El desigual conflicto de Rusia con Ucrania se está convirtiendo en extremo peligroso para la paz en el mundo y puede originar el inicio de una tercera guerra mundial en buena parte debido a la conducción equivocada de Vladimir Putin el actual y desesperado mandatario de Rusia que busca la destrucción por la destrucción en esta guerra contra Ucrania, un país que resultó conmovedoramente dueño de una resistencia moral y física sin antecedentes en el siglo que estamos viviendo.
Putin, que se suponía albergaba en su país al segundo ejército del mundo, está sufriendo un descalabro moral y económico que, sin duda, traerá serios problemas a la economía de su país; en su desesperación está empleando misiles hipersónicos de gran poder destructivo contra un país que ya tiene en ruinas a muchas de sus ciudades, sus infraestructuras de agua, gas y electricidad que ha obligado a los ucranianos a superar un gélido invierno y padecen de muchas dificultades para llevar una vida normal.
Vladimir Putin es un abogado y político que fue miembro del KGB de la antigua Unión de Repúblicas Soviéticas (URSS) donde alcanzó el grado de teniente coronel, actualmente tiene 70 años y ha gobernado Rusia en 4 periodos y según algunas afirmaciones durante su gobierno, Rusia ha sufrido un retroceso democrático y un giro hacia el totalitarismo; se dice que anhela la grandiosidad de su país en tiempos de la URSS y que considera una tragedia el colapso y la desaparición de esta formidable Unión en 1,991.
En febrero del 2,022 ordenó lo que llamó una operación militar especial contra Ucrania que generó protestas en muchos países del mundo. Occidente liderado por los EEUU le impuso sanciones económicas que han generado una contracción de entre 2.5 y 3 % de su PBI más una inflación de alrededor de 12 %.
Su régimen aseguran los analistas, se ha caracterizado por una corrupción endémica, represión e intimidación contra sus opositores. Sin embargo, no es con Putin que en Rusia haya imperado un totalitarismo aterrorizante, sino que esta situación se vive desde los inicios de la revolución rusa que fue mucho más que una disputa por obtener el poder en un solo país (según afirmaciones del historiador Richard Pippes) ya que según expresiones de líderes como León Trotski, la meta era “volver el mundo al revés” refiriéndose con ello a que buscaban una reconfiguración completa del Estado, la sociedad, la economía y la cultura en todo el mundo, con el objetivo final de CREAR UN NUEVO SER HUMANO.
Pippes asegura que la revolución rusa no se inició con el colapso del zarismo y que tampoco concluyó con la victoria de los bolcheviques sino con los movimientos revolucionarios en la década de 1,860; finalmente, los bolcheviques lograron finalmente consolidar su poder en todo lo que había sido el imperio ruso con la caída del zarismo.
Esa consolidación, hay que recordarlo siempre, se logró llevando a cabo sangrientos cataclismos sociales que costaron la vida de millones de seres humanos; los especialistas afirman que el espanto culminó con la horrenda dictadura de Stalin; señalan, asimismo, que los sucesores de este feroz tirano se esforzaron por conducir una especie de contrarevolución para humanizar el atroz legado revolucionario del comunismo bolchevique. Recordemos que la historia consigna que esta revolución impuso un régimen de partido único asistido por un aparato terrorista y un sistema económico centralizado; es decir el fin de la democracia como la que disfrutamos en occidente con todos los defectos que pudiera tener en concordancia con lo que dijo Winston Churchill “la democracia es el peor de los sistemas, con excepción de todos los demás”.
Con el triunfo del bolchevismo insurgió Vladimir Ilich Lenin como el gran líder de la revolución rusa quien en sus comienzos preconsolidación preconizaba públicamente una libertad de prensa mucho más completa y democrática, incomparable con la que había existido hasta entonces. Una ironía que resultó trágica.
Lo primero que hizo fue clausurar 10 periódicos de Petrogrado y 10 más la semana siguiente, disponiendo que el control de las noticias fuera confiado al periódico bolchevique Pravda y a Isveztia el órgano de los soviets; es decir, liquidó la libertad de prensa tan útil como esencial en los países democráticos.
Creó de inmediato una suerte de infraestructura de decretos leyes (lo que quiso hacer salvando las distancias siderales, nuestro criollo extremista Pedro Castillo en el Perú).
