Cuando pienso en nuestro país y sus problemas, aparece una particular incomodidad y frustración por el desarrollo de la política peruana. Una política que más que de tercer mundo, es de un fuerte subdesarrollo.
Subdesarrollo que ha acompañado durante mucho tiempo a un cúmulo de decisiones que queriendo beneficiar al país, al final de cuentas lo ha perjudicado.
Eso se aprecia, por ejemplo, en la incapacidad de afrontar las cíclicas corrientes del niño, los puentes que se caen, las leyes mal elaboradas, las vacunas que no fueron compradas, una regionalización que no funciona, reglamentos que no se cumplen, obras fantasmas, arbitrajes arreglados, cambios de ministros por doquier, construcciones que se paralizan por años, anemia en todas y cada una de las regiones, una dificultad para gobernar desde el sentido común, y en muchos casos, también, una improvisación capturada el ego. La lista es larga y son muchos los ejemplos que hay.
Obviamente esto tiene repercusiones de diversa índole. Afecta y genera falencias en muchos campos. Y uno de ello es, sin duda, la gobernabilidad, eso que requiere un país para crecer y ser conducido.
Sin embargo, pese a ello, cada cierto tiempo el país entra a un periodo de esperanza de cambio. Y esto ocurre cuando llegan las elecciones. El electorado recibe ofertas como boletos de circo. Y es pintoresco ver cómo los candidatos ofrecen promesas y promesas. Tantas promesas que todas juntas no podrían ser cumplidas en muchísimos años si fueran reales y además viables.
Luego de esa especie de idealización electoral, viene, ya desde el gobierno, la desilusión colectiva. Y cuando más alta haya sido la idealización electoral, más fuerte terminará siendo la decepción. Lo que se aprecia muchas veces es a personajes que llegan a sus cargos de manera intempestiva y/o que juegan a hacer política y a gobernar cuando, en ciertos casos, y de manera evidente, no han podido gobernarse bien a sí mismos.
A pesar de ello, considero que en nuestro país hay gente preparada y preocupada por mejorar las cosas y con una disposición honesta a contribuir en la búsqueda de soluciones. Pero no es posible que participen. La forma cómo se dan las cosas lo obstaculiza o lo impide.
Aún si quisieran participar nadie los llama. No son convocados por ningún gobierno o lista partidaria. Y los medios de comunicación tampoco les dan bola. Por lo mismo quedan alejados del escenario público, y con ello, en la práctica, al margen de las esferas de la gobernabilidad.
Muchos ciudadanos de buena fe quisieran postular al Congreso. No lo hacen porque en la gran mayoría de los casos el sistema político no lo permite. Si llegan a postular, los ponen de relleno. Y con eso prácticamente se asegura que no saldrán elegidos. Incluso se dice que en algunas agrupaciones hasta se les ha pedido plata para que puedan acceder un lugar en la lista.
Si postulan, además no cuentan con espacios de diálogo y difusión en los medios de comunicación por no ser conocidos. A lo más, en algunos casos, logran 5 minutos en toda la campaña. La franja electoral no resuelve eso. En la práctica, nadie la ve. Además, suele estar mal producida.
Para colmo, en el camino el JNE mete su tijera. Decreta, como lo ha venido haciendo, exclusiones por todos lados, lo que repercute en la participación ciudadana.
Todo esto afecta y obstaculiza la necesaria renovación política que el país necesita.
Si un candidato es excluido por el JNE, será perseguido por un larguísimo proceso fiscal y penal promovido por el propio JNE y que dura varios años. En la actualidad eso es lo que ocurre con cientos de excandidatos.
Así las cosas, podríamos preguntarnos, ¿de qué renovación política podríamos hablar en esas condiciones y con esas limitaciones? La renovación política no sólo no se está dando en los partidos políticos. Tampoco en la sociedad. Mucha gente preparada (que vive de manera honesta y de su trabajo) no puede participar en una campaña electoral porque los gastos que tendría que realizar superan sus ingresos.
