas autoridades elegidas cada cuatro años en todo el territorio, el Estado no haya sido capaz de crear una Escuela de Administración Pública Municipal, una entidad académica destinada a formar a los futuros regidores y gerentes. Por lo mismo, muchos llegan a sus cargos sin saber qué es un edicto, una ordenanza, una tasa municipal, y esto obviamente repercute en la calidad de las gestiones.
Lima tiene en la actualidad diez millones de habitantes. Diez millones de personas que tienen que comer, movilizarse, atenderse, y que necesitan recrearse.
Pero los municipios no han facilitado el acceso a centros de esparcimiento para sus vecinos. No hablo de los parques zonales. Ese es otro concepto. La gente no tiene un lugar de sano encuentro, una piscina para disfrutarla, un espacio para relajarse sin tener que pensar en pagar 50 000 dólares de cuota de ingreso para formar parte de un club.
Si los municipios impulsaran la creación de centros de esparcimiento, estos posiblemente serían los mejores espacios para prevenir la delincuencia y el consumo de droga. ¿No podrían crear los municipios lugares recreativos para que sus vecinos se relajen en el verano, lleven a sus hijos, para que aprendan a nadar, lleven cursos diversos, tomen sol y puedan recrearse?
Ir al cine en la ciudad le puede costar a una familia hasta 200 soles. Tres entradas ya son casi 100 soles, más los gastos de ida y vuelta usualmente en taxi, más la cancha, la gaseosa y esas cosas, ya se fue parte del sueldo. Otros países tienen cinetecas municipales, lugares de exhibición de películas que crean cultura y que son espacios de encuentro, diálogo y distracción. Aquí a nadie se le ha ocurrido construir una cineteca nacional o municipal, un lugar dedicado a la difusión del arte visual y a precios accesibles para una sociedad que necesita salir en familia.
En una sociedad que se comunica por redes y celulares, el soporte de la familia es fundamental. Ahí están los valores, la educación, las normas. ¿Cuántos pleitos de pareja y/o de familia hay al día en cada distrito? Cada municipio debería tener un centro de atención familiar especializado para brindar consejería a las parejas, para ayudarlas a solucionar sus problemas conyugales, para que padres e hijos puedan comunicarse con apoyo terapéutico, para contribuir a que sean mejores padres. Pero esta preocupación, tan íntimamente vinculada a la convivencia, no existe en los distritos.
Los municipios, en algunos casos, además, han protagonizado escándalos por negociados o coimas. Poco antes de fin de año, por ejemplo, el ex alcalde de San Isidro fue detenido por corrupción. No lo detuvieron sólo a él, cayó toda una banda. Son muchos los contratos de diversos municipios que generan suspicacias. No hablo sólo de los peajes.
Además, en algunos distritos, se ha impulsado una abusiva política para sacarle plata a la ciudadanía. Hablo de las grúas. En Surco, para liberar un carro que fue llevado por una grúa, se tenía que firmar un papel pidiendo disculpas por haber infringido las normas. De lo contrario no se entregaba el automóvil. ¿Si eso no es un maltrato y un abuso, entonces qué es? Miraflores instauró una cuota mínima de carros a remolcar por día a la empresa encargada del remolque. De lo contrario, la empresa debía pagar una penalidad a la propia municipalidad. ¿Le interesaba al municipio ordenar su distrito o sacar plata? Y claro, las grúas trabajan en su salsa. ¿A dónde irá toda esa plata, qué tendrán en la cabeza estos alcaldes para ponerse a capturar 100 carros diarios y cobrar más de 700 soles de multa por cada uno?
Una población tan vasta como la de Lima debiera implicar también considerar que esas personas en algún momento van a morir. ¿Dónde poner los restos de 10 millones de personas? Mucha gente es enterrada clandestinamente en los cerros porque no hay cementerios municipales.
Los municipios no parecen preocuparse por abrir velatorios municipales para que la gente sea despedida con dignidad. Morirse puede llegar a costar más de 10 mil dólares a los familiares, dependiendo del lugar de entierro, el tipo de cajón, si se contrata un ómnibus para trasladar a los deudos o si se trasladan las flores. ¿Tan complicado es para un municipio abrir velatorios en sus distritos e incluso crear cementerios municipales, aunque queden a las afueras de Lima?
Temas municipales hay muchos. La lista a conversar y debatir es larga. ¿Debe por ejemplo el Municipio involucrarse de alguna manera con la educación escolar de su comunidad? ¿Por qué el gobierno central se lava las manos y no contribuye a poner orden y servicios si Lima como ciudad es más poblada que países como Israel y Uruguay? El gobierno central debería apoyar activamente en la búsqueda de la solución de los problemas de las grandes ciudades del país y no dejarle esa responsabilidad sólo a los municipios.
Dejo abierta la pregunta de si es necesario tener tantos distritos en la capital. ¿No sería mejor fusionar algunos de ellos? Por ejemplo, San Isidro con Miraflores, Pueblo Libre con Jesús María, Magdalena con San Miguel, San Luis con San Borja y la Victoria, o algo así. ¿No se lograrían así gestiones más eficientes, con más personal, más infraestructura, etc?
La ciudad ha crecido y seguirá creciendo. Pronto seremos 15 millones de habitantes. Tal vez sea el momento de revisar la ley de Municipalidades, actualizarla, potenciarla, y preguntarnos sobre las funciones de estas instituciones vienen cumpliendo y los alcances de su campo de acción en una de las ciudades más populosas del mundo.
Manuel Escorza Hoyle
Abogado y psicoterapeuta
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