Estos decretos leyes contemplaron: la abolición de las jerarquías de Pedro el Grande, autorización para allanar domicilios, confiscación de abrigos de piel, el retiro del control de las escuelas por la iglesia pasando al control del Estado (lo cual a nuestro entender era aceptable), monopolio de toda la actividad bancaria, sometimiento de toda la industria al “control obrero”, abolición de los rangos militares, creación de un nuevo código de leyes aplicable a los “tribunales revolucionarios”, nacionalización de todas las fábricas (acción que hizo Chávez en Venezuela y la arruinó), suspensión de todos los pagos de intereses y dividendos, limitación “rigurosa” de los retiros en los bancos. Toda una senda conducente a un abismo y al descalabro de un país.
Lenin, necesitaba una policía política porque creía firmemente que la VIOLENCIA era un factor esencial de la revolución y jamás retrocedió ante la necesidad de aplicar el terror, afirmando que este no es más que una justicia rápida, severa e inflexible (en parte, ideologización criolla en nuestro país azuzada por extremistas que a través de la violencia querían recuperar el poder perdido luego de la destitución constitucional de Pedro Castillo).
Lo contradijo en esos tiempos la comunista alemana Rosa Luxemburgo quien afirmó que “la revolución proletaria no necesitaba del terror para alcanzar sus metas y, odia y abomina el asesinato”.
El mundo no puede olvidar que, para sus fines, Lenin creó la “Comisión Extraordinaria Panrusa” (la tristemente célebre CHEKA, policía secreta de muy penosa recordación en el mundo civilizado y de la que se decía que, una vez que un hombre caía en sus manos, su única salvaguarda estaba en los dictados de la “conciencia revolucionaria”).
La tenebrosa policía de Lenin, supervisó el trabajo en los campamentos y en las zonas rurales dando origen a lo que el mundo conoció como ”Archipiélago Gulag”.
Resultaba claro que lo que buscaba Lenin era destruir todo lo que representaba el zarismo y crear una autocracia siniestra; buscaba, en suma, la destrucción más perversa de todo lo que se oponía al partido único, concentración total del poder en su partido, en sus manos y en las de sus colaboradores.
La siniestra Cheka se encargó de esta brutalidad amparada en la Constitución de 1,918 redactada por Stalin y que según Lenin era la representación de la “dictadura del proletariado” que de manera perversa no incluía salvaguardas constitucionales pata nadie contra el Estado, incluso no contemplaba separación ni equilibrio de poderes como nosotros conocemos en nuestra democracia que, con todos sus defectos es saludable para la conducción en libertad de nuestro país; pareciera ser que, con ignorancia e incompetencia es lo que pretendió hacer el profesor Pedro Castillo en el Perú. Su pensamiento extremista y totalitario lo llevó directamente a la cárcel en la que, esperamos, medite durante largos años sobre este nefasto proceder.
Volviendo a Lenin, este nefasto líder redactó personalmente un párrafo que duró muchos años en el derecho penal soviético, decía:
“La propaganda o la agitación, o la participación de una organización, o la colaboración con organizaciones que tiendan a ayudar en lo más mínimo al sector de la burguesía internacional, que no reconoce los derechos iguales del sistema comunista que ha venido a ocupar el lugar del capitalismo, y que intente derrotarlo por la fuerza, sea a través del bloqueo o del espionaje, o el financiamiento de la prensa u otro medio cualquiera, pueden ser castigados mediante la muerte o la cárcel”.
Desde luego, esto se hacía cumplir vía la práctica del terror.
Lenin, se llamaba Vladimir Ilich Uliánov y nació en abril de 1,870 en el seno de una familia acomodada y burocrática convencional.
Su familia sufrió un golpe terrible cuando el hermano mayor de Lenin llamado Alexander fue arrestado en San Petersburgo al ser sorprendido llevando una bomba para asesinar al zar: finalmente Alexander fue ejecutado, hecho que marcó fuertemente a Lenin que, en esa época, ignoraba por completo la política. En esos tiempos Lenin no mostraba interés en los asuntos de orden público, según apunta R. Pippes. Era más bien un joven diligente, educado y muy inteligente, habiéndose graduado luego de recibir medallas de oro, como el mejor alumno de su promoción y, nada en esos días apuntaba a su futuro revolucionario.
Cuando ingresa a la universidad de Kazán en la Facultad de Derecho, de inmediato sus compañeros lo identificaron como el hermano menor del célebre hermano terrorista y lo hicieron formar parte del grupo clandestino “Voluntad del Pueblo”.
Esta iniciación universitaria, llevó a Lenin a tratar de seguir los pasos de su hermano ejecutado. Terminó arrestado y expulsado de la universidad junto a un grupo de sus compañeros. Eran métodos utilizados por el régimen de Alejandro III. Lenin, humillado, se convirtió en un joven insolente, malcriado, sarcástico y sin amigos.