Pero ahí no acaba la cosa. Los gobiernos tampoco llaman a los más competentes a participar. No muestran el interés de nutrirse de sus propuestas o conocimiento. Los gobiernos no escuchan a la ciudadanía. Incluso, pueden llegar a sentir como un peligro una voz preparada.
Tampoco existe un mecanismo por el cual el Ejecutivo pueda convocar la opinión de gente con inteligencia política y conocimiento de la realidad peruana.
El resultado es que tenemos lo que tenemos. Un país sin estrategia de desarrollo, con metas de perogrullo, sin una planificación consistente y sin hojas de ruta que trasciendan a los propios gobiernos.
Hay gente brillante, bien intencionada y preparada que desearía participar en las tareas de gobierno. Aportar ideas al Ejecutivo. También hay quienes quisieran llegar al Congreso con seriedad y un deseo real de trabajo. Pero el sistema político les cierra las puertas de una u otra forma. Y en algunos casos hasta maltrata a quienes desean participar.
Antes, los intercambios de ideas y los debates se daban en las universidades. Eso hoy en día eso ya no existe. También se daban al interior de los partidos. El APRA, Acción Popular, el PPC, la Democracia Cristiana son algunos ejemplos. Y de esas canteras o universidades salían los líderes, las propuestas y las corrientes de opinión. Ahí se gestaban los líderes políticos o el interés por la función pública.
En otros países ese diálogo se ha trasladado a los medios de comunicación. Aquí no. No hay en el Perú programas que promuevan un diálogo fraterno, el desarrollo de ideas, el análisis profundo, la conversación, la creación de liderazgos políticos y mediáticos, y la participación ciudadana. Lo que hay son espacios de entrevistas, y eso es diferente.
Hay gente muy preparada en el Perú. Y muchos jóvenes valores quisieran participar (entendiendo por jóvenes a los que nunca han participado del gobierno o de la escena política y que estarían dispuestos a hablar, opinar, trabajar, al margen de su edad), pero el propio sistema imperante, y otros intereses, se encargan de neutralizar lo que debería ser una democratización de la participación pública y la reflexión política y ejecutiva en nuestro país.
Manuel Escorza Hoyle
Abogado y psicoterapeuta
Es una realidad que va a dar vergüenza contar en la historia del Perú, sin embargo, debemos preparar con una eduación de primer nivel, a la nueva generación para que pueda tomar las riendas de nuestro país con resiliencia.
A todo lo comentado cabe agregar que los entes fiscalizadores como la contraloría general de la República o brilla por su ausencia, o está que se pasea en pasarela, por todo el país, haciendo saludo a la bandera con desparpajo, y dejando incomodidad no solo por el gasto que generan al país por sus viajes, si no también por no accionar en sus intrínsecas funciones.
Artículo que muestra una realidad a ojos de millones de peruanos pero la ceguera permanente de la ambición hace que este mal sea perpetuo.
El Perú político está engendrado para realizar una labor social en favor de toda la población. Sin hacer diferencias entre lo urbano y rural, entre el pudiente y el que menos tiene… Las oportunidades están dadas para que cada peruano busque salir adelante en la esfera económica, con más o menos herramientas y es allí donde el Estado entra para facilitar los accesos y las oportunidades.
No podemos lamentarnos de la actualidad cuando fuimos nosotros los que a pulso la forjamos; con nuestras propias diferencias de conceptos básicos entre el bien y el mal, normalizando la corrupción, la manipulación y la coima.
Queremos un mejor ESTADO entonces empieza a ser una mejor PERSONA y cría mejores HIJOS. De esa manera desde tu propia trinchera contribuye con el país.
Así es. Todo empieza en la familia y en uno mismo.
Y ese es otro punto importante.
Apoyar a las personas y familias para que sean mejores personas.
Lugares especializados, charlas, talleres y espacios de recreación