Columnas Manuel Escorza

Bitácora de febrero 2023

El Perú es un país de ritmo lento. Lento en su procesar, lento en su darse cuenta, lento en su capacidad de cambio y lento en su despertar. Su letargo no busca una elaboración y un aprendizaje. Busca más bien el olvido. Y muchos de sus problemas pueden durar años o siglos, en un ritmo lento e incluso paralizante.

También es un país de repeticiones traumáticas.  Lo vemos, por ejemplo, en los incendios, en los daños que producen los huaycos, los friajes, las elecciones electorales fallidas. Y también lo vemos todos los veranos en las carencias no resueltas de las escuelas públicas, en los desbordes, en todo ese dolor y desesperanza que año a año, y de manera anunciada, se lleva el río. 

Pareciera por lo mismo que hay una dificultad para aprender de la experiencia, para que la sociedad peruana elabore lo que ocurre o ha ocurrido. El tiempo en el Perú, repito, prioriza el olvido – por omisión, incapacidad y exclusión – en vez de generar una elaboración social que lo llevaría a la búsqueda de un cambio. A fin de cuentas, siempre vuelve a pasar lo mismo y nada cambia.

Precisamente por eso hay problemas que tienen cientos de años y nunca llegan a ser resueltos, siendo en realidad una tarea no muy complicada lograrlo. Por ejemplo, la anemia. Esa anemia que afecta cognitivamente a la niñez de millones de peruanos, y que incluso marcó a dos ex gobernantes. Uno gobernó con un severo déficit de atención, y otro con una impresionante dificultad para pensar con claridad. Tan poco claro, que queriendo dar un auto golpe para quedarse en el poder, se dio un golpe a sí mismo. Y fue vacado.

Esta inercia se ha sentido claramente en febrero en las esferas del gobierno. Las marchas en Lima disminuyeron. Muchos de sus participantes regresaron a sus ciudades. ¿Se llegó a dialogar algo con ellos? La respuesta es no. No ha habido ningún tipo de diálogo social, que no sea el partidario. ¿Alguien viajó a los pueblos participantes en busca de alguna forma de diálogo? No. Los servicios de inteligencia detectaron que había entregas de dinero a los que protestaban y también un financiamiento de la minería ilegal. ¿Se intervino esas fuentes de financiamiento? La respuesta es nuevamente no.

Mientras tanto, el cerco acusatorio por los excesos en la represión sigue creciendo, ahora incluso a escala internacional. Y el gobierno no sabe cómo manejarlo. Se incendian comisarías, fiscalías y juzgados. Se persigue con piedras y hondas a los soldados. Tampoco logra resolver esos temas. No hay detenidos y/o responsables concretos. Se siente el desgobierno en torno a la seguridad y al orden público, pero sobre todo se percibe una falta de objetivos. ¿Para qué se está gobernando? Es decir, ¿cuáles son los objetivos de la administración Boluarte? ¿Crear más trabajo, mejorar la salud y educación, pacificar el país, resolver el problema de falta de agua, consolidar una economía liberal, asentar un Estado de bienestar, fortalecer la democracia, frenar la caída del PBI, impulsar infraestructura y / o una lógica de servicios? ¿Tiene un norte inspirador el actual gobierno? Pareciera que no tiene un rumbo claro, salvo el de sobrevivir.

Debe además ser difícil para Dina Boluarte gobernar a sabiendas que al final de su mandato muy probablemente sea acusada de ser la responsable de las muertes de casi 80 personas. Porque sea verdadera o falsa esa acusación, eso es lo que pasará.

Primero quiso quedarse hasta el 2026, luego quiso irse cuanto antes. Ahora quiere quedarse nuevamente.

El Congreso, a su vez, no ha logrado ponerse de acuerdo sobre un adelanto de elecciones, y una vez más está cuestionado. Esta vez el tema es los almuerzos de los congresistas.

Más allá de la discusión, resulta sorprendente y penoso que el oficial mayor de legislativo haya declarado que el contrato permitía que los cuestionados menús puedan bajar de precio de acuerdo al costo de vida. “En los próximos dos meses podían incluso haber costado 20 soles menos”, dijo (¿?).  La verdad, causa hilaridad semejante afirmación. Somos 30 millones peruanos, y ninguno de nosotros se atrevería a suscribir tan singular comentario, el mismo que además es una falta de respeto a la inteligencia y buena fe de los peruanos. Decirle al país que por ahí en dos meses cada menú baja 20 soles (así que tranquilos con el contrato) es una provocación.

En el plano internacional, Perú retiró a su embajador en México. Es el segundo embajador que se retira en América Latina desde que asumió el actual gobierno. Y a este paso podría retirar a un tercero. Sucede que el actual presidente de México hace, de cuando en cuando, comentarios en sus conferencias matinales sobre la situación política peruana.

Lo hace entrometiéndose en asuntos propiamente peruanos, pero en el marco de una estrategia mediática de los países con gobiernos de izquierda. Cuestiona la legalidad y legitimidad del actual gobierno, cuando en el Perú todos sabemos que el cambio de mando fue constitucional. Sin embargo, hay que tener cuidado con eso. No se trata de un pleito entre dos pueblos hermanos, tampoco entre dos cancillerías. Es un tema que además tiene que ver con las relaciones de México con sus gobiernos aliados de izquierda, y el deseo de su presidente de un liderazgo internacional.

México, a lo largo de su historia, ha sido muy generoso con los cientos de miles de peruanos que emigraron a ese país. Les dio acogida, visa, educación, y trabajo. Muchos médicos peruanos han estudiado en Guadalajara. México ha educado en sus escuelas públicas a los hijos de la migración peruana. Miles de peruanos han obtenido ahí licenciaturas, maestrías y doctorados. Y casi sin costo alguno.

Sería una lástima que a raíz de este conflicto, peruanos y mexicanos pierdan el mutuo acceso a ambos países sin restricciones ni visas.

Volviendo al plano nacional, y ya en el campo de la educación, hay más de 31 000 escuelas que requieren rehabilitaciones de fondo con urgencia. No se trata de un tema de pintura o resanado. Se trata de rehabilitaciones mucho más profundas.  Hay escuelas que no tienen agua potable, alcantarillado, que tienen construcciones a medias, que no tienen puertas o ventanas, que no resistirían un sismo fuerte, etc. Hay además 1041 escuelas en riesgo total de colapso. Son simplemente inhabitables. Pero están funcionando. Y las clases están comenzando con estos problemas de siempre, problemas que el Estado y los gobiernos de turno no han sido capaces de resolver.

Pronto vendrá Alejandro Toledo porque la justicia de Estados Unidos aprobó su extradición. Obviamente no quiere venir y ha apelado esa decisión. Posiblemente, de prosperar la acusación fiscal, irá a la cárcel hasta el final de su vida. Toledo tiene 76 años. Pero hay una posibilidad de que Toledo pueda acogerse a una forma de colaboración eficaz. Si eso ocurre, el país asistirá a nueva ola de destapes, investigaciones y escándalos.

El lento paso del tiempo enmarcará esta y otras investigaciones fiscales y judiciales, tiempo que además transcurre a velocidades diferentes, y de acuerdo a los intereses de turno y a matices sociales y de poder.

Manuel Escorza Hoyle
Abogado y psicoterapeuta

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