Según Pippes, hacia 1,888 ya se había convertido en un radical completo, lleno de odio sin límites contra los que frustraron su carrera además de rechazar a su familia; es decir, se refería al establishment y la burguesía, lo que en esencia hizo de su socialismo una doctrina de rencor y de destrucción.
Pippes afirma que era conocido que la doctrina clásica de Marx se aplicaba a países con una economía capitalista madura; la aspiración de Marx era proporcionar a estos países una teoría científica del desarrollo cuyo resultado final era el derrumbe y la revolución.
Sin embargo, en esa época Rusia tenía un capitalismo poco desarrollado y los rusos seguidores de esta doctrina formularon su propio camino socialista basándose en la comuna rural con lo que se daría un salto directo al socialismo, sin tener que pasar por esta etapa capitalista.
En 1,890 ocurrió un hecho favorable para Lenin, las autoridades le permitieron dar los exámenes al Colegio de Abogados como estudiante libre; aprobados los exámenes en 1,891, Lenin se hizo abogado pero no ejerció sino que se dedicó al estudio de la literatura económica.
Más tarde leyó a Clausewitz, y aunque desde tiempo atrás consideraba a la política como una guerra, asumió como el estratega alemán la concepción de la guerra no como la antítesis de la paz sino como su corolario dialéctico (guerra, paz, guerra, paz y así ad infinitum).
Lenin llegó a definir, con sinceridad según Pippes, a la paz como un respiro de la guerra. Percibía como enemigo a cualquier grupo o individuo que no fueran miembros del partido ni estuviesen bajo su influencia personal, de suerte que lo que había que hacer con ellos era eliminarlos y silenciarlos. Era el germen de la instauración de un gobierno de terror y de la aspiración de un totalitario que busca el control completo de la vida de los ciudadanos y de la opinión pública.
Era característico de Lenin un rasgo de crueldad muy marcado que, abogaba por el terror como principio.
Máximo Gorky, el famoso escritor ruso decía que para Lenin el ser humano como individuo no tenía ningún interés ya que el solo pensaba en el partido, en la masa y en el Estado. Le atribuía a un francés haber dicho “Lenin es una guillotina pensante”. Admitió además que era un misántropo”.
Lenin, ya en el poder y con el triunfo del bolchevismo se vió muy agobiado por su mala salud, tuvo 3 ataques graves, el segundo lo privó del habla, del movimiento y del pensamiento, pero ya había observado quien podría ser su sucesor; es decir, Joseph Stalin. Afirman los especialistas que reconoció al monstruo que era y se esforzó por acrecentar la influencia de Trotski como un contrapeso, pero no logró su cometido; el tercero y último ataque le provocó la muerte en enero de 1,924.
Mucha razón tenía Lenin respecto a Stalin que fue quien le sucedió; este hombre que solo medía un metro sesenta y era delgado y moreno se convirtió en un señor absoluto de una autocracia cuyo salvajismo al decir de Paul Johnson autor del libro Tiempos Modernos no tenía parangón en la historia; en 1,929 mientras se derrumbaba la Bolsa de Nueva York, Stalin había ordenado la colectivización forzosa de los campesinos rusos en una operación que ocasionó pérdidas materiales mucho mayores que lo que ocurrió en Wall Street, además de una matanza de seres humanos incomprensible. Murieron 5 millones de campesinos y el doble de esta cifra fue confinado en campamentos de trabajos forzados.
Stalin, un ex seminarista, era un matón revolucionario un tanto gánster y un tanto burócrata que no tenía ideales ni conceptos ideológicos de su autoría.
Era pequeño y maligno, era en realidad un demonio al decir de quienes lo conocieron de cerca. Tenía el rostro maltratado por la viruela, los dedos segundo y tercero del pie izquierdo los tenía soldados, además de que un accidente de la infancia le había ocasionado cierta rigidez en el codo izquierdo.
Hizo fusilar a un alto número de oficiales del ejército en los tiempos en que era jefe del Distrito Militar del Cáucaso septentrional el año 1,918, en los tiempos en que quería deshacerse de militares burgueses y, sin juicio alguno, solo ordenó “fusílenlos”.
Trotski que cuando cayó en desgracia, se promocionaba como ferviente partidario de la democracia interna de Rusia, era en realidad un gánster asesino y cruel que hasta justificó el asesinato de los hijos del zar, que fue obra de este malvado personaje.
En el ínterin de tanta conspiración, Stalin se deshizo del peligroso Trotski a quien hizo expulsar del Politburó en octubre de 1,926; fue enviado al exilio y, luego, ya encontrándose asilado en México fue asesinado por orden de Stalin en 1,940.
