Columnas Fernando Cillóniz

Imagen de un futuro no deseado… pero probable

¿Por qué le costará tanto – a tantos – aceptar la realidad? En todo el mundo, las carreteras son espacios públicos. En el Perú, no. En nuestro país – hoy – persisten carreteras bloqueadas, donde se cobran cupos para no atentar contra los choferes y pasajeros atrapados en los bloqueos, y para no dañar sus vehículos.

Un chofer que se negó a pagar un cupo murió de un balazo disparado por un chantajista, en pleno bloqueo. El camión de otro chofer que tomó una ruta alterna para evadir el bloqueo de la Carretera Panamericana fue quemado por delincuentes extorsionadores.

Numerosos aeropuertos regionales fueron atacados por vándalos, propiciando el cierre de dichos aeropuertos. Nadie pudo volar hacia – y desde – dichas localidades. Lo mismo ocurrió con otros locales públicos como Fiscalías, Comisarías, Municipios, etc. y locales privados como viviendas de autoridades regionales, viviendas de congresistas, fábricas particulares, fundos agrícolas, y demás. Centenares de tiendas y pequeños negocios en diversas regiones del Sur del país fueron saqueados porque sus dueños se negaron a pagar cupos a delincuentes chantajistas. Incluso, muchos ciudadanos fueron obligados a participar en los bloqueos de carreteras, y multados con hasta S/. 600 por no proceder como mandaban los delincuentes.

Como no podía ser de otra forma, en muchas ciudades y pueblos del Sur del país, hubo escasez de alimentos, combustibles, medicamentos, oxígeno medicinal… todo estuvo parado. Los animales en las granjas y establos se murieron por falta de alimentos. Los hoteles estuvieron vacíos. ¡Crisis total! 

¿Protesta social reivindicativa… o secuestro delincuencial extorsivo? ¿Qué está pasando en nuestro país? Claramente, lo segundo. La renuncia de Dina Boluarte, la liberación de Pedro Castillo, la Asamblea Constituyente, la Nueva Constitución… todos son cuentos que esgrimen aquellos que ganan con el caos y la anarquía: narcotraficantes, mineros ilegales, delincuentes extorsionadores, políticos y empresarios corruptos, y demás.

Lo que estamos viviendo no tiene nada de protesta social reivindicativa. Efectivamente, nadie protesta por falta de agua, salud, educación o seguridad. Nadie protesta por salarios o mejoras laborales. Nadie protesta por la corrupción en el Estado o por el fracaso del proceso de regionalización del país. Nadie.

Más bien, hay una clamorosa falta de información. ¿Quién lidera a los manifestantes? ¿Quién los financia? ¿Por qué no dan la cara? ¿Por qué se cubren el rostro? ¿Por qué hay tan pocos detenidos?

Sin embargo, hay también mucho cinismo e hipocresía. Me refiero a aquellos periodistas, académicos y políticos que soslayan los actos delincuenciales de los manifestantes, y se centran exclusivamente en contar muertos y heridos, y – por supuesto – culpar de ello a la Presidenta Dina Boluarte. ¿Acaso no ven que las “protestas” (entre comillas) no tienen nada de pacíficas, y sí mucho de violentas y delictivas?

¡Cínicos! ¡Hipócritas! ¡Son ellos, los que no dan la cara, los que tiran la piedra y esconden la mano, los responsables directos de los muertos y heridos de estos días!

Por ello, me sorprende – y decepciona – la debilidad del Estado frente a delincuentes que flagrantemente, en sus narices, bloquean carreteras y saquean tiendas comerciales. Un Estado que, cuando interviene, lo hace a través de policías totalmente desarmados, carentes de los más mínimos mecanismos de autodefensa, numérica y tácticamente muy inferiores a los delincuentes que tienen que enfrentar. Así los policías resultan humillados y masacrados a mansalva. ¡No hay derecho!

Ahora bien, el problema es que lo que vendrá a continuación será mucho peor. Ante la clamorosa falta de Estado, la ciudadanía – desesperada – va a tomar al toro por las astas. Los choferes y pasajeros varados en los bloqueos, los bodegueros y dueños de pequeños negocios, los trabajadores que quieren – y necesitan – trabajar para mantener a sus familias, y la ciudadanía en general… todos vamos a repeler – a la bruta – a los extorsionadores.

A eso nos está llevando el Estado débil que tenemos. Un Estado – y cierta prensa – que no distingue una protesta social reivindicativa, de un secuestro delincuencial extorsivo. Un Estado ausente y permisivo del caos y la anarquía. Y una ciudadanía harta y desesperada que, ante la ausencia e inacción del Estado, se armará como sea para repeler y contrarrestar el chantaje y la extorsión.

He ahí una imagen de un futuro no deseado… pero probable.

Fernando Cillóniz. 
Culminó sus estudios de Ingeniería Económica en la Universidad Nacional de Ingeniería (Perú). Estudió un MBA en Escuela de negocios Wharton de la Universidad de Pennsylvania. Ha sido director del Banco Internacional y miembro del Consejo Consultivo del Diario El Comercio. Fue ex regidor de Ica.

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