Columnas Manuel Escorza

Seres de otro planeta

Cuando desperté, mi celular estaba a mi costado. Me había quedado dormido con el teléfono sobre la cama. La noche anterior había estado mirando en Netflix una película sobre seres de otro planeta. Y al ver mi celular, todavía más dormido que despierto, encontré un WhatsApp que compartía un vídeo que mostraba unos proyectiles blancos que salían hacia el cielo desde el Popocatépetl.

Recordé que una vez, desde un hotel en Puebla, me tocó ver cómo explotaba el volcán. Pero según la noticia en X (antes Twitter), lo visto en la madrugada no eran simples piedras arrojadas por la naturaleza sino platillos voladores. Casi veinte objetos no identificados fueron saliendo, uno detrás del otro y en fila india, para luego darle una vuelta completa al volcán, y finalmente partir a gran velocidad hacia el firmamento. 

En sólo unas horas el vídeo había alcanzado el millón de reproducciones. Había congregado la atención de propios y extraños, había paralizado al narco, seguramente también a la delincuencia, a las líneas del Metro, y había ocasionado un gran tráfico en las ciudades de México porque todos manejaban mirando el cielo. Sobre todo, en Puebla, cuyo paisaje es acariciado por una belleza colonial casi natural.

A eso de las 8 y 30 de la mañana ya no cabía duda alguna: el millón de vistas a ese vídeo concluyó por doquier que ineludiblemente se trataba de naves espaciales abandonando la tierra, quizás porque se aburrieron, tal vez porque les encomendaron alguna misión en otro lugar, o porque algo terrible va a pasar y se pusieron a buen recaudo. Esa mañana la prensa le dio tanta atención al tema que una persona se atrevió a declarar para una radio local que le tocó ser testigo de ese avistamiento cuando regresaba de La Fiesta del Tequila, tan tequilera la fiesta que, al verlos, emocionado gritó “Viva México”.

Las historias como estas siempre han cautivado a los seres humanos. La curiosidad, lo inconocible, la vastedad del universo y la necesidad de encontrar vida más allá de la tierra y de saber que no estamos solos, ha despertado el imaginario de la gente. La idea de que en los volcanes hay portales que nos conectan con el universo, o que debajo de los aeropuertos hay seres reptileros que de día caminan fingiendo ser como nosotros, son sólo algunas de las muchas simbolizaciones del imaginario popular. Y a la gente le gusta hablar de eso. Les gusta tanto el tema, que incluso he visto a personas mirando por las ventanillas de los aviones buscando OVNIS entre las nubes.

Aquí en el Perú también tenemos lo nuestro. Las historias de Chilca, por ejemplo, iluminadas por avistamientos que vienen de la sierra y que se pierden en el litoral. Y también se afirma que en Marcahuasi se avistan platillos voladores, que la fortaleza de Sacsayhuamán fue construida con ayuda extraterrestre o por personas que vinieron del futuro. Incluso hay asociaciones de ufólogos que cada cierto tiempo se presentan en RPP.

Cómo será la atención que generan estas historias que la NASA ha anunciado que difundirá un documental sobre el tema, luego de que ex miembros de la aviación norteamericana declararan bajo juramento que existían las pruebas de vida orgánica extraterrestre.

Yo, la verdad, nunca he visto un platillo volador. Tampoco me he topado con un extraterrestre. Tal vez en un tren pueda haber compartido viaje con alguno de ellos disfrazado, no lo sé, pero no he visto un extraterrestre, mucho menos verde y con antenas.

Pero hay gente que los busca o que dice haberlos visto, gente que se traslada a lugares remotos y acampa para hacer contacto con ellos, gente que sueña con un contacto del tercer tipo.

En su deseo de encontrar vida alienígena, en su necesidad de explorar el universo, el ser humano se encuentra hoy en día en una carrera espacial en la que cada día participan más países, disponiendo para ello de ingentes sumas de dinero, cuando aquí en la tierra hay gente que se muere de hambre o que no tiene agua o que requiere de vacunas o que sufre de anemia.

¿Está mal que se gaste tanto dinero en viajar a la luna o a marte? En realidad, eso trae tecnología, ciencia, inventiva, creatividad, perfeccionamiento. Pero si realmente estamos preocupados por encontrar un lugar para que la vida de la tierra sobreviva después de la tierra, lo primero que deberíamos hacer es cuidar el planeta en el que vivimos, alargando así la vida útil de la tierra. Por un lado, se busca otro planeta habitable, y por otro lado se destruye el nuestro, al punto que en algún momento nos quedaremos sin un ecosistema saludable aquí y afuera.

Los últimos meses habrían sido los más calientes de la historia. Europa está que hierve, asistimos a una guerra multinacional, podría darse una carestía de alimentos, el mar está invadido de plásticos, y en vez de unirnos para solucionar estos temas, lo que se está generando es una competencia por llegar a la Luna y a Marte, cuando a las justas podemos con nuestro propio planeta.

Me parece una gran cosa todo el desarrollo que implica llegar a la Luna, o enviar sondas y/o explorar Marte. Sería extraordinario llegar a conformar un sistema solar verde en el futuro. Pero eso sería todavía mejor si ahora en el presente resolviéramos los problemas de acceso a la educación, la desigualdad, la falta de oportunidades, la alimentación y la falta de agua potable.

Tal vez se necesite que una nave nodriza venga de otra estrella a poner orden en casa. Tal vez no sean los extraterrestres los que destruyan la tierra, sino los propios humanos, que como si fueran seres de otro planeta están deteriorando culposa y negligentemente el único ecosistema del universo hasta ahora conocido.

Manuel Escorza Hoyle
Abogado y psicoterapeuta

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