Las acciones políticas de Stalin fracasaron y pronto además de los asesinatos cometidos, los rusos se vieron sin granos y sin divisas extranjeras puesto que no podían hacer ningún tipo de exportaciones.
En esta oportunidad, solo los especialistas conocen bien lo que pasó en el museo Hermitage de Leningrado en 1,928; pues, se vendieron los mejores cuadros de pintores famosos a los millonarios del mundo; Andrew Mellon compró por US $ 6 millones 654 mil dólares, un total de 21 cuadros entre los que figuraban obras de Rembrandt, Van Eyck, Franz Hale, Rubens, Van Dick, Rafael, Velásquez, Boticelli, Veronese, Chardí, Tiziani y Perugino; fue una acción horrible, en virtud a necesidades apremiantes del comunismo ruso; hoy en día, esa valiosísima colección figura en la Nacional Gallery de Washington. En buena cuenta, A, Mellon aprovechó la apremiante necesidad de los soviéticos y organizó una de las mejores colecciones públicas para EEUU.
Stalin, inicialmente no pensaba incorporar a los campesinos por la fuerza, por lo menos no a los campesinos pobres, lo que quería era terminar con los kulaks, es decir, los terratenientes a quienes despectivamente se les daba esta denominación. Se indujo a los campesinos pobres a tomar posesión de los hogares que habían sido expropiados y se les persiguió en los campos. Sin embargo, y de manera repentina, se tomó la decisión de colectivizar a través de la fuerza y de la represión.
Esta colectivización fue una calamidad espantosa; se ordenó a la policía y a los militares que los rodeasen y, sin piedad, se les disparó utilizando hasta ametralladoras. Eran los tiempos del año 1,929. Según el estudioso marxista Leszek Kolakowski, fue probablemente la matanza más masiva, cruel y perversa, ejecutada por un Estado contra sus propios ciudadanos. Sobre este particular Sir Winston Churchill, que siempre tuvo clara esta perversidad, dijo que en Moscú el año 1,942, Stalin le reveló fríamente que “se había despachado a diez millones de campesinos”.
Stalin, no fue un líder que velaba por el bienestar de sus ciudadanos rusos como preconizaba la doctrina comunista y, en el partido todos sabían las masacres que se estaban perpetrando; sin embargo, Nadezhda su segunda esposa si se lo dijo y protestó airadamente cara a cara frente a este hombre malévolo por estas atrocidades; ella lo había abandonado en 1,926 y se fue con sus dos hijos Vasily y Svetlana; Stalin la convenció para que regresara y ordenó que la vigilen de cerca; su esposa al enterarse, protestó y lo encaró nuevamente, algo que nadie se atrevía a realizar y, en forma violenta lo recriminó y le volvió a enrostrar el trato que se estaba dando a los campesinos; Nadezhda, volvió a su domicilio y se suicidó.
En aras de lo que está sucediendo actualmente en Ucrania, es menester recordar que Stalin en su tiempo provocó en este país lo que se conoce como la masacre de Holodomor donde se asesinó a millones de ucranianos.
Probablemente, nuestros comunistas criollos conocen de estos hechos de barbarie; puede que si, puede que no como decía don Ricardo Palma, de lo que estamos casi seguros es que es improbable que el profesor Pedro Castillo los conozca en virtud a su escasa cultura y pobre formación académica. Los ideólogos de sendero luminoso sí conocían bien esta aplicación sistemática del terror y de hecho la pusieron en práctica en nuestro país haciéndolo sufrir el terrorismo más letal del hemisferio occidental.
Irrebatible razón asistía a W. Churchill cuando dijo:
‘’El socialismo, es la filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia, la prédica a la envidia. Su virtud inherente es la distribución igualitaria de la misma”.
TTMM.
Tomás Teobaldo Marky Montero. Estudió en la Escuela Militar de Chorrillos, egresando el 01 de enero de 1965. Pertenece al arma de infantería y es General de división en situación de retiro. Es graduado de la Escuela Superior de Guerra del Ejército y del Centro de Altos Estudios Militares. Fue Jefe Político Militar de Ayacucho, Comandante General de la Tercera y Cuarta Regiones Militares; Inspector General del Ejército y, jefe del Estado Mayor General del Ejército.
Es posible que la opinión del autor sea justa y atendible, pero me parece que hubiera sido mejor, si el escrito hubiera sido acompañado de las evidencias bibliográficas, correspondientes, a los hechos históricos mencionados.